El Camino del Norte.
Día 11. Santillana del Mar – Riba de Sella
Del mediterráneo al cantábrico.
El Camino del Norte
La inmutable Santillana del Mar, de recios edificios, de pasado eclesiástico, de calles empedradas, de rincones suavemente iluminados no debe solo su esplendor por tener en sus cercanías la mayor y mejor exposición mundial de pintura de la prehistoria, sus orígenes romanos fueron consolidados por su posición geográfica, por su pertenencia pasada a Asturias así como por la sucesión de poderes en determinadas épocas de la historia, al marchar, me preguntaba si quizá es casualidad que exista aquí un museo de la inquisición?
Mi Camino, teñido de agua que cae del cielo, que moja, que da vida, que limpia, que susurra los campos, que hace crecer los cauces, que detiene a los animales que impertérritos no sufren, al contrario, se ha detenido momentáneamente en Llandres.
Mas allá he pasado por una población que se ha asomado en mi ruta, histórica por muchos motivos, yo os hablaré de uno de ellos, el que curiosamente también existe en la lejana León y en Astorga, piezas fundamentales de otro Camino de Santiago: el llamado francés.
Si en León o en Astorga existe una obra arquitectónica de primera magnitud de un arquitecto, genio, catalán, aquí en Comillas la genialidad dejó su impronta. Esa impronta, a diferencia de aquellas reviste un motivo, un destino muy diferente a aquellos…
Que importa que no haya accedido al edificio, os hablaré de esos edificios. Edificios hundidos para parecer más bajos, más pequeños de lo que en realidad son… eso es lo que encontramos en aquellas ciudades de la provincia de León.
Aquí en Comillas, El Capricho se encuentra elevado sobre el terreno, parece quererse enorgullecer de su existencia.
Si allí el propósito del recorrido, para con el visitante, era el de empequeñecerle, enseñándole lentamente un fin que le parecía cada vez más lejano, aquí se le enseña el esplendor, las alturas, el continuo disfrute y el experimento de descubrir, una tras otra, la continua sorpresa.
El Capricho de Gaudí responde al deseo del que fue cuñado del Marques de Quijano; en realidad el nombre del edificio es Villa Quijano. El deseo de aquel pariente era el de disponer de una estancia veraniega, de ahí el sobrenombre de “el capricho” en el que destaca algo inusual en la obra del arquitecto: una llamada de atención que sobresale ostensiblemente de la edificación en forma de minarete persa y que constituye su entrada principal y la primera de las pistas sobre lo que se encuentra en su interior.
La etapa de hoy es de las más bonitas de las de Cantabria y es que a Comillas le ha tomado el relevo la siempre increíble San Vicente de la Barquera. En realidad una de las cosas que la lluvia impide al viajero es disfrutar con la intensidad necesaria esta parte de Cantabria llena de alicientes.
San Vicente es de aquellas poblaciones hechas a base de golpes, rodeada de una naturaleza increíble, la localidad ha pasado de ser una población ligada al mar a depender casi exclusivamente de la industria turística en la que algo destaca sobre todo y se llama parque natural de Oyambre.
He buscado información sobre lo que me he perdido y me he topado con esto.
https://www.youtube.com/watch?v=CAAc7Hy4hmI&feature=related
Mi ruta pegada al suelo no quería separarse del mar, aún cuando debía de dejar atrás a esta provincia, comunidad autónoma con su propio verde para pasar a otro verde, el del principado, el de Asturias, el de Llanes donde he recalado por su zona peatonal.
Llanes deja paso a una sucesión de playas blancas que desde la distancia oteo, mi camino parecía jugar con la autovía del cantábrico situándose a uno u otro lado, subiendo, bajando, queriendo hacer entender al viajero que todo, finalmente, encaja en el espacio para permitir que todo funcione al servicio de eso que llamamos progreso.
Los pueblos han ido sucediéndose y yo, peregrino circunstancial del tiempo observo lo que acontece a mi horizonte cercano, al fondo del cual aparece la bonita Ribadesella, que pugna con otras localidades de nuestra geografía cada verano, en agosto, con hacerse notoria mundialmente con la bajada de su río, el Sella desde el puente que lo cruza hasta su desembocadura, la cueva del Tito Bustillo tendría una importancia capital si no existiera Altamira, y de ello Ribadesella sería mundialmente famosa pero no es así y todo eso en una localidad de poco más de seis mil habitantes… y aquí estoy en un albergue juvenil que acoge peregrinos, en una casona al lado del mar… lastima de calefacción.
Ayer lo pensaba y hoy lo recordaba, es una historia que leí en un libro, se trataba de un Sr. que cuidaba faros, se acercaba a ellos, los limpiaba, hacía posible que los faros siguieran en funcionamiento de la mejor manera posible, luego, los sentía…
Había quien al escuchar esas palabras le respondía que los faros no sienten y que por ello no transmiten emociones…
Ese Sr. que podría ser cualquiera de vosotros le contradecía diciendo que todo lo que transmite vida está vivo y que lo que transmite vida transmite emociones, a el esos faros le transmitían su estado de ánimo, la mayoría le transmitía cansancio…
Cansados de salvar vidas transmitían vida.
Poca costa me queda por ver, pocos faros veré a partir de hoy en la distancia, tal vez era eso lo que me distraía en mis pensamientos y mis recuerdos, tal vez es el tiempo, el mismo que encontré en aquel otro viaje que realicé hace poco más de un año por tierras Gallegas… no se.
Tengo- días luminosos, sonrisas irrepetibles, miradas perturbadoras.
Tengo- imágenes inabarcables, vistas imposibles, horizontes curvos.
Tengo- futuro, presente emergente, amaneceres rojos teñidos de amarillos fugaces.
Tengo- derrumbamientos imperceptibles que significan que algo se quiebra en mí ser.
Tengo- vida interior deseos que destilan humanidad, grandes cosas que hacer.
Tengo- manos que se llenan de ilusión y no de dinero.