La despedida de este nuevo viaje, en esta ocasión, responde a lo vivido.
Es Galicia un espacio de tiempo, una sucesión de sentimientos, una forma de entender la vida muy diferente a la que conozco. Galicia es como el mascaron de proa del barco que enfrenta al mar, el mar, que se transforma en océano al que Galicia y sus gentes parecen temer. Allí, las tempestades encuentran su contrario, una pieza de tierra compactada que sigue en perpetua lucha contra la fuerza del agua, del viento, de las tempestades, allí sopla el viento imposible que impide que la vegetación se acerque a la costa como si quisiera verla nítida, sin que nada impida la visión del verde Gallego…
Allá he ido, a la búsqueda…
En busca de cielos imposibles, junto a un mar metálico en el que se refleja hasta la humedad del aire frío, para ver como las nubes acarician las montañas y como dejan pausadamente el fruto de agua recogido miles de Km. lejos de allí como si fuera un presente, un regalo para estas tierras.
He ido a buscar, en cada viaje buscas, busco, se buscan muchas cosas, muchas de ellas indeterminadas, incólumes, intangibles, otras son como esos árboles enormes, que miran y también buscan, buscan el cielo. Esos árboles a los que miras desde muy abajo, que cuando los escudriñas con la mirada a veces te dejan ver más de lo que normalmente ves, que te envían mensajes, que acompasados por el viento bailan ante ti, te lanzan lo que parece ser que les sobra. Pero no, en realidad eso forma parte de su sistema de comunicación, te dicen, te suplican: abrázame, y tu, programado para pasar por la vida sin ver esas cosas eres incapaz de entender, de encontrar, de dar…
Buscas y no encuentras todo lo que sucede junto a ti, frente a ti, no ves
He buscado esos faros que sobre los acantilados eternamente castigados no tienen descanso ni lo tendrán, construcciones ancladas en lo inhóspito, dejadas de la mano de dios, el mismo que salva y condena vidas, ellos, los faros, empeñados solo en salvarlas del peligro de los acantilados que son presa de la naturaleza en una lucha sin final, los faros, notarios y testigos de la lucha sin cuartel de la tierra contra el mar
Los viajes que tienen un principio y final, terminan por acabar, siempre terminan por acabar y con ellos la ilusión se apaga como la luz de una cerilla que antes de apagarse es capaz de ofrecerte ese último resplandor previo a la oscuridad.
He vivido esa sensación de oscuridad al volver a la normalidad en el día de la vuelta. La oscuridad, se apoderará de mi vida nuevamente, sin remisión, venía persiguiéndome tras el coche, cada vez más cerca conforme me acercaba a Cataluña, aquí ha sido donde me ha atrapado, el recuerdo me ha permitido revivir días de luminosidad, de explosión continua, de, en definitiva, poder seguir haciéndolo: disfrutar viajando.
La despedida este año, como en otras ocasiones, también viene acompañada de un video que resume algo de lo explicado, de lo vivido, de lo que ha sido el viaje. Un viaje grandioso y emotivo.
https://www.youtube.com/watch?v=s_ai9LrqfkU
sabeis, yo los he visto, el cielo era otro pero ellos no, los arboles, eran ellos...
Un honor, un orgullo el compartir, hacer las cosas por nada.
De no dejar de dar para que nada se pierda.
La pasión…
La pasión cogida nuevamente, queriéndose escapar, queriendo ocupar en mi corazón cada vez más espacio y a fe mía que lo logra…
La pasión es viajar.