Hola de nuevo, esta fin de semana he preparado una cónica de lo que ha sido mi Ruta por la Vía de la Plata. Como no soy muy experto en esto de los "internetes" lo he preparado en un documento world y le he ido pegando fotos pero al pasarlo aquí, las fotos no salen. En todo caso os dejo el texto por si alguno le apetece leerselo.
En todo caso os pongo el link con el albúm en el que he puesto algunas fotos que faltaban
Saludos a todos.
CRÓNICA DE MI VIAJE EN BICICLETA POR LA VÍA DE LA PLATA Y EL CAMINO SANABRÉS. DE SEVILLA A SANTIAGO DE COMPOSTELA EN 14 JORNADAS, DEL 10 AL 23 DE JUNIO DE 2011
Etapas:
Etapa. Parciales. (km)
1) Sevilla – Almadén de la Plata 70,4
2) Almadén de la Plata – Zafra 83,0
3) Zafra – Mérida 63,5
4) Mérida – Cáceres 75,5
5) Cáceres – Carcaboso 83,5
6) Carcaboso – Fuenterroble de Salvatierra 81,8
7) Fuenterroble de Salvatierra – Salamanca 51,9
Salamanca – Zamora 68,4
9) Zamora – Santa Croya de Tera 89,5
10) Santa Croya de Tera – Requejo de Zanabria 80,7
11) Requejo de Zanabria – Campobecerros 62,7
12) Campobecerros – Orense 69,5
13) Orense – A Laxe (Lalín) 60,1
14) A Laxe – Santiago de Compostela 48,9
Los parciales que he puesto son los que marca para estas etapas el planificador (Godesalco) que utilice para planificar las etapas, si se suman los parciales salen 990 km, más o menos, pero por mi cuenta-kilómetros me salieron 1070. ¿Qué más dará?
Como dicen, este tipo de “aventurillas” empiezan unos meses antes en tu casa con la preparación de todo lo necesario. Me ahorro contar todos los detalles y a vosotros leerlos, solo contar que el vienes 3 de junio vinieron a casa los de la Agencia de transportes a recoger la bicicleta que previamente había embalado en una caja de cartón para mandarla al punto de salida en Sevilla. Concretamente al Albergue de Triana.
El jueves 9 por la tarde tomé un avión a Sevilla y a las 8 de la tarde ya estaba recogiendo mi bici en el citado Albergue y montándola allí mismo.
En principio tenía programado el viaje para hacerlo yo solo “conmigo mismo”, pero cuando estaba montando mi bicicleta en el lugar que amablemente me había ofrecido en el albergue (por cierto que no me alojé en el y no me cobraron nada por recibirme y guardarme la bici tres días) llegó uno de los que, a la postre, iba a ser uno de mis dos compañeros de viaje. Se trataba de Santiago que venía desde Zaragoza y también había enviado la Bici al mismo sitio que yo. Total que empezamos a charlar mientras montábamos las bicis sobre nuestros respectivos proyectos y, como eran totalmente coincidentes, quedamos que si a las 7:30 de la mañana siguiente estábamos los dos en el Puente de Triana, podíamos empezar el camino juntos y, en función de cómo lo viéramos, continuaríamos o nos separaríamos, sin compromiso alguno.
Yo pernocté en un hostal en Sevilla, Santiago se quedó en el Albergue de Triana. A la mañana siguiente a las 7:30 no había ningún otro bicigrino que yo en el Puente de Triana, por lo que entendí que a Santiago le apetecía hacerlo solateras (a mi tampoco me importaba mucho, la verdad). Total que empecé a pedalear por las calles de Triana pero en vez de enfilar directamente el camino me dirigí hacia el Albergue por aquello de dar unos minutos de cortesía, pero al doblar la primera esquina me encontré de frente con Santiago y otro más, Antonio de Paret del Vallés. Total que Antonio, que también se había alojado en el Albergue de Triana y allí conoció a Santiago y que tenía las mismas intenciones que nosotros dos, hacer el camino en solitario, también se apuntó a iniciarlo en compañía. Así comenzamos el camino los tres solitarios “acompañados”.
