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(05) 06-05-2012 Desde Sevilla
VILLABOA- Cantidad de envíos : 1617
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- Mensaje n°26
Re: (05) 06-05-2012 Desde Sevilla
Están en Santa Croya de Tera, progresando adecuadamente.
VILLABOA- Cantidad de envíos : 1617
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- Mensaje n°27
Re: (05) 06-05-2012 Desde Sevilla
Los abuelos de Mateo me acaban de enviar un mensaje en el que me comunican que han arribado a Santiago sin contratiempos.
Ahora esperemos que se estiren y nos deleiten con una crónica con sus correspondientes fotos.
Ahora esperemos que se estiren y nos deleiten con una crónica con sus correspondientes fotos.
erromes xabier- Cantidad de envíos : 5783
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- Mensaje n°28
Re: (05) 06-05-2012 Desde Sevilla
¡¡Enhorabuena Abuelomateo!!!
Zeus- Cantidad de envíos : 1603
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- Mensaje n°29
Re: (05) 06-05-2012 Desde Sevilla
Magnífico embajador. Gracias, Máximo, por tenernos informados.giraldilla escribió: QUé GRANDE ERES CAPITÁN. Eres el embajador bicigrino en Sevilla.
Mi enhorabuena a Abuelomateo y Señora!!!
Abuelomateo- Cantidad de envíos : 233
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- Mensaje n°30
Re: (05) 06-05-2012 Desde Sevilla
Hola bicigrinos.
Perdonad la tardanza en escribir, es que estaba perdido (como siempre) y no encontraba el hilo de mi camino (el hilo forero me refiero). Afortunadamente el compañero Tosta me ha echado una mano para encontrarlo y ya puedo daros mis primeras impresiones de ésta mi segunda Vía de la Plata.
Antes que nada daros las gracias a todos los que nos habéis apoyado y felicitado por el reto consegudio y ¿como no? a nuestro amigo Máximo (Villaboa) que tan bién nos recibión en Sevilla y nos acompañó en la primera etapa junto con Miguel (se merece cumplidamente el título de CAPITAN).
Prometo hacer una crónica con todo lo que me pueda recordar de esas catorce etapas de nuestro camino por la Vía de la Plata y de las sensaciones vividas, aunque tardaré un poco porque primero tengo que poner al día todo el trabajo que me he encontrado acumulado por la ausencia de dos semanas. Lo que sí haré lo antes posible es poner las fotos.
Como anticipo deciros que, lejos de ser una repetición del camino del año pasado, ha sido como si lo hiciera todo de nuevas. Claro que la explicación es obvia, ahora iba al lado de la persona que acompaña y complementa mi vida desde hace más 36 años, y creedme que la expriencia ha resultado única.
Saludos para todos.
Miguel
Perdonad la tardanza en escribir, es que estaba perdido (como siempre) y no encontraba el hilo de mi camino (el hilo forero me refiero). Afortunadamente el compañero Tosta me ha echado una mano para encontrarlo y ya puedo daros mis primeras impresiones de ésta mi segunda Vía de la Plata.
Antes que nada daros las gracias a todos los que nos habéis apoyado y felicitado por el reto consegudio y ¿como no? a nuestro amigo Máximo (Villaboa) que tan bién nos recibión en Sevilla y nos acompañó en la primera etapa junto con Miguel (se merece cumplidamente el título de CAPITAN).
Prometo hacer una crónica con todo lo que me pueda recordar de esas catorce etapas de nuestro camino por la Vía de la Plata y de las sensaciones vividas, aunque tardaré un poco porque primero tengo que poner al día todo el trabajo que me he encontrado acumulado por la ausencia de dos semanas. Lo que sí haré lo antes posible es poner las fotos.
Como anticipo deciros que, lejos de ser una repetición del camino del año pasado, ha sido como si lo hiciera todo de nuevas. Claro que la explicación es obvia, ahora iba al lado de la persona que acompaña y complementa mi vida desde hace más 36 años, y creedme que la expriencia ha resultado única.
Saludos para todos.
Miguel
Abuelomateo- Cantidad de envíos : 233
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- Mensaje n°31
Re: (05) 06-05-2012 Desde Sevilla
erromes xabier escribió:¡¡Enhorabuena Abuelomateo!!!
Gracias y suerte para la final con el Barça
Linceiberico- Cantidad de envíos : 2017
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- Mensaje n°32
Re: (05) 06-05-2012 Desde Sevilla
¡¡¡Enhorabuena Miguel!!! Y te reitero mil gracias por tus consejos. Curro.
Abuelomateo- Cantidad de envíos : 233
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- Mensaje n°33
Re: (05) 06-05-2012 Desde Sevilla
Linceiberico escribió:¡¡¡Enhorabuena Miguel!!! Y te reitero mil gracias por tus consejos. Curro.
Enhorabuena a ti también, Curro.
Un fuerte abrazo.
Miguel
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- Mensaje n°34
Re: (05) 06-05-2012 Desde Sevilla
enhorabuena abuelos por vuestro camino
ahora te queda la segunda parte del camino........las cronicas y las fotos
ahora te queda la segunda parte del camino........las cronicas y las fotos
Abuelomateo- Cantidad de envíos : 233
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- Mensaje n°35
Re: (05) 06-05-2012 Desde Sevilla
Hola bicigrinos,
Aqui os pongo el enlace con nuestras fotos.
Saludos
Miguel
https://picasaweb.google.com/100846088805506663213/ViaDeLaPlataDePuriYMiguel2012?authkey=Gv1sRgCLW-korS9fu2PQ#
Aqui os pongo el enlace con nuestras fotos.
Saludos
Miguel
https://picasaweb.google.com/100846088805506663213/ViaDeLaPlataDePuriYMiguel2012?authkey=Gv1sRgCLW-korS9fu2PQ#
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- Mensaje n°36
Re: (05) 06-05-2012 Desde Sevilla
Muy bonitas las fotos.
Enhorabuena a los dos.
Enhorabuena a los dos.
Juanono- Cantidad de envíos : 3108
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- Mensaje n°37
Re: (05) 06-05-2012 Desde Sevilla
Felicidades por vuestro camino y las fotos una pasada.
Linceiberico- Cantidad de envíos : 2017
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- Mensaje n°38
Re: (05) 06-05-2012 Desde Sevilla
Muy chulas las fotos. Los campos con ese calor amarillo eran una preciosidad.
Mi compañero y yo nos estuvimos preguntábamos que qué eran.
Mi compañero y yo nos estuvimos preguntábamos que qué eran.
pvelmor- Cantidad de envíos : 2122
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- Mensaje n°39
Re: (05) 06-05-2012 Desde Sevilla
Peazo publireportaje.
Muy bonito si señor, y como siempre grandes recuerdos que se avivan.
Muchas gracias.
Por cierto esos campos amarillos, puede que sean plantas de colza, creo.
Suerte en el Camino
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Muy bonito si señor, y como siempre grandes recuerdos que se avivan.
Muchas gracias.
Por cierto esos campos amarillos, puede que sean plantas de colza, creo.
Suerte en el Camino
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Linceiberico- Cantidad de envíos : 2017
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- Mensaje n°40
Re: (05) 06-05-2012 Desde Sevilla
pvelmor escribió:Peazo publireportaje.
Muy bonito si señor, y como siempre grandes recuerdos que se avivan.
Muchas gracias.
Por cierto esos campos amarillos, puede que sean plantas de colza, creo.
Suerte en el Camino
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Colza...bueno es saberlo.Preciosos.
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- Mensaje n°41
Re: (05) 06-05-2012 Desde Sevilla
pvelmor escribió:Peazo publireportaje.
Muy bonito si señor, y como siempre grandes recuerdos que se avivan.
Muchas gracias.
Por cierto esos campos amarillos, puede que sean plantas de colza, creo.
Suerte en el Camino
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Yo tambien estaba pensando que podia ser y ahora que lo dices... unos compañeros de trabajo han hecho Logroño-Burgos andando y el otro dia me dijeron que preguntaron por lo amarillo y les dijeron que era colza.
pvelmor- Cantidad de envíos : 2122
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- Mensaje n°42
Re: (05) 06-05-2012 Desde Sevilla
Si es que .......paquetevoyamentirrrrrrr....... creo
Suerte en el Camino
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Suerte en el Camino
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- Mensaje n°43
Re: (05) 06-05-2012 Desde Sevilla
Abuelomateo escribió:Hola bicigrinos,
Aqui os pongo el enlace con nuestras fotos.
Saludos
Miguel
https://picasaweb.google.com/100846088805506663213/ViaDeLaPlataDePuriYMiguel2012?authkey=Gv1sRgCLW-korS9fu2PQ#
las fotos muy chulas.........solo una apreciacion , le diste mucha caña a tu mujer???
lo digo , por que en las unicas fotos que se rie , son las que esta ya en santiago , en las otras tiene cara de "ME VOY PA CASA" ja ja ja
Abuelomateo- Cantidad de envíos : 233
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- Mensaje n°44
Re: (05) 06-05-2012 Desde Sevilla
paco-pi escribió:Abuelomateo escribió:Hola bicigrinos,
Aqui os pongo el enlace con nuestras fotos.
Saludos
Miguel
https://picasaweb.google.com/100846088805506663213/ViaDeLaPlataDePuriYMiguel2012?authkey=Gv1sRgCLW-korS9fu2PQ#
las fotos muy chulas.........solo una apreciacion , le diste mucha caña a tu mujer???
lo digo , por que en las unicas fotos que se rie , son las que esta ya en santiago , en las otras tiene cara de "ME VOY PA CASA" ja ja ja
¡¡La caña me la daba ella a mi.!! Lo que pasa es que estaba concentrada en la tarea.
En serio, se ha portado como una jabata, lo unico el primer día por la sierra note de Sevilla y el día de la sierra antes de llegar a Laza que se me agobió un poco.
VILLABOA- Cantidad de envíos : 1617
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- Mensaje n°45
Re: (05) 06-05-2012 Desde Sevilla
Magníficas fotos. Me alegro de veros tan felices, aunque las caras sean de cansancio.
felepin- Cantidad de envíos : 1335
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- Mensaje n°46
Re: (05) 06-05-2012 Desde Sevilla
Bonito reportaje. Muchas gracias por compartirlo.
Abuelomateo- Cantidad de envíos : 233
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- Mensaje n°47
Re: (05) 06-05-2012 Desde Sevilla
Hola de nuevo, como no tengo blog ni se hacerlo ni tengo tiempo, os voy a copiar por partes la crónica que he hecho en un documento word.
Aquí está la primera:
LA VIA DE LA PLATA
UN TROCITO DE NUESTRO CAMINAR POR LA VIDA
PRÓLOGO
Desde el otoño pasado, las cosas no habían resultado demasiado fáciles para nosotros en muchos aspectos, pero eso son cuestiones personales sobre las que no es el momento ni el lugar de hablar. Pero como dice el refranero, no hay mal que cien años dure y creo y espero que a partir de la experiencia que me propongo relataros, las cosas van a empezar a cambiar para mejor. De hecho las vivencias de esas dos semanas ya valen la pena por sí solas sin necesidad de más complementos, lo bueno que también venga lo daremos por bienvenido y si viene algo malo ya lo superaremos como lo hemos hecho hasta ahora.
En principio para este año tenía pensado hacer el Camino del Norte partiendo desde Irún, pero han habido dos condicionantes que me han hecho cambiar de planes y decidirme por hacer por segundo año consecutivo la Vía de la Plata desde Sevilla (el del Norte caerá tarde o temprano si la salud me/nos lo permite). El primero es que mi estado físico no era tan bueno como el del año pasado y el segundo, pero verdaderamente determinante, es que mi compañera me dijera que le apetecía mucho hacer un viaje en bicicleta ya que ella sí que estaba en mejor forma que nunca. Como ya habíamos hecho juntos el camino francés desde Logroño hace dos años, lo inminente fue pensar en la Vía de la Plata, aún a sabiendas de que, cómo dice nuestro amigo Betetero, este camino tiene de todo menos de fácil y llano.
No puedo ocultar que en principio tuve mis dudas sobre si repetir el mismo camino en dos años consecutivos no iba a resultar una especie de “Déjà vu” y, por lo tanto, un poco tedioso para mi. También me hacía dudar si la dureza del camino no resultaría excesiva tanto para ella como para mi, en el estado de forma en la que me encontraba. Pero me había gustado tanto el del año pasado…, tenía tan buenos recuerdos…, que me apetecía mucho que ella viviera una experiencia similar. Por eso pronto se me disiparon las dudas y le dije: “mira no te voy a ocultar que la Vía de la Plata es bastante más dura que el francés, pero yo te veo muy bien físicamente y lo importante es iniciarlo y llegar hasta donde lleguemos, sin ponernos metas, bueno si, la meta es Santiago, pero no tenemos necesariamente que llegar este año, ni todo el tiempo en bici”. La cuestión es que al final se lo propuse en firme y ella me dijo que para adelante, así que ya no quedaba más que prepararlo todo y echarnos a la “Vía”.
El resultado como os explicaré en este relato no ha podido resultar más completo y satisfactorio. Ni por asomo ha sido una repetición de la experiencia ya vivida unos meses atrás sino todo lo contrario, ha resultado ser una experiencia totalmente nueva, distinta, mucho más completa y placentera (que me perdonen mis compañeros del año pasado). Esta segunda parte ha sido mejor sobre todo por lo intensamente vivida, pero también por la seguridad y por el bienestar espiritual que me ha dado hacerlo con la impagable compañía de alguien con quién callando todo está dicho, con quien los silencios y las miradas lo dicen todo y más. Ha sido volver saborear algo que ya sabía que me iba a gustar pero dejando a un lado lo que menos, como el segundo acto de una buena obra de teatro donde descubres el desenlace que más o menos esperabas pero que aun así te sorprende, la repetición de algo que ya me gustó mucho la primera vez pero hecho ya sin las prisas o los ímpetus que suelen acompañar a las primeras veces de todo lo placentero porque, en definitiva, ahora me doy cuenta de que, en realidad, en el primer viaje me faltaba algo, mejor dicho, “alguien”.
LOS DATOS
Fecha. Trayecto Distancia. Tiempo
6 de mayo Sevilla- Almadén de la Plata. 74 km 6h 22m
7 de mayo Almadén de la Plata- Fuente de Cantos. 63 km 5h 40m
8 de mayo Fuente de Cantos- Mérida. 82 km 5h 43m
9 de mayo Mérida-Cáceres. 87 km 6h 20m
10 de mayo Cáceres-Galisteo. 76 km 5h 45m
11 de mayo Galisteo-Baños de Montemayor. 68 km 5h 42m
12 de mayo Baños de Montemayor- Salamanca. 88 km 7h 40m
13 de mayo Salamanca-Zamora. 72 km 4h 24m
14 de mayo Zamora- Santa Croya de Tera. 85 km 6h 35m
15 de mayo Santa Croya de Tera- Requejo de Sanabria. 86 km 6h 50m
16 de mayo Requejo de Sanabria- Laza. 84 km 7h
17 de mayo Laza- Orense. 63 km 5h 10m
18 de mayo Orense- Castro Dozón 39 km 4h 40m
19 de mayo Castro Dozón- Santiago. 70 km 5h
Aquí está la primera:
LA VIA DE LA PLATA
UN TROCITO DE NUESTRO CAMINAR POR LA VIDA
PRÓLOGO
Desde el otoño pasado, las cosas no habían resultado demasiado fáciles para nosotros en muchos aspectos, pero eso son cuestiones personales sobre las que no es el momento ni el lugar de hablar. Pero como dice el refranero, no hay mal que cien años dure y creo y espero que a partir de la experiencia que me propongo relataros, las cosas van a empezar a cambiar para mejor. De hecho las vivencias de esas dos semanas ya valen la pena por sí solas sin necesidad de más complementos, lo bueno que también venga lo daremos por bienvenido y si viene algo malo ya lo superaremos como lo hemos hecho hasta ahora.
En principio para este año tenía pensado hacer el Camino del Norte partiendo desde Irún, pero han habido dos condicionantes que me han hecho cambiar de planes y decidirme por hacer por segundo año consecutivo la Vía de la Plata desde Sevilla (el del Norte caerá tarde o temprano si la salud me/nos lo permite). El primero es que mi estado físico no era tan bueno como el del año pasado y el segundo, pero verdaderamente determinante, es que mi compañera me dijera que le apetecía mucho hacer un viaje en bicicleta ya que ella sí que estaba en mejor forma que nunca. Como ya habíamos hecho juntos el camino francés desde Logroño hace dos años, lo inminente fue pensar en la Vía de la Plata, aún a sabiendas de que, cómo dice nuestro amigo Betetero, este camino tiene de todo menos de fácil y llano.
