El Camino del Norte.
Día 16. Arzúa -Santiago
Del mediterráneo al cantábrico.
El Camino del Norte
El Camino Primitivo
La Llegada a Santiago
Arzua es el contacto con el gran Camino, con el más conocido, con aquel que hizo escribir libros, soñar y morir a los hombres, filmar películas, el contacto con el Camino que consiguió lo imposible; hacer cambiar a los hombres, encontrar en el las respuestas cuando el universo cambió las preguntas. Arzua ya está en el Camino Frances.
Arzúa representa el inicio de un fin que será inicio…
En los peregrinos que no son muchos, no veo esa visión, ese semblante de los que transitan en otra parte del año más agradecida en todos los aspectos pero quizá, por ello, más artificial…
Subo y bajo la cuesta para volver a subir y poder de esa manera bajar, conforme avanzo, la proximidad a una ciudad se hace lentamente patente, no piensas que esa ciudad tiene nombre de reto, no piensas que pronunciar el nombre de esa ciudad es hacer música o que tan solo su existencia sea hacer realidad los sueños, simplemente no piensas…
Vuelves a subir y te invade otro pueblo conocido O Pedrouzo, ves al fondo en lo alto Santa Irene y caes en la cuenta: no falta mucho y te aplicas…
Buscas, como en aquel relato de edificios oscuros en los que la luz brillaba en algunas partes del mismo, buscas en el fondo de tu ser porque sabes que todo lo vivido empieza a intensificarse, a concentrase, a convertirse en mucho más que una emoción o un sentimiento
Y vuelves a bajar, te dejas caer junto a esa autovía, ves las luces que no solo piensas que guían a los aviones y buscas perderte sin conseguirlo…
Como si fuera un volcán, como si se tratara de ese encuentro entre los mares o los océanos que forman un remolino del que no es posible escapar, Santiago aparece tras un monte al que los antiguos peregrinos, desesperados, corrían con tal de ver al fondo lo que el día les dejara ver, piensas como podían ser esos momentos, junto a un feo monumento del hombre rememoras aquellos tiempos en que las personas que jugándose la vida, sus pertenencias, muchos de ellos enfermos, creían ver una catedral que en innumerables ocasiones el clima difícilmente les dejaría ver… pero ellos juraban y perjuraban que la veían.
Es que además era cierto que la veían aún sin poderse ver, eso forma parte de la magia.
Y tras la bajada, una nueva subida por San Lázaro que al fondo es una ermita que a su vez es inicio, que es la aproximación a un rito, que es casi la entrada a la ciudad antigua, pero no… aún no… no es el momento.
Mas adelante ves un parque… un antiguo albergue: el acuarios, que parece quererte separar de lo que vives… pero ni tan solo araña…
Y tras cruzar una avenida por un semáforo, sientes.
Sientes como algo te envuelve sin tocar, como algo te llama sin gritar, como algo te dirige sin saber donde vas…
La Rua das Casas Reais, da paso al frontal de una iglesia que te prepara a lo que encontraras al final del rito que has iniciado en la porta do camiño: las almas que se queman en el frontal de la iglesia no te verán como llegas tan solo verán como te alejas, si quieres saber de ellas deberás de girarte y alzar la vista para que la lluvia limpie tu cara antes de seguir acercándote a lo imposible de entender.
Un poco más adelante, en una plaza creada por la conjunción de unas calles hay una fuente en la que escuchas otra música que no es la de la lluvia al caer sino la del agua que te invita nuevamente a lavarte no tan solo la suciedad del cuerpo, también la de tu mente…
Por tu izquierda sale La Rua do Preguntorio que al igual que las anteriores te invita a responderte esas preguntas… todas y cada una de ellas, aquellas que te cambió el universo, en esa Rua puedes encontrar las respuestas…
Hay quien se detiene en esa calle, hay quien no puede detenerse
Y sigues… no sabes como pero sigues…
La Rua da Acibechería no parece decirte nada aún cuando en ella hay demasiadas cosas importantes, demasiada llamada de aquello que debería poderte detener sin conseguirlo: La Praza da Quintana bajo la que hay un antiguo cementerio o el Monasterio de… de que?
Ni tan solo ves puesto que en la plaza donde se construyo ese monasterio también hay un arco en cuyo fondo hay luz. Al tiempo te das cuenta que en el interior del arco no solo hay luz, también hay música, música que apenas escuchas al principio y se va haciendo más intensa conforme te acercas, luz que aún no siendo cegadora ilumina hasta oscurecer todo lo que la rodea, tal vez por ello no sabes, no entiendes, no imaginas como has bajado por aquellas escaleras del Arco do Pazo tras las cuales se repite el juego del frontis donde se queman las almas puesto que si quieres ver la fachada de la Catedral que es fin y principio de los Caminos, deberás girarte sobre ti una vez accedas a esa plaza que también lo es: principio y fin de Caminos, la Praza do Obradoiro.
Sabéis? Algo mágico existe en esa ciudad y no solo es su nombre, no solo son sus calles o sus plazas, no solo son sus gentes que un tanto indiferentes te miran sin mucha atención… está en el cielo y cae del cielo.
Busco- una piedra, un nuevo renacer, empezar de nuevo.
Busco- caerme y levantarme, que importa si soy joven o anciano.
Busco- la prolongación de lo real, el mundo que está algo más allá que, solo, podemos intuir.
Busco- sonreír despierto, intuir lo humano, conocer el tiempo.
Busco-Llegar, tan solo llegar.