Día 2 08-10-2007
Aquí tocan diana temprano, hay que dejar el albergue antes de las 08:00. Mis compañeros de cuarto se ponen en pie y se preparan para partir. Como no tengo mucha prisa les dejo que hagan sus preparativos. Luego, con todo el cuarto para mí, me preparo tranquilamente. Al bajar a buscar la bici veo que hay otras dos bicis más. Mientras monto las alforjas llega uno de los ciclistas y charlamos un poco. Lleva 7 o 8 caminos y esta vez quiere ir por el camino de invierno. Mientras hablamos, llega el otro ciclista. Responde al saludo, pero no habla ni dice nada más. Supongo que es extranjero y no nos entiende. No se esfuerza por entrar en la conversación y sigue a lo suyo. Me despido y les dejo con sus preparativos. Son las 08:00 y todavía está oscuro. Busco donde desayunar y espero que empiece a clarear.
Con las primeras luces del día empiezo a callejear por Astorga siguiendo las flechas. Hay peregrinos que ya caminan y otros que buscan donde desayunar. Me cruzo con el segundo ciclista del albergue y al “buen camino” apenas me responde con un movimiento de cabeza. Lo cual me hace volver a pensar que es extranjero. Voy rodando tranquilo, saludando peregrinos. Desde luego, si ya se nota este cambio de gente al hacer el camino en octubre en vez de en noviembre, hacerlo en agosto debe ser horrible.
Llegando a Murias de Rechivaldo veo un bicigrino a lo lejos. Poco a poco le voy recortando distancia, pero al llegar al pueblo se desvía por una calle hacia un albergue. Yo sigo mi ruta. Confirmando cada vez más mi teoría del “buen camino”. La respuesta sigue siendo gracias, pero “igualmente” o “buen camino” o algo parecido, con la cantidad de gente que ya he pasado y todavía los puedo contar con los dedos de una mano y me sobran. El colmo es ya cuando llegando a un grupo de caminantes (para ser peregrinos la mochila era más bien pequeña), igual que en todas las ocasiones que encuentro un grupo que ocupa el ancho del camino, reduzco y saludo con un “buen camino”. No pido paso, solo saludo y espero, si me lo ceden bien, si no, no tengo prisa. Normalmente te dejan paso y saludan. Y en principio es lo que hicieron algunos del grupo menos una par de señoras a las que les oí: “estos ciclistas se creen los dueños del camino”. Mi respuesta: “ni el camino es mío, ni el camino es suyo, señora. Solo le he deseado buen camino”. Obviamente no me quede a explicárselo más claramente. No iba a amargarme la mañana tan temprano.
Santa Catalina de Somoza me recibe como Hospital de Orbigo: en obras. La carretera está llena de alquitrán y el camino bloqueado por los vehículos de los obreros. Para pasar me las tengo que ingeniar, porque tampoco se preocupan de moverse ni dejan apenas sitio para que pase una persona. Y luego, para salir del pueblo, los últimos 50 metros me tocan por el alquitrán si o si.
Para no cruzar más caminantes y poder seguir un ritmo más continuo, sin tanto reducir y acelerar, me voy a la carretera. Es tranquila y además el camino va paralelo. Pasado el Ganso, esperaba que la carretera empezara a empinarse un poco, pero quitando un par de rampas cortas, apenas hay subida. Es más, me sorprende que Rabanal da la sensación de estar más abajo de donde estoy yo.
Poco antes de Rabanal, donde estaba el roble del peregrino, me encuentro con uno de esos personajes con los que el camino te sorprende de vez en cuando. Este buen señor, que viaja con una bicicleta GAC del año de la pera, ha tardado 15 días en llegar desde Euskadi y lleva tres días adecentando el lugar. Se dedica, por lo que me conto, a dignificar los lugares donde hay restos de árboles emblemáticos, para que no caigan en el olvido. Estaba sacando tierra, piedras y basura que la gente había ido tirando y se han ido acumulando en el interior del tronco y arrancando también las hierbas y maleza de alrededor. Me contó que el año pasado vino un grupo de amantes de los arboles desde Brasil para sembrar árboles en el mismo lugar, pero solo había un único árbol y, escondidos entre las hierbas agujeros donde se suponen debían plantar los otros. Esos agujeros son un peligro pues entre las hierbas apenas se ven y tenían sus buenos 50cm de profundidad. Te puedes romper la pierna en un descuido. Él tenía la intención de cubrirlos. Me despido de él dándole las gracias por su labor.