No puedo ocultar que en principio tuve mis dudas sobre si repetir el mismo camino en dos años consecutivos no iba a resultar una especie de “Déjà vu” y, por lo tanto, un poco tedioso para mi. También me hacía dudar si la dureza del camino no resultaría excesiva tanto para ella como para mi, en el estado de forma en la que me encontraba. Pero me había gustado tanto el del año pasado…, tenía tan buenos recuerdos…, que me apetecía mucho que ella viviera una experiencia similar. Por eso pronto se me disiparon las dudas y le dije: “mira no te voy a ocultar que la Vía de la Plata es bastante más dura que el francés, pero yo te veo muy bien físicamente y lo importante es iniciarlo y llegar hasta donde lleguemos, sin ponernos metas, bueno si, la meta es Santiago, pero no tenemos necesariamente que llegar este año, ni todo el tiempo en bici”. La cuestión es que al final se lo propuse en firme y ella me dijo que para adelante, así que ya no quedaba más que prepararlo todo y echarnos a la “Vía”.
El resultado como os explicaré en este relato no ha podido resultar más completo y satisfactorio. Ni por asomo ha sido una repetición de la experiencia ya vivida unos meses atrás sino todo lo contrario, ha resultado ser una experiencia totalmente nueva, distinta, mucho más completa y placentera (que me perdonen mis compañeros del año pasado). Esta segunda parte ha sido mejor sobre todo por lo intensamente vivida, pero también por la seguridad y por el bienestar espiritual que me ha dado hacerlo con la impagable compañía de alguien con quién callando todo está dicho, con quien los silencios y las miradas lo dicen todo y más. Ha sido volver saborear algo que ya sabía que me iba a gustar pero dejando a un lado lo que menos, como el segundo acto de una buena obra de teatro donde descubres el desenlace que más o menos esperabas pero que aun así te sorprende, la repetición de algo que ya me gustó mucho la primera vez pero hecho ya sin las prisas o los ímpetus que suelen acompañar a las primeras veces de todo lo placentero porque, en definitiva, ahora me doy cuenta de que, en realidad, en el primer viaje me faltaba algo, mejor dicho, “alguien”.
LOS DATOS
Fecha. Trayecto Distancia. Tiempo
6 de mayo Sevilla- Almadén de la Plata. 74 km 6h 22m
7 de mayo Almadén de la Plata- Fuente de Cantos. 63 km 5h 40m
8 de mayo Fuente de Cantos- Mérida. 82 km 5h 43m
9 de mayo Mérida-Cáceres. 87 km 6h 20m
10 de mayo Cáceres-Galisteo. 76 km 5h 45m
11 de mayo Galisteo-Baños de Montemayor. 68 km 5h 42m
12 de mayo Baños de Montemayor- Salamanca. 88 km 7h 40m
13 de mayo Salamanca-Zamora. 72 km 4h 24m
14 de mayo Zamora- Santa Croya de Tera. 85 km 6h 35m
15 de mayo Santa Croya de Tera- Requejo de Sanabria. 86 km 6h 50m
16 de mayo Requejo de Sanabria- Laza. 84 km 7h
17 de mayo Laza- Orense. 63 km 5h 10m
18 de mayo Orense- Castro Dozón 39 km 4h 40m
19 de mayo Castro Dozón- Santiago. 70 km 5h
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- Mensaje n°48
Re: (05) 06-05-2012 Desde Sevilla
PRIMER PARTE
SEVILLA Y SU SIERRA NORTE
Llegamos a Sevilla como estaba previsto el sábado día 6 por la mañana y como nos habían anunciado los partes meteorológicos, la ciudad del Betis nos recibió a lágrima tendida y así estuvo hasta más allá del mediodía, pero por la tarde, el tiempo cambió radicalmente lo que nos permitió dar un agradable paseo (aunque fresquito) y disfrutar un rato de la primavera sevillana en todo su esplendor de colores, olores y gentes. Aprovechamos para sacar algunas instantáneas destinadas a nuestro reportaje fotográfico y, de paso, dejar constancia de que iniciamos nuestra aventura desde esa maravillosa ciudad.
La noche la pasamos en el Albergue de Triana y aunque no tengo nada que reprochar en cuanto a las instalaciones, la limpieza y la atención, sí que tengo que decir que no me parece un lugar adecuado para descansar la noche antes de iniciar el camino. El motivo es que, aun cuando es un albergue que pueden usar los peregrinos, también es un albergue turístico, yo diría que sobre todo es un albergue turístico. Si a eso se le une que se trataba de la noche del sábado al domingo ya os podéis imaginar el cachondeo que hubo hasta bien entrada la madrugada, la combinación era perfecta para pasar la noche en vela. A los ruidos de los turistas que llegaban, salían, charlaban, reían, hablaban por teléfono, etc, había que sumar los ronquidos de uno de nuestros compañeros de habitación y las vueltas que pegaba el tío en la cama, dormía como un lirón pero daba vueltas como una peonza. Total que entre unos y otros me dieron una noche toledana en pleno Sevilla. Mi compañera fue ajena a todos los ruidos y durmió de un tirón.
A la mañana siguiente habíamos quedado con nuestro amigo Máximo (Villaboa) para que nos ayudara a salir de la ciudad y disfrutar de su hospitalidad y agradable compañía durante un buen rato al inicio de la que iba a ser nuestra primera etapa. A las ocho salimos del Albergue de Triana y ya pudimos ver cómo Máximo y el compañero Miguel venían de frente a encontrarse con los nuevos peregrinos a pedal.
Tras las consabidas presentaciones, porque no nos conocíamos personalmente, iniciamos los cuatro el camino hacía el inicio de la ruta al lado del famoso puente de Triana. Lo primero fue dirigirnos a los lugares típicos de las fotos representativas del inicio de la Vía de la Plata desde Sevilla para tomar las fotografías de rigor que dejaran constancia de que iniciamos el viaje precisamente en Sevilla. Después, siempre magistralmente guidados por nuestros anfitriones, nos dirigimos camino de Santiponce donde tomamos fotos y paramos en el bar que hay en frente de la entrada de las Ruinas de Itálica para tomarnos el primer refrigerio del día. A la salida nos topamos con unas carretas rocieras que estaban preparando la romería del Rocío, creo yo.
El camino hasta Guillena (bueno, para ser precisos hasta Almadén) lo hicimos todo por carretera dado que las intensas lluvias de los días pasados nos indicaban que los caminos debían estar impracticables. Así, charla que te charla con nuestros compañeros y anfitriones llegamos a Guillena donde nos despedimos e iniciamos ya el camino en nuestra solitaria compañía. Muchas gracias a Máximo y a Miguel por su amabilísima bienvenida y compañía en el inicio de nuestra primera etapa, no se me ocurre mejor manera de empezar.
Siguiendo los sabios consejos de Máximo optamos por seguir por la carretera hasta Burguillos y de allí a Castilblanco para evitar así las trialeras que hay por el camino hacia Castilblanco de los Arroyos que, además debería estar bastante embarrado. La verdad es que hasta Burguillos la cosa fue bastante bien, pero los que no nos esperábamos es que los 20 kilómetros aproximadamente que separan Burguillos de Castilblanco fueran tan duros. No paramos de ver ciclista que venía todos cuesta abajo y como rayos en sentido contrario, parecían bandadas de pájaros migratorios multicolores, todos nos saludaban y nos deseaban buen camino, yo creo que para darnos ánimos sabedores de lo que nos esperaba. Mal que bien, después de algunas paraditas y chino chano llegamos a Castilblanco y allí nos paramos a dar cuenta de un buen almuerzo. Todo estaba muy bueno pero me recuerdo especialmente el guiso de espinacas con garbanzos que estaba igualito que el que me hacía mi madre en mi Córdoba natal cuando era un chaval, es curioso cómo el cerebro guarda la memoria de algunos sabores durante toda la vida.
La primera idea era terminar la etapa allí, pero como luego nos fue pasando el resto de los días, era tan temprano (sobre la 13h) que decidimos seguir y terminar en Almadén, el problema era que seguir suponía, sí o sí, hacer 30 km más por la sierra norte en plan tobogán, yo me acordaba del año pasado y no me parecía tan duro, pero es que el estado de forma no era el mismo, el año pasado yo iba como una moto y tampoco sabía cómo iba a responder ella. Creo que me equivoqué porque medí mal las fuerzas de ambos, sobre todo teniendo en cuenta que era el primer día, lo que nos hizo pasar un pequeño mal rato y lo que es más grave, podría haber dado al traste con el viaje.
Con todo, como habíamos tirado para adelante y no nos dimos cuenta de que quizá nos habíamos equivocado hasta que no llegamos a la finca de “Yerbabuena” (la del Torero Ortega Cano) que está más o menos a mitad del camino, no nos quedó más remedio que apretar dientes y seguir hasta Almadén.
Por supuesto, en estas condiciones optamos por seguir por carretera para evitarnos la subida al Calvario, aunque tuvimos que superar el “calvario” de llegar a Almadén por carretera que tampoco es moco de pavo. La verdad es que yo lo he hecho por los dos lados y creo que aunque el Berrocal es muy bonito, tampoco le va a la zaga el paisaje por la carretera.
Total que pedalada a pedalada y con algunas paradillas llegamos a Almadén de la Plata más o menos a la 5 de la tarde muy cansados y, sobre todo, preocupados por nuestras posibilidades, es curioso que no vimos a ningún peregrino andando ni siquiera en los 15 kilómetros que ellos tienen que ir necesariamente por la carretera. Ella había llegado muy cansada y con un fuerte dolor en la articulación del fémur con la cadera (la cabeza del fémur) y yo con un cansancio inusual, la moral un poco tocada y muy preocupado por ella. Pasamos por el albergue, pero al ver que había bastante gente decidimos ir al hostal para asegurarnos un buen descanso y recuperación, ya habría tiempo de compartir charlas y experiencias con otros peregrinos si éramos capaces de continuar. El hostal estaba bastante bien y a buen precio, hicimos la colada, descansamos un poco y nos fuimos a dar un paseo por el pueblo. A las ocho de la tarde estábamos cenado en el mismo hostal (muy bien por cierto) y enseguida a la cama que para ser la primera etapa íbamos bien servidos.
Dormimos de maravilla y las sensaciones al levantarnos eran bastante mejores que las del día anterior, ella seguía teniendo molestias en la cadera pero menos. Después del desayuno en el único bar que encontramos abierto (como diría Sabina) iniciamos el camino hacía el Real de la Jara, lo hicimos también por carretera y tengo que deciros que fue un recorrido precioso, todo entre jaras y alcornoques o encinas y la carretera, aunque también es de constantes subidas y bajadas, a nosotros nos pareció que eran menos duras que las del día anterior o quizá es que estábamos con más fuerzas y mejores sensaciones. En los 17 km que separan ambos pueblos ya pudimos encontrarnos con algunos peregrinos a pié y también empezamos a ver especímenes de la fauna autóctona y ganado de múltiples especies. Bonito, muy bonito.
Hicimos una breve parada en el Real de la Jara para acto seguido reiniciar el camino hasta Monesterio, dejando poco a poco atrás la provincia de Sevilla y su Sierra Norte (dura pero bonita, bonita). Fue nuestro primer contacto con el camino de tierra y el abandono de la carretera, este tramo discurre por pista ancha, también bastante ondulante con subes y bajas continuos pero mucho más suaves. Aquí empezó el festival de colores, no es que antes no los hubiera, es que aquí ya se hacían más presentes y más voluptuosos porque había más campo de visión y más praderas donde aparecían flores de distintos colores.
No sé donde exactamente dejamos Andalucía y entramos en Extremadura, pero el camino que tomamos en el Real termina saliendo a la Carretera Nacional en una explanada donde hay una estación de servicio y una zona de tiendas de productos típicos extremeños, luego estaba claro que ya estábamos en Extremadura. Allí vimos a los primero peregrinos extranjeros que a la postre fueron mayoría, sobre todo franceses y alemanes.
SEVILLA Y SU SIERRA NORTE
Llegamos a Sevilla como estaba previsto el sábado día 6 por la mañana y como nos habían anunciado los partes meteorológicos, la ciudad del Betis nos recibió a lágrima tendida y así estuvo hasta más allá del mediodía, pero por la tarde, el tiempo cambió radicalmente lo que nos permitió dar un agradable paseo (aunque fresquito) y disfrutar un rato de la primavera sevillana en todo su esplendor de colores, olores y gentes. Aprovechamos para sacar algunas instantáneas destinadas a nuestro reportaje fotográfico y, de paso, dejar constancia de que iniciamos nuestra aventura desde esa maravillosa ciudad.
La noche la pasamos en el Albergue de Triana y aunque no tengo nada que reprochar en cuanto a las instalaciones, la limpieza y la atención, sí que tengo que decir que no me parece un lugar adecuado para descansar la noche antes de iniciar el camino. El motivo es que, aun cuando es un albergue que pueden usar los peregrinos, también es un albergue turístico, yo diría que sobre todo es un albergue turístico. Si a eso se le une que se trataba de la noche del sábado al domingo ya os podéis imaginar el cachondeo que hubo hasta bien entrada la madrugada, la combinación era perfecta para pasar la noche en vela. A los ruidos de los turistas que llegaban, salían, charlaban, reían, hablaban por teléfono, etc, había que sumar los ronquidos de uno de nuestros compañeros de habitación y las vueltas que pegaba el tío en la cama, dormía como un lirón pero daba vueltas como una peonza. Total que entre unos y otros me dieron una noche toledana en pleno Sevilla. Mi compañera fue ajena a todos los ruidos y durmió de un tirón.
A la mañana siguiente habíamos quedado con nuestro amigo Máximo (Villaboa) para que nos ayudara a salir de la ciudad y disfrutar de su hospitalidad y agradable compañía durante un buen rato al inicio de la que iba a ser nuestra primera etapa. A las ocho salimos del Albergue de Triana y ya pudimos ver cómo Máximo y el compañero Miguel venían de frente a encontrarse con los nuevos peregrinos a pedal.
Tras las consabidas presentaciones, porque no nos conocíamos personalmente, iniciamos los cuatro el camino hacía el inicio de la ruta al lado del famoso puente de Triana. Lo primero fue dirigirnos a los lugares típicos de las fotos representativas del inicio de la Vía de la Plata desde Sevilla para tomar las fotografías de rigor que dejaran constancia de que iniciamos el viaje precisamente en Sevilla. Después, siempre magistralmente guidados por nuestros anfitriones, nos dirigimos camino de Santiponce donde tomamos fotos y paramos en el bar que hay en frente de la entrada de las Ruinas de Itálica para tomarnos el primer refrigerio del día. A la salida nos topamos con unas carretas rocieras que estaban preparando la romería del Rocío, creo yo.
El camino hasta Guillena (bueno, para ser precisos hasta Almadén) lo hicimos todo por carretera dado que las intensas lluvias de los días pasados nos indicaban que los caminos debían estar impracticables. Así, charla que te charla con nuestros compañeros y anfitriones llegamos a Guillena donde nos despedimos e iniciamos ya el camino en nuestra solitaria compañía. Muchas gracias a Máximo y a Miguel por su amabilísima bienvenida y compañía en el inicio de nuestra primera etapa, no se me ocurre mejor manera de empezar.
Siguiendo los sabios consejos de Máximo optamos por seguir por la carretera hasta Burguillos y de allí a Castilblanco para evitar así las trialeras que hay por el camino hacia Castilblanco de los Arroyos que, además debería estar bastante embarrado. La verdad es que hasta Burguillos la cosa fue bastante bien, pero los que no nos esperábamos es que los 20 kilómetros aproximadamente que separan Burguillos de Castilblanco fueran tan duros. No paramos de ver ciclista que venía todos cuesta abajo y como rayos en sentido contrario, parecían bandadas de pájaros migratorios multicolores, todos nos saludaban y nos deseaban buen camino, yo creo que para darnos ánimos sabedores de lo que nos esperaba. Mal que bien, después de algunas paraditas y chino chano llegamos a Castilblanco y allí nos paramos a dar cuenta de un buen almuerzo. Todo estaba muy bueno pero me recuerdo especialmente el guiso de espinacas con garbanzos que estaba igualito que el que me hacía mi madre en mi Córdoba natal cuando era un chaval, es curioso cómo el cerebro guarda la memoria de algunos sabores durante toda la vida.
La primera idea era terminar la etapa allí, pero como luego nos fue pasando el resto de los días, era tan temprano (sobre la 13h) que decidimos seguir y terminar en Almadén, el problema era que seguir suponía, sí o sí, hacer 30 km más por la sierra norte en plan tobogán, yo me acordaba del año pasado y no me parecía tan duro, pero es que el estado de forma no era el mismo, el año pasado yo iba como una moto y tampoco sabía cómo iba a responder ella. Creo que me equivoqué porque medí mal las fuerzas de ambos, sobre todo teniendo en cuenta que era el primer día, lo que nos hizo pasar un pequeño mal rato y lo que es más grave, podría haber dado al traste con el viaje.
Con todo, como habíamos tirado para adelante y no nos dimos cuenta de que quizá nos habíamos equivocado hasta que no llegamos a la finca de “Yerbabuena” (la del Torero Ortega Cano) que está más o menos a mitad del camino, no nos quedó más remedio que apretar dientes y seguir hasta Almadén.