No teníamos grandes planificaciones, yo sólo sabía que tenía que llegar a Santiago preferentemente para el 23 y lo más tardar para el 24, ellos no tenían ninguna prisa. Total que acordamos que haríamos etapas de hasta las 1 o las 2 de la tarde y que donde llegáramos iríamos haciendo noche. Saliendo a las 7 de la mañana saldrían etapas de entre 60 y 70 km y donde alguno de nosotros entendiera que la cosa no le cuadraba, pues nos separábamos y santas pascuas.
Ellos iban de albergues y yo les dije que prefería ir de hostales privados, pero me comentaron que porqué no probaba lo de los albergues, que se conocía más gente y que, en general, estaban bastante bien. Como había comprado un saco de dormir en el Decatlón por si las moscas decidí probar el primer día y la verdad es que me pareció interesante porque pernoctar en el albergue te permite hablar con los peregrinos que van andando y compartir experiencias y vivencia y, sobre todo risas. En suma, lo que me ofrecía la experiencia de conocer a otras gentes y compartir charlas y experiencias con ellos pesaba más que los inconvenientes de perder la privacidad y la comodidad que te da la habitación de un hostal. Bueno, a decir verdad, en la medida que pude fui eligiendo albergues privados porque me parecían mejores que alguno de los públicos, digamos que fui alternando la cosa, pero me pareció interesante la experiencia.
Así las cosas, la primera etapa, entre Sevilla y Almadén de la Plata se desarrolló toda por la Sierra Norte Sevillana, unos parajes precisos pero bastantes inhóspitos para andar en bicicleta, mucha piedra y caminos muy rotos. La segunda parte de la etapa son unos 30 kilómetros (16 por carretera y 14 por un parque forestal preciso) en el que no ves ni al tato (bueno eso fue la tónica hasta que pasamos Zamora) sólo está la finca de Ortega Cano. Pero a tres kilómetros de la llegada a Almadén una sorpresita, una subida que se llama “Monte Calvario” que es eso, un verdadero Calvario. Para que os hagáis una idea es como la parte dura del depósito pero como tres veces más larga y todo con piedra de pizarra suelta donde patinan las ruedas, las zapatillas y hasta tus neuronas. Por supuesto subimos empujando las bicis y de 20 en 20 metros y frenando para que no se nos fueran las bicis para atrás (que no veas como pesan las “burras” con las alforjas cargadas).
Al final de la cuesta ya divisas Almadén y dices ¡ya está! pues no, que no se acaba totalmente la faena, porque el camino está tal mal que sería estupendo para bajarlo con la doble sin alforjas pero con la rígida cargada con las alforjas no te queda más que seguir a patitas y tirando de frenos para retener la burra que adquiere vida propia. A eso de las 2 de la tarde llegamos al albergue, dejamos las cosas, nos duchamos y nos echamos una siestecita. Por la tarde, nos fuimos a comprar para que Antonio, que resultó ser un buen cocinero improvisado, nos preparara unos macarrones con tomate y carne picada que estaban de rechupete.
La primera mitad de la segunda etapa sigue discurriendo por la Sierra Norte Sevillana a través de fincas dedicadas a toda clase de ganado, sobre todo cerdos ibéricos, cabras u ovejas. Todo terreno muy sube y baja (con un repecho de un km apox. muy parecido al del Monte Calvario) y con cientos y cientos de cancelas que tienes que ir abriendo y cerrando.
A medida que se va allanando el terreno, vas entrando en Extremadura y sus dehesas interminables y por allí discurren la segunda mitad de la segunda etapa y las cuatro siguientes, pero la tónica sigue parecida, fincas de ganado, ahora más cerdos pero también vacas y cancelas y más cancelas. Algunos embalses, ríos arroyuelos y dehesas, muchas dehesas, y muchos alcornoques (además del que escribe) y, sobre todo mucha soledad, muchos kilómetros sin ver a ningún ser humano, solo los animales de las fincas. Aunque, según se mire, muchos de estos animales pudieran resultar ser más humanos que nosotros, al menos así me lo hacían sentir algunos semovientes cuando me miraban con cara de decir ¿donde irá este imbécil dándole a la bici a estas horas con lo bien que se está tumbado a la sobra de este alcornoque?. Así se puede resumir, muy muy resumida, la parte campestre de del viaje por las provincias de Cáceres y Badajoz. Aunque esto es sólo una pincelada porque, al menos yo soy incapaz de plasmar por escrito la belleza de esas dehesas y lo bien que te hace sentir esa abrumadora y plácida soledad, hay que experimentarlo en vivo y por ti mismo para comprenderlo. Íbamos tres y, a veces, cuatro ciclistas pero pasábamos horas sin decir ni una sola palabra, ensimismados con el paisaje.