Rabanal. Parada obligatoria en el albergue del Pilar donde aprovecho para reponer fuerzas. Un bocata y una cerveza mientras hablo con Isabel, pura simpatía. Allí veo el maillot que Tomas Bicigrino les regalo hace años.
Tras la despedida, de nuevo a la carretera y, ahora sí, empiezan las rampas. Las vistas y el paisaje compensan el esfuerzo. Realmente son espectaculares. En una parada para tomar fotos, y quitarme algo de ropa, veo aparecer un bicigrino. Lleva menos peso que yo y mejor ritmo, así que nos deseamos buen camino. El sigue su ritmo y yo el mío. Llegando a Foncebadon me alcanza otro bicigrino. No va tan rápido como el otro, por lo que nos da para hablar un poco más. Hace la subida por la carretera, así que me voy con él. Además, por la carretera, no mucho más adelante, veo otros tres ciclistas más. Pero no llegamos a formar grupo. Con las rampas fuertes los otros tres se quedan y el otro bicigrino me va dejando atrás.
Al poco aparece la Cruz de Hierro. Está lleno de gente. La zona es un merendero. Me acerco a la cruz y deposito la piedra como reza la tradición. Allí están los dos ciclistas que me habían pasado junto a otro más. Son catalanes. Uno empezó el Camino en Barcelona, subió por el Ebro hasta Zaragoza donde se le unió el segundo. Y el tercero empezó en Burgos y les alcanzó en Sahagún (130km en un día, vaya paliza). De allí, los tres juntos habían llegado hasta Astorga (mas de 100km otra vez). Y hoy planean llegar hasta Villafranca del Bierzo.
Mientras ellos se quedan mirando la capilla yo decido continuar. Sé que aunque ahora hay un tramo de bajada, luego me queda otra subida más antes de la gran bajada hasta Molinaseca.
Paro en Manjarin, pero con tanta gente y lo apretado del lugar no estoy mucho tiempo. Los tres catalanes pasan sin pararse y me voy tras ellos. En la siguiente subida vuelven a dejarme atrás y al llegar al alto, donde está la carretera que lleva hacia las antenas, veo que se han metido por ese desvío. Yo sigo mi track y continúo por la carretera. Aquí se supone que está el punto mas alto del camino.
La bajada es algo espectacular. Ya había oído comentarios sobre las velocidades que puedes alcanzar y el peligro que supone al no haber quitamiedos en algunas curvas. Sin darme cuenta estoy en El Acebo. Precioso, vale la pena pararse y perder 10 minutos o más.
Sigue la bajada. Solo con soltar el freno y sin pedalear te pones a más de 50km/h sin problemas, por lo que Riego de Ambros pasa en un suspiro. La bajada es muy larga, mucho más de lo que esperaba, pero no te cansas de bajar porque el paisaje acompaña. Y finalmente: Molinaseca.
Es pronto para comer. He llegado aquí más pronto de lo que pensaba. Son poco más de las doce y ya llevo casi 50km. Decido seguir hasta Ponferrada para comer allí y después ya seguir hasta Villafranca del Bierzo tranquilamente. El camino va paralelo a la carretera y quitando una corta subida, poco después de Molinaseca, es casi todo bajada. Y en una de esas bajadas, pasando junto a una urbanización va una señora con un BMW y se salta un stop. Tenía visibilidad, estoy segurísimo que me voy venir, pero aun así salió. Por suerte yo también la vi y me dio tiempo a frenar y darle alguna voz. La respuesta fue una peineta. No respetan a los ciclistas y encima tienes que joderte.
En Ponferrada me encuentro que en la entrada del castillo hay una boda. Mucha gente bien vestida en la rampa de acceso. Me conformo con admirar el edificio desde fuera y bordear la muralla buscando el rio y buscar algún sitio donde comer. Bocata y cerveza para llenar el “depósito” en una terraza al solecito desde donde puedo ver la bici.