Por supuesto, en estas condiciones optamos por seguir por carretera para evitarnos la subida al Calvario, aunque tuvimos que superar el “calvario” de llegar a Almadén por carretera que tampoco es moco de pavo. La verdad es que yo lo he hecho por los dos lados y creo que aunque el Berrocal es muy bonito, tampoco le va a la zaga el paisaje por la carretera.
Total que pedalada a pedalada y con algunas paradillas llegamos a Almadén de la Plata más o menos a la 5 de la tarde muy cansados y, sobre todo, preocupados por nuestras posibilidades, es curioso que no vimos a ningún peregrino andando ni siquiera en los 15 kilómetros que ellos tienen que ir necesariamente por la carretera. Ella había llegado muy cansada y con un fuerte dolor en la articulación del fémur con la cadera (la cabeza del fémur) y yo con un cansancio inusual, la moral un poco tocada y muy preocupado por ella. Pasamos por el albergue, pero al ver que había bastante gente decidimos ir al hostal para asegurarnos un buen descanso y recuperación, ya habría tiempo de compartir charlas y experiencias con otros peregrinos si éramos capaces de continuar. El hostal estaba bastante bien y a buen precio, hicimos la colada, descansamos un poco y nos fuimos a dar un paseo por el pueblo. A las ocho de la tarde estábamos cenado en el mismo hostal (muy bien por cierto) y enseguida a la cama que para ser la primera etapa íbamos bien servidos.
Dormimos de maravilla y las sensaciones al levantarnos eran bastante mejores que las del día anterior, ella seguía teniendo molestias en la cadera pero menos. Después del desayuno en el único bar que encontramos abierto (como diría Sabina) iniciamos el camino hacía el Real de la Jara, lo hicimos también por carretera y tengo que deciros que fue un recorrido precioso, todo entre jaras y alcornoques o encinas y la carretera, aunque también es de constantes subidas y bajadas, a nosotros nos pareció que eran menos duras que las del día anterior o quizá es que estábamos con más fuerzas y mejores sensaciones. En los 17 km que separan ambos pueblos ya pudimos encontrarnos con algunos peregrinos a pié y también empezamos a ver especímenes de la fauna autóctona y ganado de múltiples especies. Bonito, muy bonito.
Hicimos una breve parada en el Real de la Jara para acto seguido reiniciar el camino hasta Monesterio, dejando poco a poco atrás la provincia de Sevilla y su Sierra Norte (dura pero bonita, bonita). Fue nuestro primer contacto con el camino de tierra y el abandono de la carretera, este tramo discurre por pista ancha, también bastante ondulante con subes y bajas continuos pero mucho más suaves. Aquí empezó el festival de colores, no es que antes no los hubiera, es que aquí ya se hacían más presentes y más voluptuosos porque había más campo de visión y más praderas donde aparecían flores de distintos colores.
No sé donde exactamente dejamos Andalucía y entramos en Extremadura, pero el camino que tomamos en el Real termina saliendo a la Carretera Nacional en una explanada donde hay una estación de servicio y una zona de tiendas de productos típicos extremeños, luego estaba claro que ya estábamos en Extremadura. Allí vimos a los primero peregrinos extranjeros que a la postre fueron mayoría, sobre todo franceses y alemanes.
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Re: (05) 06-05-2012 Desde Sevilla
SEGUNDA PARTE
EXTREMADURA
Salimos de la zona de servicios con dirección a Monesterio siguiendo las indicaciones por carretera hasta que el camino se desvía hacia una pista de tierra. Yo me acordaba de que hasta llegar al pueblo había una considerable subida por la pista de unos dos kilómetros que nos podían hacer bastante pupa ya que todavía no nos habíamos recuperado del todo del día anterior, por lo que le propuse a mi compañera no gastar fuerzas en balde y subir andando, así lo hicimos.
Cuando llegamos a Monesterio era la hora de almorzar y nos fuimos a la misma tienda de productos típicos de la zona en la que estuve el año pasado, pero en vez de comprar un bocata como hice entonces, vi que en la misma tienda había instalados unos barriles que hacían las veces de mesas para degustar los productos, así que decidimos comprar jamón de la tierra y un buen queso que la dependienta, muy amablemente, nos troceó y nos sirvió en una bandeja. Así que entre lonchas de jamón, taquitos de queso, buen pan y buenas cervecitas nos pusimos muy “agustito” como dice el torero que no vimos en su finca. Todavía me relamo de jamón de Monesterio.
De Monesterio a Fuente de Cantos, no hay mucho que contar aunque sí mucho que disfrutar del camino que discurre por dehesas, al principio aunque luego se mete en tierras de cultivo cereales y cancelas, muchas cancelas. Al llegar a Fuente de Cantos, nos dirigimos al Albergue Alba Plata pero nos encontramos con que estos albergues cierran los lunes y martes por descanso del personal ¡toma ya!. Total que nos buscamos otro hostal donde nos dieron, por buen precio una habitación estupenda con su baño completo por poco más de lo que nos hubiera costado el albergue, además en la negociación conseguimos que nos incluyeran el desayuno en el precio. Además cenamos estupendamente en el mismo hostal, también a un módico precio. La verdad es que a mi me gustan los albergues por el tema del ambiente peregrino y por la posibilidad de conocer gente y hablar con ellos, por lo del precio no creo que valga mucho la pena.
En el mismo hostal estaban dos peregrinas que habíamos adelantado un par de kilómetros antes de entrar en Fuente de Cantos. Por lo menos eran octogenarias e iban dando tumbos de un lado al otro del camino, pero fura como fuera, ellas llegaron y cuando nosotros salimos a comprar algo de fruta para el día siguiente, ellas ya venían de lo mismo, así que no debieron de tardar mucho más que nosotros en llegar. Y luego nosotros presumimos de que hacemos estas cosas “extraordinarias” a nuestra edad, siempre hay alguien que te supera de uno u otro modo. Estuvimos hablando brevemente con ellas durante la cena y su intención era llegar a Santiago, espero que lo logren o lo hayan logrado, desde luego convicción no les faltaba.
Otro día que dormimos de maravilla, además las sensaciones al inicio de nuestra tercera etapa empezaban a ser bastante mejores, se conoce que los cuerpos se nos estaban adaptando. La idea era avanzar un poco rápido ese día al principio y ver si podíamos llegar hasta Mérida, empezamos el camino por carretera con la intención de hacer la primera parada en Zafra, porque a mi me había gustado mucho en mi viaje anterior, pero cuando nos dimos cuenta, dado que la carretera nacional no pasa por Zafra, ya nos la habíamos pasado y estábamos cerca de Villafranca de los Barros, así que decidimos parar a tomar algo de fruta en Villafranca y seguir por la pista en dirección a Mérida. El camino por la pista es bastante monótono y no difiere mucho del camino por carretera, pero es una etapa que hay que pasar, debe ser bastante más duro para los peregrinos a pie superar esas interminables rectas sin ninguna sobra en la que cobijarte. Afortunadamente el viento no nos iba en contra, lo peor es un trozo del camino que, aunque está abierto, alguien lo debió arar en su día y es un verdadero suplicio pasarlo en la bici por el traqueteo que te pega ¡menudo cabreo que se llevó mi compañera con el asunto! ¡Al que lo roturó habría que hacerle allanarlo con los dientes!
En ese trayecto conocimos a un grupo de cuatro ciclistas que viven también en Cataluña que iban haciendo el camino de una forma muy peculiar. Iban de dos en dos y sin equipaje, pero el camino lo hacían los cuatro, al parecer llevaban coche y cuando llegaban al destino, uno o dos se volvía en autobús al punto de partilla y llevaban el coche al de llegada y, así todos los días la segunda pareja nos adelantó llegando a Mérida y luego tomando un cerveza en Mérida nos los volvimos a encontrar y nos contamos nuestros respectivos proyectos. Ellos hacían el camino desde Sevilla a Salamanca y el año que viene de Salamanca a Santiago. Así lo hicieron también con el Francés años atrás. Fimos encontrándonos con ellos los días siguientes, la última vez que los vimos ellos se quedaban en Cañaveral, espero que llegaran bien a Salamanca y que el año que viene terminen el camino. Cada cual se lo monta a su forma.
Ese día comimos en Torremejía y llegamos a Mérida con tiempo de echarnos una siesta y dar un paseo turístico por la ciudad. Como curiosidad deciros que con el calor que hacía no encontramos en todo el centro un sitio para comernos un helado, ahora sí, las tapas de productos típicos de la zona que nos cenamos al lado del museo estaban de rechupete y, encima, por ser martes estaban a mitad de precio, por 10 euritos, bebida incluida, cenamos los dos en pleno centro turístico de Mérida (si no lo me lo como no lo creo).
Aquí también dormimos en un hostal porque el albergue no me gusto el año pasado y encima más adelante un peregrino alemán me había dicho que le picaron las chinches.
Bien dormidos y descansado comenzamos la etapa cada vez con mejores sensaciones. Del embalse de Proserpina ¿que os voy a contar? Quizá no sea un paraje muy bonito en comparación con lo que ya habíamos visto en las etapas anteriores y lo que nos quedaba por ver, pero sólo pensar que está ahí desde que lo construyeron los descendientes de Rómulo y Remo y haciendo precisamente las funciones para las que lo idearon, además por la edad que tiene, ya vale la pena detenerse un rato y contemplarlo y si quieres hablarle, nadie te lo puede impedir ya que a la historia también se le puede hablar, al fin y al cabo ella depende de todos nosotros porque sin nosotros y los que nos precedieron y no seguirán, sencillamente no existiría.
Pasado Proserpina, el camino se hace más bonito, primero por una carreterilla que al poco se desvía a la izquierda para tomar caminos de tierra durante unos kilómetros hasta Aljucén, pasando por las típicas dehesas. En Aljucén repostamos bebidas y algo de fruta para afrontar el largo camino que nos quedaba atravesando el maravilloso paraje del Parque Nacional del Cornalvo. Una verdadera maravilla de la naturaleza. Son unos veinte kilómetros en lo que no te encuentras a nadie, solo dehesas ahora muy verdes y dibujadas de colores por miles de flores, ganado, todo tipo de fauna autóctona y soledad, mucha soledad pero acompañada de la sinfonía sin música de ruidos del campo, los pájaros, el ruido de la ramas movidas por el viento, las ranas… es que no te atreves ni a respirar por no meter ruidos extraños al sitio. (para más detalles no hay más remedio que ir verlo porque yo no sé explicarlo mejor).
La parte final del parque se hace dura, porque tienes que superar una fuerte y pedregosa subida que desemboca en un corredor por encima de la montaña que tienes que recorrer durante varios quilómetros en suave pero constante subida hasta que llegas a la bajada hacía Alcuéscar. En este pueblo nos paramos a tomar algo de fruta y chocolate y descansar un rato para afrontar la segunda parte de esta larga etapa hasta Cáceres.
La salida de Alcuéscar y el camino hasta las Casas de Don Antonio, sigue por unas dehesas bastante bonitas pero que no se les aprecia en todo su valor porque están en el lugar equivocado. Me explico, no es lo mismo tomarse un tinto de verano cuando tienes mucha sed, que hacerlo después de haberte bebido un gran reserva y nosotros todavía teníamos en las retinas el Parque Nacional del Cornalvo. En Casas hay un bonito puente y enseguida sales a la Nacional, mejor dicho, al camino que va paralelo a la Nacional, de tal forma que te da lo mismo ir por uno que por la otra, nosotros fuimos por la carretera hasta Valdesalor donde llegamos a la hora de comer al único sitio donde se podía. Estaba abarrotado porque había un grupo grande de peregrinos (creo que turisgrinos) también de Cataluña que lo tenían colapsado. Allí estaban también nuestros amigos ciclistas de dos en dos a los que saludamos y ya nos advirtieron de que debíamos armanos de paciencia. Al final, aunque tarde comimos y bien, ya sólo quedaban 11 kilómetros con el alto de las Camellas por medio para llegar a nuestro destino ese día. Subiendo el alto, ya empecé a intuir que mi compañera llegaría a Santiago en bici, ella todavía no se lo creía pero yo si.
Al llegar a Cáceres paramos en una farmacia a comprar alguna cremita para salva sea la parte y las tres farmacéuticas se quedaron a cuadros cuando vieron a mi compañera y les dijimos que veníamos de Sevilla e íbamos a Santiago. Vaya piropos que le echaron, yo se lo agradezco de corazón porque le dieron un subidón de moral y a mi me dejaron más orgulloso de lo que estaba.
Del hostal (o antro) de Cáceres solo os voy a hablar para que no vayáis, se llama Cesar, nos dieron una habitación deprimente con una humedad que me perece inexplicable a tenor del calor que hacía ese día, ¿Cómo será ese antro en invierno? y el precio el normal para los hostales. Lo peor es que daba a un patio interior y en el patio había hecho un cuarto adosado a la pared de la habitación que tenía un motor que hacía un ruido sordo que se te metía en el cerebro. La verdad es que por la tarde no lo habíamos notado. Después de dar unas decenas de vueltas en la cama y ver que era imposible conciliar el sueño, me levanté y llamé al teléfono que venía en la guía y tuve la suerte de que me atendieron la llamada, me dijeron que no me preocupara que en un rato se pararía, en eso sí que lo cumplieron porque a los 10 minutos el ruido paro. Al final pudimos dormir más o menos bien.
Al día siguiente desayunamos en una churrería próxima al hostal en la que coincidimos con los ciclistas que conocimos el día anterior. Iniciamos la etapa camino de Galisteo que iba a ser nuestra próxima parada. La etapa resultó dura, más bien terminó siendo dura. Digamos que las dos terceras partes de la etapa, fueron más o menos placenteras, por el paisaje de dehesa, quizá menos bonitas que el día anterior pero bonitas al fin y al cabo, y poco a poco fuimos acercándonos a Grimaldo donde llegamos a las una del medio día con un calor que ya se hacía bastante asfixiante. Paramos a tomar unas claritas en el bar donde está el albergue que tenía una más que apetecible terraza a la sombra al pie de la carretera, donde estaban descansando varios peregrinos que ya habían dando por finalizada su etapa, todos extranjeros, a los que saludamos y entablamos una corta conversación sin trascendencias dignas de contar. Pero junto a los peregrinos había un anciano del pueblo que se puso la mar de contento de poderse entender con unos peregrinos, éramos nosotros, porque según el allí no llegaban nada más que extranjeros con los que no había forma de entenderse. El abuelo nos estuvo contando cosas del pueblo y anécdotas de los viajeros, debe ser que es uno de los pocos entretenimientos que tiene el hombre en el pequeño pueblo en el que vive (tampoco tiene los inconveniente que sufrimos los que vivimos en una gran ciudad). Lo cierto es que el hombre nos aconsejó que hasta Galisteo siguiéramos la carretera y que todo era cuesta abajo, así que en una hora estaríamos en nuestro destino, además el camino no estaba nada bien y habría algún problema (me imagino que se refería a la famosa finca que interrumpe el camino original con el cartel de prohibido el paso).
El caso es que seguimos sus consejos pero sólo parcialmente y emprendimos el camino por carretera que, efectivamente iba casi todo el rato cuesta abajo, pero el trak que yo llevaba llegó un momento en el que me indicaba que me desviara a la derecha por un camino paralelo al canal que, según había leído, ofrecía un “agradable paseo hasta Galisteo”. No se qué entendía el que escribió la guía como “agradeable paseo” será que lo hizo en un todoterreno. El camino por el canal lo evitarían hasta las cabras, todo roto, lleno de piedras y trozos de antiguo asfalto que hacían verdaderamente penoso transitar por el. Esto unido al calor insoportable que hacía ese día a las dos de la tarde y sin una puñetera sombra en la que cobijarse, encima con el sentimiento de culpabilidad por no haber seguido las indicaciones del abuelo ¡Cuándo aprenderemos a hacer caso de nuestros mayores! En el momento en el que pude y mi gps me dio una salida, tome un camino que salía a la izquierda que nos llevó a un pueblo que creo que se llama Riolobo o algo así. Llegados al pueblo vimos las flechas amarillas y las seguimos hasta llegar a Galisteo, primero por terreno más o menos llano, pero al final con una subidita que nos dejó listos para sentencia, ella preguntaba con sorna que porqué todos los dichosos pueblecitos están en la ”picorota”.
Llegados a Galisteo, en la misma entrada, adelantamos a algunos peregrinos extranjeros, algunos bastante ancianos. Nos dirigimos al albergue, ya que me había leído que se trata de un albergue nuevo y que está bastante bien. Efectivamente, el albergue es nuevo y está bastante bien de instalaciones, la hospitalera no estaba, así que como habían hecho los demás, pasamos al dormitorio para ocupar nuestras camas, pero cuando entramos nos encontramos que sólo quedaban dos camas vacía y no estaban juntas, aun así pusimos algunas de nuestras cosas encima de ellas en clara señal de que las habíamos ocupado.