En cuanto a los pueblos que vas pasando, todos típicos de la zona que supongo que los que hayáis estado alguna vez por Extremadura ya os haréis una idea. A mi me sorprendió gratamente la ciudad de Zafra, realmente muy bonita y el Albergue fenomenal, y me volvieron a dejar maravillado las monumentales Mérida y Cáceres, me remito a las fotos del álbum.
También es de resaltar en esta parte, el pueblo amurallado de Galisteo. Aquí tenemos la siguiente anécdota: unos dos kilómetros antes de llegar a este pueblo un propietario de un finca con bastante malasombra ha puesto en la cancela de entrada a su finca un cartel de “Finca privada prohibido el paso” aunque no se ha atrevido a poner una cerradura a la verja, porque no lo puede hacer, ya que es un paso público en la Vía de la Plata. Aunque hay flechas el mismo u otro malasombra les ha cambiado el color a blanco y, entre unas cosas y otras, confunde a los peregrinos y, lo que es más grave, al final de una etapa muy larga y sin posibilidad de repostar agua, por lo que a algunos les hace realmente la puñeta.
Nosotros estábamos advertidos por los encargados el albergue al que íbamos en Carcaboso y no nos dejamos engañar, pero a dos pobres peregrinos que iban andando nos los encontramos totalmente desorientados y sin agua andando en sentido contrario al camino bueno. Total que una vez que les sacamos de su error y les indicamos el camino, les dimos el agua que nos quedaba en los botes (que no era mucha) y nos fuimos directos a hacer los dos o tres kilómetros que nos faltaban para Galisteo, cargamos por agua para auxiliarles y se la llevamos. Después acabamos todos en el bar de Galisteo almorzando y tomando cañas y fotos. Especial mención a un sevillano muy gracioso, Juama creo que se llama, que nos acompañó desde el Casar de Cáceres hasta Galisteo y con el que me reí un montón. Un tío verdaderamente simpático.
En la sexta etapa empezamos en tierras cacereñas pasando por sus últimas dehesas y por un lugar extraño donde hay una ciudad romana que están excavando, allí tomamos unas cuantas fotos junto al Arco de Cáparra. Poco después de Cáparra ya nos metimos en tierras salmantinas, pero el paisaje sigue siendo muy parecido, porque, si exceptúas la parte de Baños de Montemayor y del puerto de Bejar hasta Fuenterroble de Salvatierra donde hay unos precisos robledales, continúas pasando por dehesas muy parecidas a las extremeñas y entre fincas de ganado, ahora casi exclusivamente vacuno y, por supuesto, abriendo y cerrando cancelas (un montón).
En Fuentorroble hicimos noche en un albergue de peregrinos regentado por el cura de pueblo que está fenomenal, por sus instalaciones y por el trato que te dan, se paga la voluntad y te dan incluso de desayunar, Muchas gracias ¡!!!!.