Poco a poco la terraza se va llenando con gente que viene a tomar el aperitivo. Tres señores en una mesa, unas señoras mayores en otra y una pareja de mediana edad en otra aparte de gente que entra y sale del bar. En esto que uno de los señores se pone a ver un video de estos que te pasan por wasap, no sé de qué iba el video pero sonaba la típica armónica con la tonadilla del afilador que iba por los pueblos. Una de las señoras de edad se gira y se me queda mirando:
- Señora: ¿es el afilador?
- Yo: es la música del afilador, si.
- Señora: pues espere que subo a buscar unos cuchillos
- Yo: esto… ¿Perdón? ¿Cómo dice?
- Señora: ¿no me ha dicho que es el afilador?
- Yo: No señora, le digo que es la música del afilador, que la está escuchando ese señor en el móvil
- Señora: Ah, es que como veía la bici con ese bulto detrás y con la música pensaba que era usted el afilador.
- La señora de la pareja de edad (entre risas): pues yo estaba también por ir a buscar unas tijeras.
La pareja se reía y los otros dos hombres también, pero el tercero estaba tan concentrado en el video que no se había enterado de nada y al terminar de mirar el video y ver que todos nos reíamos va y suelta: ¿también os han pasado el video del afilador? Aquí la carcajada fue general. No sé si al pobre se lo han explicado ya o no, pero los demás estuvimos riendo un rato.
De nuevo encima de la bici, salgo de Ponferrada y voy rodando pensando en el afilador y en cuanto tardaré en llegar a Villafranca, si los catalanes ya me habrán pasado o no. Y de pronto me doy cuenta de que me olvido algo. Pensando en que puede ser, al llegar a Camponaraya de pronto se me enciende la luz: no he sellado en todo el día. Ni en Rabanal, ni en Manjarin ni en Ponferrada. Así que ya tengo excusa para parame en el próximo bar que encuentre. Ya se sabe que no hay mal que por bien no venga. Mientras estoy en la terraza disfrutando de una Estrella Galicia veo pasar a los tres catalanes a velocidad de crucero. A esos ya no los cojo porque, por lo que veo mientras se alejan, van dándose relevos.
Cumplido el trámite de sellar la credencial, sigo avanzando. En la entrada de Cacabelos hay una pequeña área de descanso con una fuente, donde aprovecho para reponer agua. Hasta ahora y desde Ponferrada el terreno ha sido bastante llano. Pero ya camino de Peiros empieza algunas rampas, que con los kilómetros que llevan las piernas se empiezan a notar. Pero poco a poco se va subiendo y avanzando, hasta que en lo alto de una loma paro a descansar a la sombra de un árbol. Por la cantidad de basura que hay, se ve que es un punto de descanso habitual de la gente que pasa por aquí.
Cuando me dispongo a reanudar mi camino veo llegar a dos bicigrinos. Vienen haciendo el camino de Madrid y dicen que están bastante cansados. Han salido de Astorga y tienen en mente llegar hasta Villafranca. Más o menos mis mismos planes. Reanudo mi marcha mientras ellos se quedan descansando un poco más. Y al poco me encuentro que ya estoy en Villafranca del Bierzo. Y aun no son ni las cuatro de la tarde. Creo que puedo seguir unos cuantos kilómetros y decido seguir a ver hasta donde llego.
Quitando la salida de Villafranca, donde hay una rampa no muy larga, la carretera es bastante asequible. Dejo atrás Pereje y Trabadelo y a medida que avanzo me pregunto, que deliti habran cometido los habitantes de este valle para que se lo destrocen así. Los puentes de la autopista estropean el paisaje y las torres de electricidad que van por la cima de las montañas no ayudan a mejorarlo.
Al llegar a la Portela de Valcarce decido que ya está bien por hoy. Llevo 90 kilómetros y más de 1000m. de desnivel acumulado. Me paro en el albergue El Peregrino y opto por una habitación para mí solo. Quiero una ducha y descansar tranquilamente. Mañana tengo que estar fresco para lo que me espera. Además, había planeado 5 etapas de 60 – 70 kilómetros desde León a Santiago y en día y medio he hecho 140km. Si sigo avanzando a este ritmo, creo poder llegar el martes a Santiago y así no mojarme el miércoles.