por mijitas Miér 24 Mar 2010, 11:54 am
Creía estar rozando el cielo, presentía algo, quizá sólo era la emoción del momento que oprimía mi pecho y garganta haciéndome complicada la respiración, quizá era algo más, quizá podría ser ese angelillo que no dejé de sentir en todo momento que sin palabras me susurraba ¡ya estas cerca tito, solo una pedalada más!. Me paraba, observaba, quería saber que es lo que tenía que ver y no veía. Todo a mi alrededor era sublime, de una belleza indescriptible, pero..., no, no lo veía, ¿donde estaba, que era?. Los ojos, contenidamente, terminaron por expresar lo que por dentro ocurría. ¿Por Dios, que ocurre, que me pasa, que tengo que descubrir?. Avancé por colinas, aldeitas, caminos. Absorto en mis pensamientos, en un momento determinado a la vera de una curva, levanté la vista del Camino. Apreté ambos frenos con fuerza y un pequeño quejido se escapó de mi garganta. ¡¡Allí estaba, ese era el sitio, lo encontré!!. Me fué imposible hacer más nada, solo me bajé, me apoyé sobre el sillín y lloré como creo que jamás nunca lo he hecho, recuerdo bien como me temblaban los brazos y las piernas. Quería pensar pero sólo atinaba de recitar el "Padre Nuestro" una y otra vez. Cuando tomé de nuevo el control sobre mi cuerpo sin saber cómo, un grito fortísimo salió de entre mis labios desgarrando el silencio:
"¡¡¡MALDITA SEA!!!, ¿¿POR QUÉÉÉÉ??".
Me sentí vacío; como un zombi abrí mi alforja y la vacié, cogí mi piedra para Marta que había venido todos estos días en el fondo esperando su momento, la besé, la puse a los piés de esa cruz que me pareció la más pura de todas las vistas por mí. Recuerdo que recé, ahora con más calma, no me quería ir de allí. Al rato, volviendo la vista atrás a cada metro, me fuí alejando poco a poco de aquel sitio, no sabría decir como me sentía, la confusión psicológica y sentimental era monumental. Con los últimos rayos de sol avancé rumbo a Laza, no me importaba, había vivido uno de los días más intensos de mi vida.