Antonio nos hizo para cenar un buen plato de arroz a la cubana con sus huevos fritos. En este albergue conocimos a varios compañeros bicigrinos con los que coincidimos en varias etapas posteriores: Luis de Pozuelo, un tipo estupendo (creo que de familia muy acomodada, pero es sólo mi opinión), futbolista de un equipo recién ascendido de categoría que al día siguiente del último partido cogió su bici baratita del Decatlhón, su bambas normales, su pantalón corto y su sombrero de paja y se echó al camino (se compró un casco porque le advertimos que en los tramos de carretera le podía caer una buena multa, así que sombrero de paja en los caminos y casco en carretera); Candela y Miguel una pareja de desempleados catalanes que decidieron que, mientras no les llamaran ofreciéndoles trabajo, con el subsidio, sus bicis y su tienda (en un carrito) se iban de paseo por la Vía de la Plata hasta donde llegaran y otro Miguel un sevillano, típico , tópico, típico (llegó el mismo día que nosotros a Santiago, salía por la mañana antes que nadie y llegaba al final de la etapa el primero. No se cómo lo haría, a lo mejor hizo algo de carretera…)
Al poco de salir de Fuenterroble, llegamos a un lugar donde hay señaladas dos alternativas, o subir al Pico de la Dueña y luego bajarlo por la otra cara del monte, o seguir por una ruta alternativa que rodea el monte y te deja al otro lado sin subida. Santi y yo decidimos subir al tan cacareado Pico y Antonio decidió irse por la ruta alternativa. ¡¡Jobar con la Dueña donde se fue a poner el “Pico”!!, es una subida por un sendero no demasiado técnico pero si de fuerte subida sin apenas descansos, así que platillo y todo el desarrollo y para arriba y las alforjas tirando para atrás y nosotros dale que te dale para adelante…. Cuando llevábamos aproximadamente un kilómetro subiendo la pendiente se suavizó de golpe y ya veíamos los molinos eólicos a nuestro lado, yo le dije a Santi: esto ya está hecho, él me dijo: a mi me parece que no y ¡qué razón tenía! nos quedaba lo peor, otros 500 y 600 metros de aúpa. La cuestión es que llegamos arriba y nos hicimos las consabidas fotos en la cruz que corona la cima. Al poco tiempo vimos a otro bicigrino terminado la subida, era el chaval Luis que había subido como un jabato con su bici baratita, sus bambas de jugar al tenis y su sombrero de paja. Cuando nos preparábamos para afrontar la bajadita técnica por el otro lado apareció otro bicigrino que no era otro que nuestro compañero Antonio con un cabreo de órdago, ya que se había encontrado la vía alternativa cortada por una verja fuertemente candada con señales de “finca privada, prohibido el paso” ¿qué daño les haremos los ciclistas y los caminantes?. En fin que hay cada “malange” por ahí…..
Una vez superado el Pico de la Dueña antes de llegar a Salamanca ya empiezan las llanuras castellanas con fincas de ganado (en algunos casos bravo, aunque por éstas no hay que pasar). Las llanuras ya no te dejan hasta que tomas el desvío para el camino Sanabrés en el zamorano pueblo de Granja de Moreruela (reseñable la cantidad de arena que había en algunos tramos). De estas dos etapas y media sólo cabe reseñar, y no es poco, las fabulosas, por monumentales, Salamanca y Zamora (además tienen dos albergues estupendos en los que coincidimos con los bicigrinos que conocimos en Fuentorroble) y los tres monolitos con grabaciones alusivas a los peregrinos y a la encrucijada de caminos un poco antes de llegar a Zamora.
Todo el mundo conoce Salamanca y es preciosa, nadie lo duda y yo menos, de hecho me pasé casi todo el día dando vueltas por sus calles y visitando, otra vez, sus principales monumentos y he dejado muestra en el álbum con un montón de fotos. Pero poca gente habla de Zamora, una ciudad pequeña, pero entrañable y con una concentración de monumentos románicos por metro cuadrado que creo que no existen en ningún otro lugar, al menos de nuestra España. A simple vista, no es una ciudad muy llamativa ni muy turística pero está plagada de iglesias románicas que bien merecen una visita, si no la conocéis id a verla.
La novena etapa estaba diseñada para terminarla en Tábara (provincia de Zamora) pero una vez llegamos allí nos dimos cuenta que era demasiado pronto para parar, por lo que decidimos seguir unos kilómetros más y así llegamos a Santa Croya de Tera. Desde Zamora a Granja de Moreruela vas casi todo el tiempo por carretera o por camino paralelo a la misma y no resulta muy interesante paisajísticamente, así que lo hicimos lo más rápido posible para desayunar en Granja. Una vez desayunados, abandonamos la orientación N para tomar el Camino Sanabrés en clara orientación NO y seguimos para hacer la segunda parte de la etapa que concluyó en Santa Croya, aquí el paisaje cambia otra vez radicalmente, se hace mucho más verde y entretenido, sorprendentemente vuelven a aparecer las Jaras y, algunas de ellas floridas, se nota que por estas latitudes la primavera está bastante más retrasada.