Lo que pasa es que el panorama que vimos no nos gustó, nada de nada, los peregrinos, casi todos extranjeros menos un chico español -que estaba sentado fuera, debidamente aseado- se habían acostado encima de los colchones sin duchar y, por si fuera poco, la posición de las camas hacía que los pies de unos estuvieran bien cerquita de las cabezas de los otros ¡que asco! No me cae de sorpresa, seguro que a vosotros tampoco, pero es que algunos foráneos son espesitos, espesitos, será por eso que en algunos países de nuestro entorno se hagan tan buenos perfumes, ¡con lo bien que huele el agua y jabón!
El caso es que le dije a mi compañera que se quedara allí por si acaso y yo me fuí al pueblo a buscar un alojamiento, digamos que menos escatológico. La pensión del bar que está al lado del albergue estaba completa, pero hay un hotel a la entrada del Pueblo que está de maravilla y por 40 euros disfrutamos de una habitación digna de un hotel de cuatro estrellas, sin exagerar, no digo el nombre del hotel pero es el único que hay, así que si alguien quiere ir no tendrá pérdida. Cuando volví al albergue me encontré a mi compañera indignada porque una peregrina extranjera le había dicho que no podía utilizar una de las camas con la excusa de que la tenía reservada para otra peregrina que venía detrás. Total que le dije que no discutiera porque siempre tendríamos las de perder y más tratándose de una persona muy mayor que venía andando y de que nosotros veníamos en bici, lo que ya supone de por sí que arrostremos este “Sanbenito” de ser una especie de seres de tercer orden en la mayoría de los aspectos. En los albergues, los últimos, en los caminos debemos dar preferencia a los peatones siempre aun cuando a ellos les sea más fácil y menos arriesgado cedernos el paso (luego os cuento un caso), en las carreteras, los choches no nos respetan, y un largo etcétera que no hace falta que os explique porque lo sufrís cotidianamente en vuestras propias carnes.
Total que recogimos nuestros bártulos y nos fuimos al hotel sin discutir, como lo que somos, y le dejamos a las peregrinas la cama, al fin y al cabo, aunque los argumentos que emplearon no fueron los más adecuados, posiblemente por la necesidad (eso sí todo muy amablemente y con una amplia sonrisa, como hacen nuestros vecinos europeos cuando nos la dan con queso como pasa casi siempre), en este caso creo que ellas sí estaban más necesitadas que nosotros, me queda la duda, mejor dicho no me queda, de qué hubiera pasado en caso contrario.
Nos echamos una estupenda siesta y luego un paseo por el pueblo donde cenamos en una terraza y a dormir en nuestra estupenda habitación y recuperarnos del que había sido uno de los día más duros de nuestro camino hasta ese momento.
Al día siguiente afrontamos la que sería nuestra última etapa por tierras extremeñas, salimos de Galisteo por carretera hasta Carcaboso y en el camino vimos a un grupo de peregrinos que nos llamó la atención, se trataba de dos hombres (creo que andaluces) con un burro que tiraba de un pequeño carro con todos los pertrechos y un perrillo. Les pedí permiso e hice las fotos que habréis visto en el reportaje fotográfico. En Carcaboso retomamos el camino de tierra y tras unos kilómetros sorteando charcos y terreno embarrado llegamos a uno de los parajes más bonitos de las dehesas extremeñas, se trata de una vereda que va junto a un muro de piedra que separa fincas, al principio lo llevas a la derecha y luego, tras pasar una cancela, lo llevas a la izquierda.
La belleza del tramo es indescriptible (a veces me siento torpe e impotente por no saber describir con palabras la belleza de algunos lugares y los sentimientos que me provocan), la suerte es que se trata de un tramo que ya lo han descrito otros peregrinos antes que yo, e incluso he podido ver algunos vídeos grabados, por lo que seguro que ya sabéis de lo que hablo.
En este tramo, de vez en cuando, adelantamos a algunos peregrinos a pie que, en la mayoría de los casos, se pararon y nos facilitaron el camino y nos obsequiaron con una amplia sonrisa que fue mutua, porque se trata de una senda muy estrecha. Bueno, tengo que decir que esa actitud la mostraron todos menos una peregrina, que nos hizo claras señas de que no se iba a apartar y que si queríamos adelantarla tendríamos que salinos de la senda, yo lo hice y estuve a punto de dar con mis huesos en el suelo, afortunadamente recapacitó y se mostró más benevolente con mi compañera a la que sí tuvo a bien dejar pasar por la que ella consideraba su senda. Me pregunto ¿cómo hay algunas personas que no se contagian de tan maravilloso entorno?, para la mayoría de la gente deambular por parajes de tan extraordinaria belleza les hace aflorar lo mejor que llevan dentro, les reconciliar con el mundo y con la gente y se muestran espontáneamente más amables con todo lo que les rodea, incluidas las personas, a esta señora parece que no. No le vi la cara, pero seguro que todo lo hizo con una displicente sonrisa al más genuino estilo centroeuropeo. Muchas gracias, en todo caso, señora por cederle el paso a la mía y le doy gracias a Dios porque la mía se ella y uno usted.
A poco de salir del maravilloso paraje que he tratado de describir llegarnos a la ciudad de Cáparra con su impresionante arco. Se trata de un lugar que te encuentras casi de sopetón al salir de la dehesa tras una curva, es un conjunto de ruinas de los que en su día fue la ciudad romana de Cáparra con su impresionante arco que debe conmemorar alguna victoria militar como era usual. Tras las necesarias fotos para dejar constancia y reposar un rato continuamos nuestro viaje hacía el destino que nos habíamos fijado, Baños de Montemayor. El calor apretaba bastante y nos empezó a entrar algo de hambre, por lo que decidimos parar en un bar de carretera que había unos kilómetros antes de llegar a Aldeanueva del Camino aunque no eran más de las 12.30 del mediodía. Afortunadamente aunque era temprano no atendieron y nos dieron de comer de maravilla productos típicos de la zona. El problema es que cuando retomamos el camino el calor era insoportable y con el estómago lleno de buenas viandas y buenos caldos, pedalear se hacía bastante penoso. Tuvimos que parar un par de veces en las pocas sobras que encontramos (alguna debajo de un puente) para poder hacer los cuatro o cinco kilómetros que separan el bar donde cominos de Aldeanueva. En el pueblo, buscamos un parque, que yo ya conocía, con unas sombras estupendas y una fuente que da un agua buenísima y fresquísima. Después de refrescarnos convenientemente en la fuente, nos dormimos una relajante y reparadora siesta bajo la sombra de los árboles que nos vino de maravilla, ¡Hay que ver que reconfortantes pueden resultar algunas cosas tan sencillas, cuando las circunstancias acompañan!
Después de la siesta y una vez había aflojado el calor, continuamos nuestro viaje hacía Baños, teníamos 10 kilómetros en constante subida pero bastante tendida que superamos si mucha dificultad (por lo menos eso me parece ahora en la distancia).
En baños, el hospitalero nos dio la opción de alojarnos en el albergue compartiendo habitación con otros peregrinos o una pensión en la que, por dos euros más, tendríamos habitación y baño para nosotros solos. Nos fuimos a la pensión y resultó ser un acierto.
Nuestra idea de parar en Baños era con la intención de tomar los baños termales. Resultó un poco frustrante, ya que los baños termales sólo se pueden tomar bajo prescripción médica y si no, los únicos servicios que te ofrecen es la piscina climatizada y/o hacer alguno de los circuitos de los que ofrecen en cualquier otro spa, eso sí, el entorno es el del balneario lo que le hace ser un poco especial. En todo caso nos fuimos un rato a la piscina para relajarnos y allí conocimos a otro grupo de ciclistas que nos fuimos encontrando algún día más. Se trataba de un grupo de ciclistas de Fuengirola que había salido de Sevilla. Yo me di cuenta de que eran ciclistas por el reparto de moreno de sus cuerpos, los brazos morenitos hasta los hombros y las piernas morenas finalizadas en unos delatadores pies lechosos. Estuvimos hablando un rato de los avatares del camino y de la cantidad de paisanos míos que veranean en Fuengirola. Uno de ellos me dio unas referencias para identificar a mis paisanos en Fuengirola, según él basta con mirarles las axilas, porque en Fuengirola los cordobeses son los únicos que las tienen morenas de tanto saludarse unos a otros “Adios Rafael, hasta luego Rafa” ¿será verdad?
Después de la relajante sesión de piscina, nos fimos a comprar la cena de la que dimos buena cuenta en la terraza privada que tenía nuestra habitación de la pensión en la que estuvimos, solos o casi solos. Buena forma de finalizar una preciosa etapa, aunque también resultó un poco dura por el calor. Con esto poníamos prácticamente fin a nuestro recorrido por tierras extremeñas porque, a los dos o tres kilómetros de la etapa del día siguiente ya entrabamos en la provincia de Salamanca y, por lo tanto, en Castilla-León.
EXTREMADURA
Salimos de la zona de servicios con dirección a Monesterio siguiendo las indicaciones por carretera hasta que el camino se desvía hacia una pista de tierra. Yo me acordaba de que hasta llegar al pueblo había una considerable subida por la pista de unos dos kilómetros que nos podían hacer bastante pupa ya que todavía no nos habíamos recuperado del todo del día anterior, por lo que le propuse a mi compañera no gastar fuerzas en balde y subir andando, así lo hicimos.
Cuando llegamos a Monesterio era la hora de almorzar y nos fuimos a la misma tienda de productos típicos de la zona en la que estuve el año pasado, pero en vez de comprar un bocata como hice entonces, vi que en la misma tienda había instalados unos barriles que hacían las veces de mesas para degustar los productos, así que decidimos comprar jamón de la tierra y un buen queso que la dependienta, muy amablemente, nos troceó y nos sirvió en una bandeja. Así que entre lonchas de jamón, taquitos de queso, buen pan y buenas cervecitas nos pusimos muy “agustito” como dice el torero que no vimos en su finca. Todavía me relamo de jamón de Monesterio.
De Monesterio a Fuente de Cantos, no hay mucho que contar aunque sí mucho que disfrutar del camino que discurre por dehesas, al principio aunque luego se mete en tierras de cultivo cereales y cancelas, muchas cancelas. Al llegar a Fuente de Cantos, nos dirigimos al Albergue Alba Plata pero nos encontramos con que estos albergues cierran los lunes y martes por descanso del personal ¡toma ya!. Total que nos buscamos otro hostal donde nos dieron, por buen precio una habitación estupenda con su baño completo por poco más de lo que nos hubiera costado el albergue, además en la negociación conseguimos que nos incluyeran el desayuno en el precio. Además cenamos estupendamente en el mismo hostal, también a un módico precio. La verdad es que a mi me gustan los albergues por el tema del ambiente peregrino y por la posibilidad de conocer gente y hablar con ellos, por lo del precio no creo que valga mucho la pena.
En el mismo hostal estaban dos peregrinas que habíamos adelantado un par de kilómetros antes de entrar en Fuente de Cantos. Por lo menos eran octogenarias e iban dando tumbos de un lado al otro del camino, pero fura como fuera, ellas llegaron y cuando nosotros salimos a comprar algo de fruta para el día siguiente, ellas ya venían de lo mismo, así que no debieron de tardar mucho más que nosotros en llegar. Y luego nosotros presumimos de que hacemos estas cosas “extraordinarias” a nuestra edad, siempre hay alguien que te supera de uno u otro modo. Estuvimos hablando brevemente con ellas durante la cena y su intención era llegar a Santiago, espero que lo logren o lo hayan logrado, desde luego convicción no les faltaba.
Otro día que dormimos de maravilla, además las sensaciones al inicio de nuestra tercera etapa empezaban a ser bastante mejores, se conoce que los cuerpos se nos estaban adaptando. La idea era avanzar un poco rápido ese día al principio y ver si podíamos llegar hasta Mérida, empezamos el camino por carretera con la intención de hacer la primera parada en Zafra, porque a mi me había gustado mucho en mi viaje anterior, pero cuando nos dimos cuenta, dado que la carretera nacional no pasa por Zafra, ya nos la habíamos pasado y estábamos cerca de Villafranca de los Barros, así que decidimos parar a tomar algo de fruta en Villafranca y seguir por la pista en dirección a Mérida. El camino por la pista es bastante monótono y no difiere mucho del camino por carretera, pero es una etapa que hay que pasar, debe ser bastante más duro para los peregrinos a pie superar esas interminables rectas sin ninguna sobra en la que cobijarte. Afortunadamente el viento no nos iba en contra, lo peor es un trozo del camino que, aunque está abierto, alguien lo debió arar en su día y es un verdadero suplicio pasarlo en la bici por el traqueteo que te pega ¡menudo cabreo que se llevó mi compañera con el asunto! ¡Al que lo roturó habría que hacerle allanarlo con los dientes!
En ese trayecto conocimos a un grupo de cuatro ciclistas que viven también en Cataluña que iban haciendo el camino de una forma muy peculiar. Iban de dos en dos y sin equipaje, pero el camino lo hacían los cuatro, al parecer llevaban coche y cuando llegaban al destino, uno o dos se volvía en autobús al punto de partilla y llevaban el coche al de llegada y, así todos los días la segunda pareja nos adelantó llegando a Mérida y luego tomando un cerveza en Mérida nos los volvimos a encontrar y nos contamos nuestros respectivos proyectos. Ellos hacían el camino desde Sevilla a Salamanca y el año que viene de Salamanca a Santiago. Así lo hicieron también con el Francés años atrás. Fimos encontrándonos con ellos los días siguientes, la última vez que los vimos ellos se quedaban en Cañaveral, espero que llegaran bien a Salamanca y que el año que viene terminen el camino. Cada cual se lo monta a su forma.
Ese día comimos en Torremejía y llegamos a Mérida con tiempo de echarnos una siesta y dar un paseo turístico por la ciudad. Como curiosidad deciros que con el calor que hacía no encontramos en todo el centro un sitio para comernos un helado, ahora sí, las tapas de productos típicos de la zona que nos cenamos al lado del museo estaban de rechupete y, encima, por ser martes estaban a mitad de precio, por 10 euritos, bebida incluida, cenamos los dos en pleno centro turístico de Mérida (si no lo me lo como no lo creo).
Aquí también dormimos en un hostal porque el albergue no me gusto el año pasado y encima más adelante un peregrino alemán me había dicho que le picaron las chinches.
Bien dormidos y descansado comenzamos la etapa cada vez con mejores sensaciones. Del embalse de Proserpina ¿que os voy a contar? Quizá no sea un paraje muy bonito en comparación con lo que ya habíamos visto en las etapas anteriores y lo que nos quedaba por ver, pero sólo pensar que está ahí desde que lo construyeron los descendientes de Rómulo y Remo y haciendo precisamente las funciones para las que lo idearon, además por la edad que tiene, ya vale la pena detenerse un rato y contemplarlo y si quieres hablarle, nadie te lo puede impedir ya que a la historia también se le puede hablar, al fin y al cabo ella depende de todos nosotros porque sin nosotros y los que nos precedieron y no seguirán, sencillamente no existiría.
Pasado Proserpina, el camino se hace más bonito, primero por una carreterilla que al poco se desvía a la izquierda para tomar caminos de tierra durante unos kilómetros hasta Aljucén, pasando por las típicas dehesas. En Aljucén repostamos bebidas y algo de fruta para afrontar el largo camino que nos quedaba atravesando el maravilloso paraje del Parque Nacional del Cornalvo. Una verdadera maravilla de la naturaleza. Son unos veinte kilómetros en lo que no te encuentras a nadie, solo dehesas ahora muy verdes y dibujadas de colores por miles de flores, ganado, todo tipo de fauna autóctona y soledad, mucha soledad pero acompañada de la sinfonía sin música de ruidos del campo, los pájaros, el ruido de la ramas movidas por el viento, las ranas… es que no te atreves ni a respirar por no meter ruidos extraños al sitio. (para más detalles no hay más remedio que ir verlo porque yo no sé explicarlo mejor).
La parte final del parque se hace dura, porque tienes que superar una fuerte y pedregosa subida que desemboca en un corredor por encima de la montaña que tienes que recorrer durante varios quilómetros en suave pero constante subida hasta que llegas a la bajada hacía Alcuéscar. En este pueblo nos paramos a tomar algo de fruta y chocolate y descansar un rato para afrontar la segunda parte de esta larga etapa hasta Cáceres.
La salida de Alcuéscar y el camino hasta las Casas de Don Antonio, sigue por unas dehesas bastante bonitas pero que no se les aprecia en todo su valor porque están en el lugar equivocado. Me explico, no es lo mismo tomarse un tinto de verano cuando tienes mucha sed, que hacerlo después de haberte bebido un gran reserva y nosotros todavía teníamos en las retinas el Parque Nacional del Cornalvo. En Casas hay un bonito puente y enseguida sales a la Nacional, mejor dicho, al camino que va paralelo a la Nacional, de tal forma que te da lo mismo ir por uno que por la otra, nosotros fuimos por la carretera hasta Valdesalor donde llegamos a la hora de comer al único sitio donde se podía. Estaba abarrotado porque había un grupo grande de peregrinos (creo que turisgrinos) también de Cataluña que lo tenían colapsado. Allí estaban también nuestros amigos ciclistas de dos en dos a los que saludamos y ya nos advirtieron de que debíamos armanos de paciencia. Al final, aunque tarde comimos y bien, ya sólo quedaban 11 kilómetros con el alto de las Camellas por medio para llegar a nuestro destino ese día. Subiendo el alto, ya empecé a intuir que mi compañera llegaría a Santiago en bici, ella todavía no se lo creía pero yo si.
