Por fin puedo retomar este hilo después de tenerlo abandonado durante varios días, muy a mi pesar y por motivos laborales. Así no hay manera de crear la más mínima expectación pero a los que me seguís os pido disculpas y prometo llegar hasta el final, lento pero seguro.
Así que aquí os dejo una nueva entrega de mi aventura:
27 de Septiembre.
5ªEtapa: CÁCERES-CARCABOSO. (94 KM.): “Nada es lo que parece“.Tras el descanso de ayer y con las fuerzas renovadas nos levantamos con las primeras luces del amanecer con ganas de volver al camino. La intención era llegar al menos a Galisteo pero como allí sólo quedaba una plaza libre en el albergue decidimos seguir hasta Carcaboso.
Enseguida abandonamos Cáceres por la carretera que conduce a Casar de Cáceres, donde tras un opíparo desayuno en una churrería junto a otros peregrinos que habían pernoctado en el albergue del pueblo, nos pusimos en camino con el sol ya en el horizonte.
Miliarios. El trazado de la calzada romana se aprecia perfectamente aún en varios tramos entre Casar de Cáceres y el embalse de Alcántara.
El embalse de Alcántara ya se divisa a lo lejos. Pronto enlazaremos con la N-630 para cruzar los ríos Almonte y Tajo que lo forman.
Esta vez el fuerte viento en contra me priva de lo que hubiera sido un rápido descenso.
La Torre Floripes emerge de las aguas del embalse de Alcántara
Y por fin cruzando el Tajo …
El puente romano de Alconétar, que trajeron aquí en los 60 al construir el embalse.
Fijáos en lo que hay tras uno de los pilares: sí, una caravana, el impacto visual es todo un "flash". El caso es que no estaba habitada, pude comprobarlo desde el otro lado. ¿…?
No me sorprendería que aún siguiera ahí.
Desde aquí hasta Cáñaveral continué por la carretera pues el camino hasta allí presentaba muchas piedras sueltas, como luego me confirmaría el compañero Iñaki que sí lo siguió. La carretera avanza en continuo ascenso y con el viento de contra se me hizo interminable.
Cañaveral. Por lo menos, desde la carretera pude hacer esta foto del puente medieval, por donde cruza el camino, llamado del Contadero pues parece ser que su paso se aprovechaba para contar las ovejas y así cobrar un impuesto.
Mientras tomábamos unas cañas para aplacar el calor, nos sorprendió este viejo cinematógrafo del otrora cine Málaga, hoy sólo bar.
De nuevo continuamos por la carretera hasta coronar el puerto de los Castaños, pues la subida por el camino tenía “muy mala pinta“, con rampas muy pronunciadas y muchas piedras. Arriba en el puerto, lo que en el mapa figuraba como “hotel” resultó no ser tal, sino casa de lenocinio.
Ahora sí, tomamos el camino y nos desviamos a Grimaldo para reponer fuerzas, pues el calor y el hambre apretaban. En el Bar Grimaldo, su propietaria Adela Cerro (y encargada del albergue justo al lado) nos preparó al momento sendos platos de huevos con jamón, de los que dimos cuenta a la sombra de la terraza que tiene a la entrada. Allí entablamos conversación con un parroquiano de muy avanzada edad que, en la mesa de al lado, se quejaba amargamente de las obras del AVE (Madrid-Lisboa), pues desde que comenzaron se habían ido secando todas las fuentes que existían en la comarca. Por aquello de la voz de la experiencia, razón no le faltaría.
Abonamos el suculento almuerzo (por un más que módico precio) y después de que la señora nos sellase la credencial, continuamos el camino.
Una vez dejado atrás Grimaldo el paisaje es espectacular, a través de un bosque de encinas y en descenso hasta el embalse de Riolobos (en la foto). A partir de aquí comenzó nuestro calvario de esta jornada: las malditas señales equívocas hacia Galisteo, que algún desaprensivo había pintado recientemente. Después me acordaría del bueno de Villaboa que me advirtió previamente pero, en ese momento, caímos como incautos en la trampa: las flechas te sacan hacia el pueblo de Riolobos, lo que supone un considerable rodeo, por una carretera con continuos toboganes, el último como una V que nos desfondó. Y aún faltaba la subida a Galisteo.
Entrada a Galisteo por carretera.
Galisteo: Muralla almohade y Torre de la Picota.
Unas jarras de cerveza helada en un bar de la plaza del pueblo y la contemplación de sus murallas consiguen hacernos olvidar el cabreo que traíamos a cuenta del desvío y los consiguientes kilómetros de más.
En vista de que en el albergue sólo queda una plaza y de que nos separan de Carcaboso 10 km llanos de asfalto, continuamos hasta allí en un tranquilo pedaleo siguiendo el curso del río Jerte.
Esa noche nos hospedaríamos en casa de la Sra. Elena, que regenta el bar Ruta de la Plata.