A eso del mediodía llegamos a nuestro punto de parada: Santa Croya de Tera donde nos albergamos en el Albergue privado de Anita que resultó ser un lugar estupendo y a un precio más que aceptable. El pueblo de al lado, Santa Marta de Croya, estaba en fiestas, por lo que una vez dormida la merecida siestecilla, nos fuimos a visitar el pueblo y a disfrutar un poco de las fiestas, poco porque con los madrugones que nos dábamos no hacía mucha falta que nos echaran para la cama, no íbamos solos.
En todo caso, en el albergue, antes de acostarnos tuvimos la oportunidad de conversar lárgamente con varios peregrinos. Entre ellos me llamó la atención un inglés de cuyo nombre inglés no me acuerdo pero si de su nombre adoptivo en español “Culo Inquieto”. El tipo hablaba un español estupendo sin haber vivido nunca en España, eso sí, se había hecho el camino varias veces hacía años y había vuelto este año después de un buen número de años imposibilitado por razones familiares para viajar. Lo que me llamó la atención es que decía que se había dado cuenta de que ahora estaba disfrutando de su viaje mucho más que las veces anteriores porque había conseguido darse las pausas que antes no se dio. O sea, que se paraba donde le apetecía, leía un poco, se tumbaba a mirar el cielo, etc … y hacía los kilómetros que buenamente salían sin preocuparse de más. Lo del nombre de culo inquieto se lo decía él mismo porque le había gustado esa expresión que le habían enseñado unos días antes en Salamanca, cuando pregunto qué significaba esa expresión se dio cuenta que él era precisamente eso, un culo inquieto. Bueno “culo inquieto” espero que terminaras felizmente tu camino y que cuando regreses a tu tierra no trabajes tanto como nos contabas.
La décima etapa discurrió enteramente por tierras Zamoranas en dirección a la zona de Sanabria. Tengo que decir ¡¡¡que pesado me pongo!!! que los paisajes son indescriptibles, se inicia bordeando por un buen número de kilómetros la rivera del Rio Tera (el río va apareciendo y desapareciendo una y otra vez según las vuelta que da el camino) y por caminos que van entre bosques de chopos de replantación, pero con un frio de la leche, llegamos a estar a 7 graditos de temperatura aunque a lo largo de la mañana el termómetro fue subiendo hasta los 30 que teníamos en Puebla de Zanabria. En cuanto a los pueblos, hay que hacer especial mención a Puebla por sus monumentos y por las vistas que hay desde su muralla o castillo de las tierras que rodean la villa pero no hay que olvidarse de villitas como Mombuey con una preciosa iglesia o Asturianos donde dimos cuenta de unas cuantas cervezas para regar un chorizo picantillo de León y una hogaza de pan de pueblo que nos habíamos comprado en Mombuey. De Puebla a Requejo de Sanabria fueron 11 kilómetros que hicimos por carretera por indicación de los lugareños. En Requejo yo me alojé junto con cuatro peregrinos andantes en un albergue privado que me pareció todo un lujo y mis compañeros en el municipal que estaba enfrente junto con otros peregrinos andantes. Al final nos fuimos todos a cenar a un bar que nos recomendaron, donde nos dieron de cenar estupendamente por 7 euritos.
Cuando llegamos al albergue, uno de los peregrinos, un cacereño de 60 años de cuyo nombre no me acuerdo, se sintió muy indispuesto ya que no podía orinar y solo le salía algo de sangre. Llamamos al 112 y a los 15 minutos una ambulancia se lo llevó al hospital más cercano. Los de protección civil nos llamaron y se pusieron a nuestra disposición. Parece que en este país, al que tanto criticamos, algunas instituciones funcionan bastante bien. Amigo peregrino te deseo de todo corazón que te recuperes lo antes posible y que puedas terminar tu camino, no importa cuando ni hasta donde.