Al llegar a Cáceres paramos en una farmacia a comprar alguna cremita para salva sea la parte y las tres farmacéuticas se quedaron a cuadros cuando vieron a mi compañera y les dijimos que veníamos de Sevilla e íbamos a Santiago. Vaya piropos que le echaron, yo se lo agradezco de corazón porque le dieron un subidón de moral y a mi me dejaron más orgulloso de lo que estaba.
Del hostal (o antro) de Cáceres solo os voy a hablar para que no vayáis, se llama Cesar, nos dieron una habitación deprimente con una humedad que me perece inexplicable a tenor del calor que hacía ese día, ¿Cómo será ese antro en invierno? y el precio el normal para los hostales. Lo peor es que daba a un patio interior y en el patio había hecho un cuarto adosado a la pared de la habitación que tenía un motor que hacía un ruido sordo que se te metía en el cerebro. La verdad es que por la tarde no lo habíamos notado. Después de dar unas decenas de vueltas en la cama y ver que era imposible conciliar el sueño, me levanté y llamé al teléfono que venía en la guía y tuve la suerte de que me atendieron la llamada, me dijeron que no me preocupara que en un rato se pararía, en eso sí que lo cumplieron porque a los 10 minutos el ruido paro. Al final pudimos dormir más o menos bien.
Al día siguiente desayunamos en una churrería próxima al hostal en la que coincidimos con los ciclistas que conocimos el día anterior. Iniciamos la etapa camino de Galisteo que iba a ser nuestra próxima parada. La etapa resultó dura, más bien terminó siendo dura. Digamos que las dos terceras partes de la etapa, fueron más o menos placenteras, por el paisaje de dehesa, quizá menos bonitas que el día anterior pero bonitas al fin y al cabo, y poco a poco fuimos acercándonos a Grimaldo donde llegamos a las una del medio día con un calor que ya se hacía bastante asfixiante. Paramos a tomar unas claritas en el bar donde está el albergue que tenía una más que apetecible terraza a la sombra al pie de la carretera, donde estaban descansando varios peregrinos que ya habían dando por finalizada su etapa, todos extranjeros, a los que saludamos y entablamos una corta conversación sin trascendencias dignas de contar. Pero junto a los peregrinos había un anciano del pueblo que se puso la mar de contento de poderse entender con unos peregrinos, éramos nosotros, porque según el allí no llegaban nada más que extranjeros con los que no había forma de entenderse. El abuelo nos estuvo contando cosas del pueblo y anécdotas de los viajeros, debe ser que es uno de los pocos entretenimientos que tiene el hombre en el pequeño pueblo en el que vive (tampoco tiene los inconveniente que sufrimos los que vivimos en una gran ciudad). Lo cierto es que el hombre nos aconsejó que hasta Galisteo siguiéramos la carretera y que todo era cuesta abajo, así que en una hora estaríamos en nuestro destino, además el camino no estaba nada bien y habría algún problema (me imagino que se refería a la famosa finca que interrumpe el camino original con el cartel de prohibido el paso).
El caso es que seguimos sus consejos pero sólo parcialmente y emprendimos el camino por carretera que, efectivamente iba casi todo el rato cuesta abajo, pero el trak que yo llevaba llegó un momento en el que me indicaba que me desviara a la derecha por un camino paralelo al canal que, según había leído, ofrecía un “agradable paseo hasta Galisteo”. No se qué entendía el que escribió la guía como “agradeable paseo” será que lo hizo en un todoterreno. El camino por el canal lo evitarían hasta las cabras, todo roto, lleno de piedras y trozos de antiguo asfalto que hacían verdaderamente penoso transitar por el. Esto unido al calor insoportable que hacía ese día a las dos de la tarde y sin una puñetera sombra en la que cobijarse, encima con el sentimiento de culpabilidad por no haber seguido las indicaciones del abuelo ¡Cuándo aprenderemos a hacer caso de nuestros mayores! En el momento en el que pude y mi gps me dio una salida, tome un camino que salía a la izquierda que nos llevó a un pueblo que creo que se llama Riolobo o algo así. Llegados al pueblo vimos las flechas amarillas y las seguimos hasta llegar a Galisteo, primero por terreno más o menos llano, pero al final con una subidita que nos dejó listos para sentencia, ella preguntaba con sorna que porqué todos los dichosos pueblecitos están en la ”picorota”.
Llegados a Galisteo, en la misma entrada, adelantamos a algunos peregrinos extranjeros, algunos bastante ancianos. Nos dirigimos al albergue, ya que me había leído que se trata de un albergue nuevo y que está bastante bien. Efectivamente, el albergue es nuevo y está bastante bien de instalaciones, la hospitalera no estaba, así que como habían hecho los demás, pasamos al dormitorio para ocupar nuestras camas, pero cuando entramos nos encontramos que sólo quedaban dos camas vacía y no estaban juntas, aun así pusimos algunas de nuestras cosas encima de ellas en clara señal de que las habíamos ocupado.
Lo que pasa es que el panorama que vimos no nos gustó, nada de nada, los peregrinos, casi todos extranjeros menos un chico español -que estaba sentado fuera, debidamente aseado- se habían acostado encima de los colchones sin duchar y, por si fuera poco, la posición de las camas hacía que los pies de unos estuvieran bien cerquita de las cabezas de los otros ¡que asco! No me cae de sorpresa, seguro que a vosotros tampoco, pero es que algunos foráneos son espesitos, espesitos, será por eso que en algunos países de nuestro entorno se hagan tan buenos perfumes, ¡con lo bien que huele el agua y jabón!
El caso es que le dije a mi compañera que se quedara allí por si acaso y yo me fuí al pueblo a buscar un alojamiento, digamos que menos escatológico. La pensión del bar que está al lado del albergue estaba completa, pero hay un hotel a la entrada del Pueblo que está de maravilla y por 40 euros disfrutamos de una habitación digna de un hotel de cuatro estrellas, sin exagerar, no digo el nombre del hotel pero es el único que hay, así que si alguien quiere ir no tendrá pérdida. Cuando volví al albergue me encontré a mi compañera indignada porque una peregrina extranjera le había dicho que no podía utilizar una de las camas con la excusa de que la tenía reservada para otra peregrina que venía detrás. Total que le dije que no discutiera porque siempre tendríamos las de perder y más tratándose de una persona muy mayor que venía andando y de que nosotros veníamos en bici, lo que ya supone de por sí que arrostremos este “Sanbenito” de ser una especie de seres de tercer orden en la mayoría de los aspectos. En los albergues, los últimos, en los caminos debemos dar preferencia a los peatones siempre aun cuando a ellos les sea más fácil y menos arriesgado cedernos el paso (luego os cuento un caso), en las carreteras, los choches no nos respetan, y un largo etcétera que no hace falta que os explique porque lo sufrís cotidianamente en vuestras propias carnes.
Total que recogimos nuestros bártulos y nos fuimos al hotel sin discutir, como lo que somos, y le dejamos a las peregrinas la cama, al fin y al cabo, aunque los argumentos que emplearon no fueron los más adecuados, posiblemente por la necesidad (eso sí todo muy amablemente y con una amplia sonrisa, como hacen nuestros vecinos europeos cuando nos la dan con queso como pasa casi siempre), en este caso creo que ellas sí estaban más necesitadas que nosotros, me queda la duda, mejor dicho no me queda, de qué hubiera pasado en caso contrario.
Nos echamos una estupenda siesta y luego un paseo por el pueblo donde cenamos en una terraza y a dormir en nuestra estupenda habitación y recuperarnos del que había sido uno de los día más duros de nuestro camino hasta ese momento.
Al día siguiente afrontamos la que sería nuestra última etapa por tierras extremeñas, salimos de Galisteo por carretera hasta Carcaboso y en el camino vimos a un grupo de peregrinos que nos llamó la atención, se trataba de dos hombres (creo que andaluces) con un burro que tiraba de un pequeño carro con todos los pertrechos y un perrillo. Les pedí permiso e hice las fotos que habréis visto en el reportaje fotográfico. En Carcaboso retomamos el camino de tierra y tras unos kilómetros sorteando charcos y terreno embarrado llegamos a uno de los parajes más bonitos de las dehesas extremeñas, se trata de una vereda que va junto a un muro de piedra que separa fincas, al principio lo llevas a la derecha y luego, tras pasar una cancela, lo llevas a la izquierda.
La belleza del tramo es indescriptible (a veces me siento torpe e impotente por no saber describir con palabras la belleza de algunos lugares y los sentimientos que me provocan), la suerte es que se trata de un tramo que ya lo han descrito otros peregrinos antes que yo, e incluso he podido ver algunos vídeos grabados, por lo que seguro que ya sabéis de lo que hablo.
En este tramo, de vez en cuando, adelantamos a algunos peregrinos a pie que, en la mayoría de los casos, se pararon y nos facilitaron el camino y nos obsequiaron con una amplia sonrisa que fue mutua, porque se trata de una senda muy estrecha. Bueno, tengo que decir que esa actitud la mostraron todos menos una peregrina, que nos hizo claras señas de que no se iba a apartar y que si queríamos adelantarla tendríamos que salinos de la senda, yo lo hice y estuve a punto de dar con mis huesos en el suelo, afortunadamente recapacitó y se mostró más benevolente con mi compañera a la que sí tuvo a bien dejar pasar por la que ella consideraba su senda. Me pregunto ¿cómo hay algunas personas que no se contagian de tan maravilloso entorno?, para la mayoría de la gente deambular por parajes de tan extraordinaria belleza les hace aflorar lo mejor que llevan dentro, les reconciliar con el mundo y con la gente y se muestran espontáneamente más amables con todo lo que les rodea, incluidas las personas, a esta señora parece que no. No le vi la cara, pero seguro que todo lo hizo con una displicente sonrisa al más genuino estilo centroeuropeo. Muchas gracias, en todo caso, señora por cederle el paso a la mía y le doy gracias a Dios porque la mía se ella y uno usted.
A poco de salir del maravilloso paraje que he tratado de describir llegarnos a la ciudad de Cáparra con su impresionante arco. Se trata de un lugar que te encuentras casi de sopetón al salir de la dehesa tras una curva, es un conjunto de ruinas de los que en su día fue la ciudad romana de Cáparra con su impresionante arco que debe conmemorar alguna victoria militar como era usual. Tras las necesarias fotos para dejar constancia y reposar un rato continuamos nuestro viaje hacía el destino que nos habíamos fijado, Baños de Montemayor. El calor apretaba bastante y nos empezó a entrar algo de hambre, por lo que decidimos parar en un bar de carretera que había unos kilómetros antes de llegar a Aldeanueva del Camino aunque no eran más de las 12.30 del mediodía. Afortunadamente aunque era temprano no atendieron y nos dieron de comer de maravilla productos típicos de la zona. El problema es que cuando retomamos el camino el calor era insoportable y con el estómago lleno de buenas viandas y buenos caldos, pedalear se hacía bastante penoso. Tuvimos que parar un par de veces en las pocas sobras que encontramos (alguna debajo de un puente) para poder hacer los cuatro o cinco kilómetros que separan el bar donde cominos de Aldeanueva. En el pueblo, buscamos un parque, que yo ya conocía, con unas sombras estupendas y una fuente que da un agua buenísima y fresquísima. Después de refrescarnos convenientemente en la fuente, nos dormimos una relajante y reparadora siesta bajo la sombra de los árboles que nos vino de maravilla, ¡Hay que ver que reconfortantes pueden resultar algunas cosas tan sencillas, cuando las circunstancias acompañan!
Después de la siesta y una vez había aflojado el calor, continuamos nuestro viaje hacía Baños, teníamos 10 kilómetros en constante subida pero bastante tendida que superamos si mucha dificultad (por lo menos eso me parece ahora en la distancia).
En baños, el hospitalero nos dio la opción de alojarnos en el albergue compartiendo habitación con otros peregrinos o una pensión en la que, por dos euros más, tendríamos habitación y baño para nosotros solos. Nos fuimos a la pensión y resultó ser un acierto.
Nuestra idea de parar en Baños era con la intención de tomar los baños termales. Resultó un poco frustrante, ya que los baños termales sólo se pueden tomar bajo prescripción médica y si no, los únicos servicios que te ofrecen es la piscina climatizada y/o hacer alguno de los circuitos de los que ofrecen en cualquier otro spa, eso sí, el entorno es el del balneario lo que le hace ser un poco especial. En todo caso nos fuimos un rato a la piscina para relajarnos y allí conocimos a otro grupo de ciclistas que nos fuimos encontrando algún día más. Se trataba de un grupo de ciclistas de Fuengirola que había salido de Sevilla. Yo me di cuenta de que eran ciclistas por el reparto de moreno de sus cuerpos, los brazos morenitos hasta los hombros y las piernas morenas finalizadas en unos delatadores pies lechosos. Estuvimos hablando un rato de los avatares del camino y de la cantidad de paisanos míos que veranean en Fuengirola. Uno de ellos me dio unas referencias para identificar a mis paisanos en Fuengirola, según él basta con mirarles las axilas, porque en Fuengirola los cordobeses son los únicos que las tienen morenas de tanto saludarse unos a otros “Adios Rafael, hasta luego Rafa” ¿será verdad?
Después de la relajante sesión de piscina, nos fimos a comprar la cena de la que dimos buena cuenta en la terraza privada que tenía nuestra habitación de la pensión en la que estuvimos, solos o casi solos. Buena forma de finalizar una preciosa etapa, aunque también resultó un poco dura por el calor. Con esto poníamos prácticamente fin a nuestro recorrido por tierras extremeñas porque, a los dos o tres kilómetros de la etapa del día siguiente ya entrabamos en la provincia de Salamanca y, por lo tanto, en Castilla-León.
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Re: (05) 06-05-2012 Desde Sevilla
TERCERA PARTE
CASTILLA-LEÓN
Entramos en la provincia de Salamanca a la mitad de la subida del puerto de Bejar dos o tres kilómetros desde la salida de Baños de Montemayor. Esta era la primera subida que se podría clasificar como puerto que debíamos afrontar y sería determinante, a los ojos de mi compañera, para sopesar las posibilidades que tendríamos de hacer la ruta completa en bicicleta hasta Santiago sin necesidad de utilizar medios de transporte alternativos. En realidad yo sabía que ella ya había superado dificultades mucho más exigentes que este puerto, pero ella no lo sabía y psicológicamente era importante que subiendo este puerto se diera cuenta de que estaba mucho más preparada de lo que ella suponía. Como ya me lo esperaba subió el puerto sin problemas y el semblante de preocupación le cambió radicalmente. Ese mismo día superaría un puerto muchos más exigente que el de Bejar también con nota.
Sin contratiempos llegamos a Calzada de Bejar después de bajar por el precioso camino de robledales y superar la cuesta de un kilómetro que hay antes de entrar en el pueblo. Tratamos de tomar café pero el único bar estaba cerrado, mejor dicho, lo estaban abriendo pero el dueño nos dijo que no nos podía atender. ¡qué secos resultan algunos por estas tierras! Digo algunos, porque la señora que nos atendió en Valdelacasa resultó todo lo contario, nos abrió el patio trasero para que nos sentáramos a tomar el cafelito relajados con nuestras bicis al lado y nos comiéramos nuestros bocadillos que habíamos hecho con lo que nos sobró de la cena del día anterior. Aquí estuvimos dándole ánimos a una peregrina italiana sesentona que iba sóla y que se había puesto enferma.
Los siete kilómetros desde Valdelacasa a Fuenterroble los hicimos por el camino oficial que algunas veces se alterna con tramos de carretera. En una subida de la carretera, en un momento determinado coincidimos a la izquierda un peregrino y a la derecha nosotros, una furgoneta que venía detrás casi se lleva por delante a mi compañera por esquivar al peregrino, seguramente se le hacía muy cuesta arriba esperar unos segundos para poder adelantarnos a todos sin peligro, una vez más el desprecio más absoluto a los ciclistas y, en este caso a su integridad física.
En Fuenterroble nos paramos a comprar algo de fruta y bebidas para el camino y coincidimos con los ciclistas de Fuengirola con los que departimos un ratito. Después le fui a enseñar a mi compañera el albergue que tan buen sabor de boca me dejo el año pasado. Le gustó muchísimo pero no era caso de finalizar la etapa tan temprano y lo peor es que el peregrino que nos atendió, que estaba unos días recuperándose de sus heridas, nos invitó a una paella comunal que se iba a celebrar al día siguiente ¡Qué pena! No nos podíamos quedar…
Después de Fuenterroble nos quedaba la alternativa de subir por el Pico de la Dueña o dar el rodeo que nos proponía el trak especial para bicicletas que llevábamos. Al final seguimos el trak y nos tragamos un verdadero puerto de montaña mucho más duro que el de Bejar con todo el calor, fue realmente una dura prueba que mi compañera superó con nota. Al final encontramos una sombra cuando faltaban cien metros para coronar y nos paramos un rato a descansar, sobre todo del calor, tumbados, menos mal que antes de iniciar el puerto nos habíamos hidratado bien y habíamos comido parte de la fruta que llevábamos.
A partir de ahí quedaba la opción de quedarnos en San Pedro Rozados o continuar hasta Salamanca, decidimos seguir para adelante y decidir sobre la marcha, pero ya siempre por carretera. Lo que nos quedaba se suponía que era todo cuesta abajo, pero la verdad es que hasta San Pedro había algunas de esas subidas tendidas pero largas que te van comiendo la moral, sobre todo cuando ya vas madurito. Poco a poco llegamos hasta el punto donde debíamos decidir si nos quedábamos en San Pedró, a un kilómetro desde donde estábamos, o continuar los 20 kilómetros que nos separaban de Salamanca. Nos paramos un rato a descansar y comer un plátano y algo de chocolate, le pregunté a un chica que iba a caballo si la carretera me llevaba directa a Salamanca y si había cuestas, me dijo que todo recto y casi todo cuesta abajo, no me engañó, lo que pasa es que estábamos muy cansados y el trayecto hasta Salamanca se nos hizo interminable, pestoso como se dice en el argot ciclista.
Mal que bien y haciendo de tripas corazón llegamos a Salamanca bastante fundiditos, nos fuimos directos al albergue y el hospitalero italiano, muy amable nos dijo que los sentía en el alma pero que sólo le quedaba una cama libre. Pues nada a buscarse la vida, después de algunas llamadas telefónicas infructuosas y de ir a un colegio mayor que tenía servicio de albergue juvenil donde, aunque estaba abierto no había nadie para atendernos ni salió a pesar de que estuvimos un rato recorriéndolo y preguntando en voz alta si había alguien, llamamos al albergue juvenil Lazarillo de Tormes que está a las afueras de Salamanca donde nos dieron cobijo en una habitación de cuatro camas para nosotros solos con baño privado. La verdad es que estaba bastante bien y después de ducharnos y acomodarnos, nos fuimos en bus a Salamanca a tomar unas cervecitas y cenar algo. Cenamos enseguida a base de hidratos de carbono (pasta y pizza) y un taxi al albergue a dormir porque ya no nos teníamos en pié. ¡Ah! el taxi 4.50 euros, por si os veis en la necesidad.
Una etapa dura, dura, no en vano fueron 88 km casi 8 horas de pedaleo y una subida acumulada de más de mil trescientos metros. ¡Pero ella seguía dándole vueltas a lo de los puertos de Galicia! Me recuerdo de la paradoja de que los elefantes les tangan miedo a los ratones.
Dormimos como lirones, como no podía ser de otra forma, la etapa de Salamanca a Zamora, la hicimos toda por carretera, entre otras cosas para recuperarnos un poco de los esfuerzos de las anteriores y porque yo me acordaba de que el camino no aporta mucho, salvo continuos bancos de arenas que pueden propiciar alguna que otra caída. Disfrutamos, eso sí, de la vista de inmensas plantaciones de algo que daba una flor amarilla que lo hacían especialmente agradable de ver. Luego me he enterado por el foro de que se trata de plantaciones de colza.
La única parada de mención la hicimos en el Cubo del Vino (curioso nombre para un pueblo), donde nos paramos en un bar a tomar un cafelito y almorzar con las cosas que habíamos comprado el día anterior en Zamora. En el bar donde paramos ponía que daban bocadillos, por lo que optamos por tomarnos el café y luego buscar un sitio para hacernos los bocatas y comer la fruta. Al poco entraron los ciclistas de Fuengirola y cuando nos íbamos ellos también salía sin tomar nada porque les habían dicho que no tenían bocadillos. Total que si lo llegamos a saber sacamos lo nuestro y nos lo comemos allí mismo. Al final ellos compraron las cosas en un supermercado y todos nos comimos el almuerzo en la plaza del pueblo. Los volvimos a ver por última vez en Zamora mientras esperábamos que llegara el hospitalero del albergue, ellos siguieron la etapa, creo que hasta Monmarta porque querían avanzar para hacer más cortas las etapas gallegas (otros con la creencia equivocada de que lo duro de la Vía de la Plata está sólo en Galicia, que no hombre que no, la Vía es durilla se mire por donde se mire, de arriba a abajo y al contrario)
Total que haciéndolo por carretera recta y sin casi subidas nos plantamos en Zamora en cuatro horas y media y nos fuimos directamente al estupendo albergue de peregrinos que hay y que yo conocía del año anterior. Tan temprano habíamos llegado que nos encontramos con que faltaba hora y media para que lo abrieran. Allí estaban dos peregrinos que vivían en Zaragoza, uno de ellos era extremeño el otro de Teruel (el de Teruel me recordó a mi compañero del año paso Santiago, que vive en Zaragoza y es de un pueblo de Cáceres, no por eso sino porque se parecen físicamente, lo que se llama asociación de ideas con las imágenes). El caso es que mientras estábamos esperando me hablaron de un hostal que estaba en la Plaza Mayor y que hacían precios especiales para peregrinos.
Al tanto llegó el hospitalero, no para abrir, sino para hacer alguna gestión, le preguntamos si podíamos entrar a los servicios y nos dijo que hasta la 13.30 no, que buscáramos un bar. Además nos dijo que hasta las cuatro y media de la tarde los peregrinos en bicicleta no podríamos entrar, yo le dije que bueno pero que si nos dejaría, por lo menos, ducharnos aunque no nos asegurara la cama, a lo que me contestó que no, que las normas eran las normas. El año pasado yo estuve en el mismo sitio y a la misma hora más o menos, y los hospitaleros (un matrimonio de amabilísimos argentinos), no nos pusieron ninguna pega. La mentalidad germánica del hospitalero de este año no daba para más flexibilidad, eso sí ahora no había la habitual cortesía europea para decirte que no, ahora era radical ¡no voy a discutir con usted, la norma es la norma! El estaba al mando, pues no había más que hablar.
Tomé mi bici, sin alforjas y me fui a ver el hostal de la Plaza Mayor, me ofrecieron un buen precio y una buena habitación con su propio baño, así que la concerté y me fui a por mi compañera. Al llegar al albergue, lo estaban abriendo, el hospitalero nos ofreció, ahora con una sonrisa en la cara que podíamos entrar y ducharnos -¿habría hablado con algún superior con mentalidad latina?. Yo le respondí, con otra sonrisa en la cara, que muchas gracias que ya había contactado con otro sitio donde me había acogido con la amabilidad que se debe al peregrino, venga como venga. Que conste que por mi trabajo he viajado bastante por Europa tengo muy buenos amigos de diferentes países, pero hay una realidad, para mi muy clara, y es que somos muy diferentes a ellos, somos sobre todo, y salvo honrosas excepciones por su parte, mejores personas porque damos, en general, más sin pedir nada o casi nada a cambio, gracias a Dios.
Nos acomodamos en el hostal, nos dimos una buena ducha y bajamos a comer a una de las terrazas que hay justo a la salida del edificio donde está el hostal, comimos el menú del día a un buen precio.
Después una buena siesta, un paseo por Zamora algunas fotitos, una cenita frugal y a dormir tempranito como todos los días.
La mañana se presentó espléndida como los días anteriores, fresquita al principio pero avisando del calor que vendría después. El objetivo primero era llagar a Tábara pero dependiendo de la hora podríamos alargarlo o no.
Nada más salir de Zamora, nos encontramos a los peregrinos que habíamos conocido en la puerta del Albergue, nos dimos los buenos días y le preguntamos cómo iban las heridas que uno de ellos tenía en los pies. Afortunadamente iban bastante mejor, por cierto, nos contaron que al poco de irnos nosotros apareció en el dormitorio del albergue un ciclista a ocupar una de la cama y le preguntaron que cómo era posible que el hospitalero le hubiera dejado entrar antes de las cuatro y media si a un matrimonio que estaban antes se lo había negado. Sería solo para que se duchara, le preguntaron, el respondió que no que no le habían puesto ninguna pega ni hora de entrada. Estaban verdaderamente indignados y así se lo hicieron saber al pobre ciclista que no sabía de qué le venía a él la bronca.
Desde Zamora hasta Granja de Moreruela fuimos alternando camino y carretera por donde no había demasiado tráfico. En Roales del Pan me di cuenta de que no había llenado el bidón de agua, por lo que le pregunté a unos albañiles de una obra que si había alguna fuente o alguna tienda abierta para comprar agua. El que me atendió me dijo que no era de allí y que no sabía pero que si lo que necesitábamos era agua nos esperáramos un momento. Salió con una botella de agua mineral sin abrir y nos la dio, yo le dije que cuánto le debía y él me contestó que no se cobra a nadie por apagar la sed. Por cierto, era portugués, que todo hay que decirlo, “muito obrigado” amigo.
Llegamos a Granja de Moreruela sin novedad y allí paramos para almorzar algo de fruta antes de tomar el desvío del camino a la izquierda para seguir nuestra ruta por el Camino Sanabrés. A partir de Granja el camino deja la bella monotonía de los campos de secano de Castilla, para adentrarse en un terreno más serrano y abrupto, más pedregoso y duro, pero por el contrario, para mi gusto mucho más bonito. Poco antes de llegar al famoso puente de Quintos -donde unos chavales no invitaron a compartir su almuerzo con ellos y nosotros declinamos la invitación porque ya lo habíamos hecho- el camino discurre por una tranquila carretera local que los viandantes abandonan nada más atravesar el puente por una vereda pero que es impracticable para las bicis. Nosotros continuamos por la carretera hasta Tábara, ningún coche nos adelanto o se cruzó con nosotros hasta poco antes de Tábara. Como a unos diez o doce kilómetros antes del citado pueblo y justo cuando coronábamos una subida, nos alcanzó otro bicigrino que iba solo, nos saludamos brevemente pero el se desvió por el camino que marcaban las flechas y nosotros le hicimos caso a trak y seguimos por la carretera.
Al llegar a Tábara a las 13 horas aproximadamente decidimos parar a comer para luego seguir hasta Santa Croya de Tera. Al poco de estar en el restaurante llegó el otro bicigrino que se sentó en una mesa al lado de nosotros. Total que empezamos a hablar y contarnos cosas propias del viaje. El venía sólo, vivía en Madrid, pero había empezado en Salamanca. Nos contó que la primera noche la pasó en Zamora en el albergue y nos preguntó que donde habíamos parado nosotros la noche anterior, al decirle que en Zamora nos preguntó si no seríamos nosotros el matrimonio al que no le dejaron entrar en el albergue, le dijimos que efectivamente, el hombre nos dijo todo compungido que ya lo sentía. No te preocupes, le dijimos, nosotros hemos dormido de maravilla, esas son cosas de la poca flexibilidad mental de algunos foráneos. Comimos estupendamente y los tres reanudamos el camino juntos, por poco tiempo, porque él iba más rápido que nosotros y su objetivo del día era llegar a Rionegro del Puente (ni más ni menos), nos dijimos adiós y nos deseamos buen camino y buena suerte, no le volvimos a ver pero a ambos nos pareció un buen tipo.
Esa tarde a mi me tocó agobiarme un poco, no sé si fue por el calor que hacía, por lo duro (por pedregoso y solitario) del camino o porque tenía la sensación de que otra vez había medido muy alegremente nuestras fuerzas al proponer a mi compañera continuar en Tábara. Lo cierto es que, como suele pasar, cuando yo me agobio aparece la entereza de mi compañera para darme ánimos y mostrarme la fortaleza de la madera con la que está hecha, así que con los ánimos de ella y chino chano pasamos por los pedregosos caminos rodeados de inmensos jarales que separan ambos pueblos y a las cinco de la tarde estábamos en el Albergue de Anita en Santa Croya de Tera.
Lo curioso es que por la noche, antes de dormirme y repasando las vivencias del día, me di cuenta de algo bueno que me estaba sucediendo desde hacía algunos días y que me había pasado totalmente inadvertido. Me di cuenta de que ese día me había agobiado pero sólo por los avatares del camino y no por motivos exógenos al mismo y cayendo en esa cuenta, me di de bruces con otra realidad estupenda, hacía días que ya no me daban esos bajones anímicos que me iban dando en algunos momentos de la primera semana. ¿Que te pasa? - me decía ella-, no, nada es otra vez ese vacío en el estómago esa tristeza interior que no sé de qué me viene (claro que lo sabía y ella también), pero se me pasará pronto y así era. El camino estaba surtiendo uno de los efectos que nos llevaron a emprenderlo, el mejor de los efectos.
De este albergue y su ambiente, no os voy a hablar porque se ha escrito mucho sobre el tema y cualquier guía del camino lo explicará mejor que yo. Allí conocimos a varios peregrinos extranjeros, un suizo nos contó que había hecho varias veces el camino y desde diferentes sitios, incluso una vez salió desde Suiza, concretamente desde Basilea. Ahora vivía en España, en la Costa Blanca. Pero quienes más huella nos dejaron fue precisamente una dispar pareja de peregrinos, digo pareja porque al día siguiente comenzaron juntos, ellos también se conocieron ese mismo día. El que vivía en Madrid era un tipo singular por su aspecto y por lo que contaba, estaba muy interesado en que todos supiéramos que era “Ingeniero Civil!, se trataba de una especie de Ejecutivo estresado que necesitaba cambiar de vida y de hábitos y pos su aspecto fídico no parecía haber hecho deporte desde hacía mucho tiempo. El otro era un Gallego, simpático, simpático, bregado en mil caminos, prejubilado (físicamente, además de tener un aspecto muy saludable, era enteramente el gemelo de Robert de Niro pero en bajito), el Gallego nos amenizó la cena con sus vivencias en los diferentes caminos que había hecho y de su vida cotidiana en su tierra, el ingeniero era un mar de contradicciones pero, a su manera también nos amenizó la cena (yo no creo que su vida cambiara mucho después de hacer el camino, si es que lo hizo, pero si le sirvió para algo, bienvenido sea).
En cuanto a la cena, vamos a la comida, es lo que menos me gustó del albergue como ya me pasó el año pasado, pero lo importante es compartirla con los otros peregrinos, lo que la hace especial.
Solo una anécdota más, cuando sirvieron el primer plato faltaba uno de judías verdes que era el que me correspondía y sobraban unos macarrones que tenían la misma pinta como los que me comí el año pasado y no me gustaron (lo siento Anita, tu albergue está muy bien y tu eres muy amable, también tu padre, pero la comida hay que mejorarla), la chica que servía las mesas (alemana) se empeñó en que eran los míos y yo insistía en que no. Al final tiró de lista y resultó que los macarrones eran de un tal “Hans”, ¡otra vez habíamos topado con nuestros vecinos centroeuropeos! Bueno en este caso, el pobre hombre lo pasó realmente mal y su acción fue claramente falta de toda intención, pero ya se había comido la mitad, por lo que no había vuelta atrás, el pobre no sabía cómo disculparse, entre otras cosas porque no sabía ni español ni inglés. Menos mal que estábamos en España y no en Berlín y Anita, tirando de la bendita y tan denostada improvisación hispánica, abrió un bote de judías y me preparó mi ración, que no era igual que las otras (frescas) pero estaba buena y pudimos salir del paso todos, sobre todo Hans que descansó al fin y al cabo. Si os digo la verdad yo lo pasé peor que Hans porque me daba pena ponerme en su situación ya que creo que debe ser fastidiado meter la pata y encima no poder disculparte por no conocer el idioma.
La charla de durante y después de la cena, con mucho lo mejor de la velada.
La etapa siguiente empezó como preveíamos con un frio de aúpa pero discurrió por unos parajes de inigualable belleza en buena parte acompañados del curso del río Tera. El calzadilla de Tera paramos a tomar un café y conocimos a otro personaje peculiar de los que te encuentras de vez en cuando en el camino. Preguntamos a un señor si había algún bar abierto y nos dirigió al que el pensaba que sí lo estaría a esas tempranas horas de la mañana, eran más o menos las 9. Llegamos al bar que estaba cerrado, pero una señora mayor desde la vivienda de encima del bar nos dijo que esperáramos un poco que llamaba a su hijo que era el que ahora regentaba el bar. En un santiamén bajó a llamar a su hijo que debía vivir al otro lado de la calle y entabló con nosotros una amenísima conversación mientras venía la que debía ser su nuera a abrir el bar, la conversación continuó después mientras nos tomábamos el café. Era muy mayor pero con la cabeza muy, pero que muy bien equilibrada y sabiendo en cada momento lo que decía, nos comentó que el bar lo había llevado ella hasta que se jubiló y nos contó un montón de anécdotas del camino de de historias sobre la comarca y sobre Zamora. A mi juicio se trataba de esta especie de personas que, aun habiendo vivido siempre en un pequeño pueblo, tienen la mente tan abierta al aprendizaje y tal facilidad de comunicación que bien pudieran pasar por una persona que ha viajado por el Mundo y puede transmitir a sus interlocutores un sinfín de experiencias.
El camino continúa por buenos caminos rodeados de vegetación típica de la zona donde no faltan las jaras y su estupendo olor hasta que, después de una subida considerante, bajas para llegar a una presa que sostiene un embalse de extraordinaria belleza, lo mejor es que el camino transcurre por una carreterilla asfaltada que va bordeando el embalse, lo que te proporciona un agradabilísimo paseo. Al poco de terminar este camino ribereño llegamos a la localidad de Villar de Farfón, donde tomas una senda bastante bonita que nos llevó casi a Rionegro del Puente en donde paramos a descansar un poco. Bonito pueblo. Hasta Mombuey el camino va paralelo a la carretera por lo que optamos por seguir por ella con la intención de llegar pronto y parar a comer algo. Entramos en una panadería a comprar el famoso pan de la zona pero, en vez de comprar el pan y luego algo para acompañarlo, vimos que había unos bollos muy parecidos a lo que en el Asturias, de donde procede mi compañera, le llaman el “bollo preñao”. Según me dijo ella es exactamente lo mismo, pues eso, que dimos buena cuenta de casi todo el bollo sentados plácidamente en la plaza de la iglesia de Mombuey acompañados de varios gatos que también salieron beneficiados de la experiencia.
Hasta San Salvador de Palazuelo fuimos por el camino. Al llegar a este pueblo nos paramos a descansar en un banco que había en el soportal de la iglesia y entablamos conversación con un hombre que estaba en un coche aparcado al lado. El hombre nos pregunto si habíamos visto un grupo de peregrinos andando, le dijimos que sí que los habíamos dejado descansando a la sombra un kilómetro más atrás. El hombre dijo: “Déu n’hi do” y yo le dije: no hace falta que diga más, ya sabemos de donde es usted, él contestó que por mucho que lo tratara no podía ocultar su procedencia y nosotros le respondíamos que ni falta que hacía. Al poco llegaron los peregrinos y se sentaron también a la sombra con nosotros, nos contaron que cada día hacían un trozo y que al día siguiente empezaban en el mismo sitio donde los había recogido el coche de apoyo. El hombre que hacía de transfer sacó una bolsa con cervecitas frías y le dio una a cada peregrino, se le olvidó ofrecernos a nosotros alguna de las que le sobraban, un despiste lo tiene cualquiera.
Después el camino nos sacó a la carretera hasta Asturianos y allí se vuelve a meter otra vez por el monte, pero yo me acordé que algún tramo de esta parte se convierte en una trampa de agua y barro, por lo que decidimos continuar hasta Puebla de Sanabría por carretera. El camino por carretera se hizo bastante tedioso y duro (pestosillo) porque discurre por un falso llano siempre ascendente hasta poco antes de llegar a Puebla, la verdad es que nos agobiamos un poco, tanto que cuando llegamos nos planteamos quedarnos en vez de continuar hasta Requejo de Sanabria como teníamos pensado y hasta estuvimos viendo un albergue privado que hay a la entrada del pueblo y sopesando la posibilidad de tomar el tren al día siguiente.
Decidimos dejar la decisión para más adelante, ya que era muy temprano para finalizar la etapa, e irnos a visitar el pueblo. Como muchos ya conoceréis, Puebla de Sanabria es un lugar especial, muy monumental en su conjunto (sobre todo la parte de arriba) y con unas vistas maravillosa. Hicimos la visita de rigor y tomamos las consabidas fotos.
Después nos sentamos a descansar en una terraza de un bar donde nos tomam
os un par de acuarios. Allí decidimos continuar hasta Requejo aunque mi compañera no estaba muy convencida, porque yo le había dicho que el tren o lo tomábamos allí o en La Gudiña. La verdad es que yo forcé un poco la situación porque sabía que hasta Requejo hay 11 kilómetros en suave subida y mi intención es que al día siguiente afrontara el Pardonelo totalmente fresca y porque sabía que ella estaba ampliamente capacitada para llegar a Santiago en bici y que solo se trataba de un mal momento producto de la dura etapa que estábamos terminando. Es verdad que lo pasamos un poco mal porque la etapa se nos hizo larga y dura, pero al final llegamos a Requejo y, para sorpresa mía, ella ni tiró la bici ni me dijo que se volvía, algo es algo, pero su cara era todo un poema, yo no las tenía todas conmigo.
Nos alojamos en el albergue privado con varios peregrinos, todos extranjeros, con los que no entablamos mucha conversación aparte de los saludos de la llegada.
Después del aseo personal y la colada, nos fuimos a buscar la tienda para comprar algo de fruta para el día siguiente y en la tienda-bar nos encontramos al dueño del albergue que estaba conversando con una señora holandesa bastante rellenita de una edad indeterminada pero entre los 50 y 60 que iba sola y le estaba dando al morapio. Con ellos nos tomamos unas claritas a las que nos invitó el hospitalero.
Después nos fuimos a cenar al bar hostal que hay al final de pueblo donde ya estuve el año pasado y que me dejo buen recuerdo por lo bueno y barato que resultó. El resultado fue similar a la experiencia vivida un año atrás, en esta ocasión sólo estábamos los extranjeros del albergue privado, en una mesas tres alemanes, en otra la holandesa y en la otra nosotros.
Al final nos quedamos solos con el dueño del bar, un tipo peculiar como ya me lo había parecido el año pasado, muy servicial, muy calladito, muy complaciente, todo esto hasta que empezó a hablar y se despachó a su gusto. El hospitalero ya nos había advertido de que era una persona peculiar, que nos hablaría mucho del camino, pero que ponía muy bien de comer y muy barato. De aspecto físico es como “Mr Bean”, pero más bajito un poco mayor y cojea levemente. Al principio, como nos avisó el hospitalero, empezó hablándonos de cosas del camino, pero en el momento que vio la ocasión derivó la conversación a lo que verdaderamente él quería, que no era otra cosa que despotricar de todo bicho viviente del pueblo. Con mucha suavidad le dije que sus vecinos sí que nos habían hablado muy bien de el y nos había recomendado sus servicios, pero como suele pasar con este tipo de personas no cogió la indirecta o no la quiso coger. En fin, un resentido más, sus motivos tendrá, quizá...
Al día siguiente iniciamos la etapa puente entre Castilla-León y Galicia. Empezamos a pedalear tempranito y con bastante frio, como pasó ya los días anteriores. Desde el principio enganchamos una buena cadencia de pedaleo que mantuvimos hasta el final de puerto, no puedo describiros la cara de satisfacción que se le puso a ella cuando se vio arriba habiéndolo subido todo de un tirón y sin grandes esfuerzos, se le iban disipando las dudas.
Después de la bajada y tras una leve subidita llegamos a Lubián ¡que pueblo más bonito!, nos sentamos en la terraza de un bar a tomar sendos cafés que nos acompañaron con dos trozos de bizcocho que nos alegraron el rato. A la camarera le pregunté si la subida a la Canda empezaba nada más salir del pueblo y ella me contestó que “más o menos”, estaba claro que estábamos muy, muy cerquita de Galicia.
CASTILLA-LEÓN
Entramos en la provincia de Salamanca a la mitad de la subida del puerto de Bejar dos o tres kilómetros desde la salida de Baños de Montemayor. Esta era la primera subida que se podría clasificar como puerto que debíamos afrontar y sería determinante, a los ojos de mi compañera, para sopesar las posibilidades que tendríamos de hacer la ruta completa en bicicleta hasta Santiago sin necesidad de utilizar medios de transporte alternativos. En realidad yo sabía que ella ya había superado dificultades mucho más exigentes que este puerto, pero ella no lo sabía y psicológicamente era importante que subiendo este puerto se diera cuenta de que estaba mucho más preparada de lo que ella suponía. Como ya me lo esperaba subió el puerto sin problemas y el semblante de preocupación le cambió radicalmente. Ese mismo día superaría un puerto muchos más exigente que el de Bejar también con nota.
Sin contratiempos llegamos a Calzada de Bejar después de bajar por el precioso camino de robledales y superar la cuesta de un kilómetro que hay antes de entrar en el pueblo. Tratamos de tomar café pero el único bar estaba cerrado, mejor dicho, lo estaban abriendo pero el dueño nos dijo que no nos podía atender. ¡qué secos resultan algunos por estas tierras! Digo algunos, porque la señora que nos atendió en Valdelacasa resultó todo lo contario, nos abrió el patio trasero para que nos sentáramos a tomar el cafelito relajados con nuestras bicis al lado y nos comiéramos nuestros bocadillos que habíamos hecho con lo que nos sobró de la cena del día anterior. Aquí estuvimos dándole ánimos a una peregrina italiana sesentona que iba sóla y que se había puesto enferma.
Los siete kilómetros desde Valdelacasa a Fuenterroble los hicimos por el camino oficial que algunas veces se alterna con tramos de carretera. En una subida de la carretera, en un momento determinado coincidimos a la izquierda un peregrino y a la derecha nosotros, una furgoneta que venía detrás casi se lleva por delante a mi compañera por esquivar al peregrino, seguramente se le hacía muy cuesta arriba esperar unos segundos para poder adelantarnos a todos sin peligro, una vez más el desprecio más absoluto a los ciclistas y, en este caso a su integridad física.
En Fuenterroble nos paramos a comprar algo de fruta y bebidas para el camino y coincidimos con los ciclistas de Fuengirola con los que departimos un ratito. Después le fui a enseñar a mi compañera el albergue que tan buen sabor de boca me dejo el año pasado. Le gustó muchísimo pero no era caso de finalizar la etapa tan temprano y lo peor es que el peregrino que nos atendió, que estaba unos días recuperándose de sus heridas, nos invitó a una paella comunal que se iba a celebrar al día siguiente ¡Qué pena! No nos podíamos quedar…
Después de Fuenterroble nos quedaba la alternativa de subir por el Pico de la Dueña o dar el rodeo que nos proponía el trak especial para bicicletas que llevábamos. Al final seguimos el trak y nos tragamos un verdadero puerto de montaña mucho más duro que el de Bejar con todo el calor, fue realmente una dura prueba que mi compañera superó con nota. Al final encontramos una sombra cuando faltaban cien metros para coronar y nos paramos un rato a descansar, sobre todo del calor, tumbados, menos mal que antes de iniciar el puerto nos habíamos hidratado bien y habíamos comido parte de la fruta que llevábamos.
A partir de ahí quedaba la opción de quedarnos en San Pedro Rozados o continuar hasta Salamanca, decidimos seguir para adelante y decidir sobre la marcha, pero ya siempre por carretera. Lo que nos quedaba se suponía que era todo cuesta abajo, pero la verdad es que hasta San Pedro había algunas de esas subidas tendidas pero largas que te van comiendo la moral, sobre todo cuando ya vas madurito. Poco a poco llegamos hasta el punto donde debíamos decidir si nos quedábamos en San Pedró, a un kilómetro desde donde estábamos, o continuar los 20 kilómetros que nos separaban de Salamanca. Nos paramos un rato a descansar y comer un plátano y algo de chocolate, le pregunté a un chica que iba a caballo si la carretera me llevaba directa a Salamanca y si había cuestas, me dijo que todo recto y casi todo cuesta abajo, no me engañó, lo que pasa es que estábamos muy cansados y el trayecto hasta Salamanca se nos hizo interminable, pestoso como se dice en el argot ciclista.
Mal que bien y haciendo de tripas corazón llegamos a Salamanca bastante fundiditos, nos fuimos directos al albergue y el hospitalero italiano, muy amable nos dijo que los sentía en el alma pero que sólo le quedaba una cama libre. Pues nada a buscarse la vida, después de algunas llamadas telefónicas infructuosas y de ir a un colegio mayor que tenía servicio de albergue juvenil donde, aunque estaba abierto no había nadie para atendernos ni salió a pesar de que estuvimos un rato recorriéndolo y preguntando en voz alta si había alguien, llamamos al albergue juvenil Lazarillo de Tormes que está a las afueras de Salamanca donde nos dieron cobijo en una habitación de cuatro camas para nosotros solos con baño privado. La verdad es que estaba bastante bien y después de ducharnos y acomodarnos, nos fuimos en bus a Salamanca a tomar unas cervecitas y cenar algo. Cenamos enseguida a base de hidratos de carbono (pasta y pizza) y un taxi al albergue a dormir porque ya no nos teníamos en pié. ¡Ah! el taxi 4.50 euros, por si os veis en la necesidad.
Una etapa dura, dura, no en vano fueron 88 km casi 8 horas de pedaleo y una subida acumulada de más de mil trescientos metros. ¡Pero ella seguía dándole vueltas a lo de los puertos de Galicia! Me recuerdo de la paradoja de que los elefantes les tangan miedo a los ratones.
Dormimos como lirones, como no podía ser de otra forma, la etapa de Salamanca a Zamora, la hicimos toda por carretera, entre otras cosas para recuperarnos un poco de los esfuerzos de las anteriores y porque yo me acordaba de que el camino no aporta mucho, salvo continuos bancos de arenas que pueden propiciar alguna que otra caída. Disfrutamos, eso sí, de la vista de inmensas plantaciones de algo que daba una flor amarilla que lo hacían especialmente agradable de ver. Luego me he enterado por el foro de que se trata de plantaciones de colza.
La única parada de mención la hicimos en el Cubo del Vino (curioso nombre para un pueblo), donde nos paramos en un bar a tomar un cafelito y almorzar con las cosas que habíamos comprado el día anterior en Zamora. En el bar donde paramos ponía que daban bocadillos, por lo que optamos por tomarnos el café y luego buscar un sitio para hacernos los bocatas y comer la fruta. Al poco entraron los ciclistas de Fuengirola y cuando nos íbamos ellos también salía sin tomar nada porque les habían dicho que no tenían bocadillos. Total que si lo llegamos a saber sacamos lo nuestro y nos lo comemos allí mismo. Al final ellos compraron las cosas en un supermercado y todos nos comimos el almuerzo en la plaza del pueblo. Los volvimos a ver por última vez en Zamora mientras esperábamos que llegara el hospitalero del albergue, ellos siguieron la etapa, creo que hasta Monmarta porque querían avanzar para hacer más cortas las etapas gallegas (otros con la creencia equivocada de que lo duro de la Vía de la Plata está sólo en Galicia, que no hombre que no, la Vía es durilla se mire por donde se mire, de arriba a abajo y al contrario)
Total que haciéndolo por carretera recta y sin casi subidas nos plantamos en Zamora en cuatro horas y media y nos fuimos directamente al estupendo albergue de peregrinos que hay y que yo conocía del año anterior. Tan temprano habíamos llegado que nos encontramos con que faltaba hora y media para que lo abrieran. Allí estaban dos peregrinos que vivían en Zaragoza, uno de ellos era extremeño el otro de Teruel (el de Teruel me recordó a mi compañero del año paso Santiago, que vive en Zaragoza y es de un pueblo de Cáceres, no por eso sino porque se parecen físicamente, lo que se llama asociación de ideas con las imágenes). El caso es que mientras estábamos esperando me hablaron de un hostal que estaba en la Plaza Mayor y que hacían precios especiales para peregrinos.
Al tanto llegó el hospitalero, no para abrir, sino para hacer alguna gestión, le preguntamos si podíamos entrar a los servicios y nos dijo que hasta la 13.30 no, que buscáramos un bar. Además nos dijo que hasta las cuatro y media de la tarde los peregrinos en bicicleta no podríamos entrar, yo le dije que bueno pero que si nos dejaría, por lo menos, ducharnos aunque no nos asegurara la cama, a lo que me contestó que no, que las normas eran las normas. El año pasado yo estuve en el mismo sitio y a la misma hora más o menos, y los hospitaleros (un matrimonio de amabilísimos argentinos), no nos pusieron ninguna pega. La mentalidad germánica del hospitalero de este año no daba para más flexibilidad, eso sí ahora no había la habitual cortesía europea para decirte que no, ahora era radical ¡no voy a discutir con usted, la norma es la norma! El estaba al mando, pues no había más que hablar.
Tomé mi bici, sin alforjas y me fui a ver el hostal de la Plaza Mayor, me ofrecieron un buen precio y una buena habitación con su propio baño, así que la concerté y me fui a por mi compañera. Al llegar al albergue, lo estaban abriendo, el hospitalero nos ofreció, ahora con una sonrisa en la cara que podíamos entrar y ducharnos -¿habría hablado con algún superior con mentalidad latina?. Yo le respondí, con otra sonrisa en la cara, que muchas gracias que ya había contactado con otro sitio donde me había acogido con la amabilidad que se debe al peregrino, venga como venga. Que conste que por mi trabajo he viajado bastante por Europa tengo muy buenos amigos de diferentes países, pero hay una realidad, para mi muy clara, y es que somos muy diferentes a ellos, somos sobre todo, y salvo honrosas excepciones por su parte, mejores personas porque damos, en general, más sin pedir nada o casi nada a cambio, gracias a Dios.
Nos acomodamos en el hostal, nos dimos una buena ducha y bajamos a comer a una de las terrazas que hay justo a la salida del edificio donde está el hostal, comimos el menú del día a un buen precio.
Después una buena siesta, un paseo por Zamora algunas fotitos, una cenita frugal y a dormir tempranito como todos los días.
La mañana se presentó espléndida como los días anteriores, fresquita al principio pero avisando del calor que vendría después. El objetivo primero era llagar a Tábara pero dependiendo de la hora podríamos alargarlo o no.
Nada más salir de Zamora, nos encontramos a los peregrinos que habíamos conocido en la puerta del Albergue, nos dimos los buenos días y le preguntamos cómo iban las heridas que uno de ellos tenía en los pies. Afortunadamente iban bastante mejor, por cierto, nos contaron que al poco de irnos nosotros apareció en el dormitorio del albergue un ciclista a ocupar una de la cama y le preguntaron que cómo era posible que el hospitalero le hubiera dejado entrar antes de las cuatro y media si a un matrimonio que estaban antes se lo había negado. Sería solo para que se duchara, le preguntaron, el respondió que no que no le habían puesto ninguna pega ni hora de entrada. Estaban verdaderamente indignados y así se lo hicieron saber al pobre ciclista que no sabía de qué le venía a él la bronca.
Desde Zamora hasta Granja de Moreruela fuimos alternando camino y carretera por donde no había demasiado tráfico. En Roales del Pan me di cuenta de que no había llenado el bidón de agua, por lo que le pregunté a unos albañiles de una obra que si había alguna fuente o alguna tienda abierta para comprar agua. El que me atendió me dijo que no era de allí y que no sabía pero que si lo que necesitábamos era agua nos esperáramos un momento. Salió con una botella de agua mineral sin abrir y nos la dio, yo le dije que cuánto le debía y él me contestó que no se cobra a nadie por apagar la sed. Por cierto, era portugués, que todo hay que decirlo, “muito obrigado” amigo.
Llegamos a Granja de Moreruela sin novedad y allí paramos para almorzar algo de fruta antes de tomar el desvío del camino a la izquierda para seguir nuestra ruta por el Camino Sanabrés. A partir de Granja el camino deja la bella monotonía de los campos de secano de Castilla, para adentrarse en un terreno más serrano y abrupto, más pedregoso y duro, pero por el contrario, para mi gusto mucho más bonito. Poco antes de llegar al famoso puente de Quintos -donde unos chavales no invitaron a compartir su almuerzo con ellos y nosotros declinamos la invitación porque ya lo habíamos hecho- el camino discurre por una tranquila carretera local que los viandantes abandonan nada más atravesar el puente por una vereda pero que es impracticable para las bicis. Nosotros continuamos por la carretera hasta Tábara, ningún coche nos adelanto o se cruzó con nosotros hasta poco antes de Tábara. Como a unos diez o doce kilómetros antes del citado pueblo y justo cuando coronábamos una subida, nos alcanzó otro bicigrino que iba solo, nos saludamos brevemente pero el se desvió por el camino que marcaban las flechas y nosotros le hicimos caso a trak y seguimos por la carretera.
Al llegar a Tábara a las 13 horas aproximadamente decidimos parar a comer para luego seguir hasta Santa Croya de Tera. Al poco de estar en el restaurante llegó el otro bicigrino que se sentó en una mesa al lado de nosotros. Total que empezamos a hablar y contarnos cosas propias del viaje. El venía sólo, vivía en Madrid, pero había empezado en Salamanca. Nos contó que la primera noche la pasó en Zamora en el albergue y nos preguntó que donde habíamos parado nosotros la noche anterior, al decirle que en Zamora nos preguntó si no seríamos nosotros el matrimonio al que no le dejaron entrar en el albergue, le dijimos que efectivamente, el hombre nos dijo todo compungido que ya lo sentía. No te preocupes, le dijimos, nosotros hemos dormido de maravilla, esas son cosas de la poca flexibilidad mental de algunos foráneos. Comimos estupendamente y los tres reanudamos el camino juntos, por poco tiempo, porque él iba más rápido que nosotros y su objetivo del día era llegar a Rionegro del Puente (ni más ni menos), nos dijimos adiós y nos deseamos buen camino y buena suerte, no le volvimos a ver pero a ambos nos pareció un buen tipo.
Esa tarde a mi me tocó agobiarme un poco, no sé si fue por el calor que hacía, por lo duro (por pedregoso y solitario) del camino o porque tenía la sensación de que otra vez había medido muy alegremente nuestras fuerzas al proponer a mi compañera continuar en Tábara. Lo cierto es que, como suele pasar, cuando yo me agobio aparece la entereza de mi compañera para darme ánimos y mostrarme la fortaleza de la madera con la que está hecha, así que con los ánimos de ella y chino chano pasamos por los pedregosos caminos rodeados de inmensos jarales que separan ambos pueblos y a las cinco de la tarde estábamos en el Albergue de Anita en Santa Croya de Tera.
Lo curioso es que por la noche, antes de dormirme y repasando las vivencias del día, me di cuenta de algo bueno que me estaba sucediendo desde hacía algunos días y que me había pasado totalmente inadvertido. Me di cuenta de que ese día me había agobiado pero sólo por los avatares del camino y no por motivos exógenos al mismo y cayendo en esa cuenta, me di de bruces con otra realidad estupenda, hacía días que ya no me daban esos bajones anímicos que me iban dando en algunos momentos de la primera semana. ¿Que te pasa? - me decía ella-, no, nada es otra vez ese vacío en el estómago esa tristeza interior que no sé de qué me viene (claro que lo sabía y ella también), pero se me pasará pronto y así era. El camino estaba surtiendo uno de los efectos que nos llevaron a emprenderlo, el mejor de los efectos.
De este albergue y su ambiente, no os voy a hablar porque se ha escrito mucho sobre el tema y cualquier guía del camino lo explicará mejor que yo. Allí conocimos a varios peregrinos extranjeros, un suizo nos contó que había hecho varias veces el camino y desde diferentes sitios, incluso una vez salió desde Suiza, concretamente desde Basilea. Ahora vivía en España, en la Costa Blanca. Pero quienes más huella nos dejaron fue precisamente una dispar pareja de peregrinos, digo pareja porque al día siguiente comenzaron juntos, ellos también se conocieron ese mismo día. El que vivía en Madrid era un tipo singular por su aspecto y por lo que contaba, estaba muy interesado en que todos supiéramos que era “Ingeniero Civil!, se trataba de una especie de Ejecutivo estresado que necesitaba cambiar de vida y de hábitos y pos su aspecto fídico no parecía haber hecho deporte desde hacía mucho tiempo. El otro era un Gallego, simpático, simpático, bregado en mil caminos, prejubilado (físicamente, además de tener un aspecto muy saludable, era enteramente el gemelo de Robert de Niro pero en bajito), el Gallego nos amenizó la cena con sus vivencias en los diferentes caminos que había hecho y de su vida cotidiana en su tierra, el ingeniero era un mar de contradicciones pero, a su manera también nos amenizó la cena (yo no creo que su vida cambiara mucho después de hacer el camino, si es que lo hizo, pero si le sirvió para algo, bienvenido sea).
En cuanto a la cena, vamos a la comida, es lo que menos me gustó del albergue como ya me pasó el año pasado, pero lo importante es compartirla con los otros peregrinos, lo que la hace especial.
Solo una anécdota más, cuando sirvieron el primer plato faltaba uno de judías verdes que era el que me correspondía y sobraban unos macarrones que tenían la misma pinta como los que me comí el año pasado y no me gustaron (lo siento Anita, tu albergue está muy bien y tu eres muy amable, también tu padre, pero la comida hay que mejorarla), la chica que servía las mesas (alemana) se empeñó en que eran los míos y yo insistía en que no. Al final tiró de lista y resultó que los macarrones eran de un tal “Hans”, ¡otra vez habíamos topado con nuestros vecinos centroeuropeos! Bueno en este caso, el pobre hombre lo pasó realmente mal y su acción fue claramente falta de toda intención, pero ya se había comido la mitad, por lo que no había vuelta atrás, el pobre no sabía cómo disculparse, entre otras cosas porque no sabía ni español ni inglés. Menos mal que estábamos en España y no en Berlín y Anita, tirando de la bendita y tan denostada improvisación hispánica, abrió un bote de judías y me preparó mi ración, que no era igual que las otras (frescas) pero estaba buena y pudimos salir del paso todos, sobre todo Hans que descansó al fin y al cabo. Si os digo la verdad yo lo pasé peor que Hans porque me daba pena ponerme en su situación ya que creo que debe ser fastidiado meter la pata y encima no poder disculparte por no conocer el idioma.
La charla de durante y después de la cena, con mucho lo mejor de la velada.
La etapa siguiente empezó como preveíamos con un frio de aúpa pero discurrió por unos parajes de inigualable belleza en buena parte acompañados del curso del río Tera. El calzadilla de Tera paramos a tomar un café y conocimos a otro personaje peculiar de los que te encuentras de vez en cuando en el camino. Preguntamos a un señor si había algún bar abierto y nos dirigió al que el pensaba que sí lo estaría a esas tempranas horas de la mañana, eran más o menos las 9. Llegamos al bar que estaba cerrado, pero una señora mayor desde la vivienda de encima del bar nos dijo que esperáramos un poco que llamaba a su hijo que era el que ahora regentaba el bar. En un santiamén bajó a llamar a su hijo que debía vivir al otro lado de la calle y entabló con nosotros una amenísima conversación mientras venía la que debía ser su nuera a abrir el bar, la conversación continuó después mientras nos tomábamos el café. Era muy mayor pero con la cabeza muy, pero que muy bien equilibrada y sabiendo en cada momento lo que decía, nos comentó que el bar lo había llevado ella hasta que se jubiló y nos contó un montón de anécdotas del camino de de historias sobre la comarca y sobre Zamora. A mi juicio se trataba de esta especie de personas que, aun habiendo vivido siempre en un pequeño pueblo, tienen la mente tan abierta al aprendizaje y tal facilidad de comunicación que bien pudieran pasar por una persona que ha viajado por el Mundo y puede transmitir a sus interlocutores un sinfín de experiencias.
El camino continúa por buenos caminos rodeados de vegetación típica de la zona donde no faltan las jaras y su estupendo olor hasta que, después de una subida considerante, bajas para llegar a una presa que sostiene un embalse de extraordinaria belleza, lo mejor es que el camino transcurre por una carreterilla asfaltada que va bordeando el embalse, lo que te proporciona un agradabilísimo paseo. Al poco de terminar este camino ribereño llegamos a la localidad de Villar de Farfón, donde tomas una senda bastante bonita que nos llevó casi a Rionegro del Puente en donde paramos a descansar un poco. Bonito pueblo. Hasta Mombuey el camino va paralelo a la carretera por lo que optamos por seguir por ella con la intención de llegar pronto y parar a comer algo. Entramos en una panadería a comprar el famoso pan de la zona pero, en vez de comprar el pan y luego algo para acompañarlo, vimos que había unos bollos muy parecidos a lo que en el Asturias, de donde procede mi compañera, le llaman el “bollo preñao”. Según me dijo ella es exactamente lo mismo, pues eso, que dimos buena cuenta de casi todo el bollo sentados plácidamente en la plaza de la iglesia de Mombuey acompañados de varios gatos que también salieron beneficiados de la experiencia.
Hasta San Salvador de Palazuelo fuimos por el camino. Al llegar a este pueblo nos paramos a descansar en un banco que había en el soportal de la iglesia y entablamos conversación con un hombre que estaba en un coche aparcado al lado. El hombre nos pregunto si habíamos visto un grupo de peregrinos andando, le dijimos que sí que los habíamos dejado descansando a la sombra un kilómetro más atrás. El hombre dijo: “Déu n’hi do” y yo le dije: no hace falta que diga más, ya sabemos de donde es usted, él contestó que por mucho que lo tratara no podía ocultar su procedencia y nosotros le respondíamos que ni falta que hacía. Al poco llegaron los peregrinos y se sentaron también a la sombra con nosotros, nos contaron que cada día hacían un trozo y que al día siguiente empezaban en el mismo sitio donde los había recogido el coche de apoyo. El hombre que hacía de transfer sacó una bolsa con cervecitas frías y le dio una a cada peregrino, se le olvidó ofrecernos a nosotros alguna de las que le sobraban, un despiste lo tiene cualquiera.
Después el camino nos sacó a la carretera hasta Asturianos y allí se vuelve a meter otra vez por el monte, pero yo me acordé que algún tramo de esta parte se convierte en una trampa de agua y barro, por lo que decidimos continuar hasta Puebla de Sanabría por carretera. El camino por carretera se hizo bastante tedioso y duro (pestosillo) porque discurre por un falso llano siempre ascendente hasta poco antes de llegar a Puebla, la verdad es que nos agobiamos un poco, tanto que cuando llegamos nos planteamos quedarnos en vez de continuar hasta Requejo de Sanabria como teníamos pensado y hasta estuvimos viendo un albergue privado que hay a la entrada del pueblo y sopesando la posibilidad de tomar el tren al día siguiente.
Decidimos dejar la decisión para más adelante, ya que era muy temprano para finalizar la etapa, e irnos a visitar el pueblo. Como muchos ya conoceréis, Puebla de Sanabria es un lugar especial, muy monumental en su conjunto (sobre todo la parte de arriba) y con unas vistas maravillosa. Hicimos la visita de rigor y tomamos las consabidas fotos.
Después nos sentamos a descansar en una terraza de un bar donde nos tomam
os un par de acuarios. Allí decidimos continuar hasta Requejo aunque mi compañera no estaba muy convencida, porque yo le había dicho que el tren o lo tomábamos allí o en La Gudiña. La verdad es que yo forcé un poco la situación porque sabía que hasta Requejo hay 11 kilómetros en suave subida y mi intención es que al día siguiente afrontara el Pardonelo totalmente fresca y porque sabía que ella estaba ampliamente capacitada para llegar a Santiago en bici y que solo se trataba de un mal momento producto de la dura etapa que estábamos terminando. Es verdad que lo pasamos un poco mal porque la etapa se nos hizo larga y dura, pero al final llegamos a Requejo y, para sorpresa mía, ella ni tiró la bici ni me dijo que se volvía, algo es algo, pero su cara era todo un poema, yo no las tenía todas conmigo.
Nos alojamos en el albergue privado con varios peregrinos, todos extranjeros, con los que no entablamos mucha conversación aparte de los saludos de la llegada.
Después del aseo personal y la colada, nos fuimos a buscar la tienda para comprar algo de fruta para el día siguiente y en la tienda-bar nos encontramos al dueño del albergue que estaba conversando con una señora holandesa bastante rellenita de una edad indeterminada pero entre los 50 y 60 que iba sola y le estaba dando al morapio. Con ellos nos tomamos unas claritas a las que nos invitó el hospitalero.
Después nos fuimos a cenar al bar hostal que hay al final de pueblo donde ya estuve el año pasado y que me dejo buen recuerdo por lo bueno y barato que resultó. El resultado fue similar a la experiencia vivida un año atrás, en esta ocasión sólo estábamos los extranjeros del albergue privado, en una mesas tres alemanes, en otra la holandesa y en la otra nosotros.
Al final nos quedamos solos con el dueño del bar, un tipo peculiar como ya me lo había parecido el año pasado, muy servicial, muy calladito, muy complaciente, todo esto hasta que empezó a hablar y se despachó a su gusto. El hospitalero ya nos había advertido de que era una persona peculiar, que nos hablaría mucho del camino, pero que ponía muy bien de comer y muy barato. De aspecto físico es como “Mr Bean”, pero más bajito un poco mayor y cojea levemente. Al principio, como nos avisó el hospitalero, empezó hablándonos de cosas del camino, pero en el momento que vio la ocasión derivó la conversación a lo que verdaderamente él quería, que no era otra cosa que despotricar de todo bicho viviente del pueblo. Con mucha suavidad le dije que sus vecinos sí que nos habían hablado muy bien de el y nos había recomendado sus servicios, pero como suele pasar con este tipo de personas no cogió la indirecta o no la quiso coger. En fin, un resentido más, sus motivos tendrá, quizá...
Al día siguiente iniciamos la etapa puente entre Castilla-León y Galicia. Empezamos a pedalear tempranito y con bastante frio, como pasó ya los días anteriores. Desde el principio enganchamos una buena cadencia de pedaleo que mantuvimos hasta el final de puerto, no puedo describiros la cara de satisfacción que se le puso a ella cuando se vio arriba habiéndolo subido todo de un tirón y sin grandes esfuerzos, se le iban disipando las dudas.
Después de la bajada y tras una leve subidita llegamos a Lubián ¡que pueblo más bonito!, nos sentamos en la terraza de un bar a tomar sendos cafés que nos acompañaron con dos trozos de bizcocho que nos alegraron el rato. A la camarera le pregunté si la subida a la Canda empezaba nada más salir del pueblo y ella me contestó que “más o menos”, estaba claro que estábamos muy, muy cerquita de Galicia.