La decimoprimera etapa discurre a caballo entre los últimos pueblos de Zamora y los primeros de Orense, la verdad es que el cambio es muy progresivo y no se nota demasiado porque, o los últimos pueblos de Zamora y sus gentes se parecen mucho a los correlativos de Orense o todo lo contrario. Lo cierto es que, nada más salir de Requejo, empiezas a subir el primer puerto hacía Galicia “El Pardonelo” y cuando llegas arriba ya te crees que has llegado a Galicia, pero no, sigues estando en Zamora, pero los pueblos parecen gallegos y los habitantes hablan con acento gallego (o eso me pareció a mi). Bajando el puerto por la carretera se nos cruzó un corzo o un ciervo joven (se parecía Bamby pero sin pintas) que nos pegó un susto de la leche. Después nos desviamos de la carretera para meternos por el camino y bajamos por unos sitios preciosos, cruzando pequeñas aldeas por unos caminos cruzados por arroyos de aguas cristalinas, todo precioso pero tuvimos que echar pie a tierra un montón de veces. De todas maneras valió la pena como dice la canción.
Una vez llegamos al pueblo de Lubián decidimos afrontar el segundo puerto “La Canda” por la carretera ya que el camino nos habían dicho que era impracticable para las bicis. Al final de este puerto está la entrada en la provincia de Orense y, por lo tanto en Galicia. Es un puerto tendido pero algo más exigente que el Pardonelo, pero nada del otro mundo, al menos eso me pareció a mi, vamos que lo subí sin despeinarme (porque llevaba el casco).
En principio, estaba previsto quedarnos en La Gudiña, nada más bajar el puerto de La Canda, pero como llegamos demasiado pronto, decidimos seguir unos kilómetros más como ya nos pasó el otro día.
En La Gudiña había dos opciones, o tirabas por el valle hasta Verín y desde allí a Laza o tirabas por el otro camino que va por una cornisa montañosa cruzando pequeñas aldeas o “Vendas” (Ventas) como les llaman por allí. Nosotros optamos por ir por la montaña y no nos defraudó. Después de una subidita durilla por carretera secundaria llegas al cordel y ya todo el camino discurre por la cornisa montañosa, toboganes, con unas vistas impresionantes de un embalse y una vía de ferrocarril que va paralela, todo por trozos de camino alternados con carreteritas secundarías. A unos 20 kilómetros desde La Guidiña y disfrutando del recorrido y, sobre todo de las vistas, llegamos a Campobecerros donde decidimos terminar la etapa porque había un Albergue de la Xunta que se había inaugurado recientemente.
Preguntamos en el pueblo a dos “rapazas” que nos indicaron el camino para subir al albergue. Una nos sugirió que el albergue estaba un poco lejos y que en el bar del pueblo había habitaciones, la otra nos dijo que nada, que no nos preocupáramos, que estaba ahí al lado y que para nosotros estaba muy fácil subir al albergue. Hombre, fácil, fácil, no estaba, tampoco estaba lejos, unos 400 metros de EMPUJIN TOTAL por una senda de cabras. Resulta que el albergue era la antigua estación de Ferrocarril que ya no estaba en uso, porque se había convertido en un apeadero. El albergue estupendo, todo nuevo y para nosotros solitos. En las fotos que he incorporado nuevas se ve el citado albergue.
Después de ducharnos y cambiarnos, el hospitalero, que a la sazón era el yerno de la dueña del bar, se ofreció amablemente para bajarnos en el coche al pueblo para que pudiéramos comer, ofrecimiento que fue aceptado de plano por Santiago y por mi. Antonio se quedó durmiendo la siesta.
Llegamos al bar pensando que la familia organizada nos iba a sacar todo lo que pudieran pero la sorpresa no pudo ser más agradable. Nos zampamos un pote gallego estupendo, seguido de la mitad de una paella que nos había preparado la señora para los dos (era como para cinco) y dejamos allí sin tocar un plato de embutido variado, todo ello regado con un buen vino de pitarra (de la cosecha del pueblo), no pedimos nada de postre (no nos cabía) pero si un cafelito. Cuando fimos a pagar, la señora nos dijo que nos cobraba sólo 7,5 Euros porque ¡¡¡es que no habíamos comido ni postre!!!. Por la tarde/noche bajamos a tomar alguna cerveza y, si acaso, cenar algo. Con los trozos de tortilla y el embutido que nos puso la señora con las dos cervezas que nos tomamos cada uno, cenamos 2 euros por cabeza (a 1 euro la mediana). Antonio se pegó una cena de campeonato por otros 7,5 Euros. Cosas de los pueblos….
A la mañana siguiente iniciamos la antepenúltima etapa los tres juntos, pero en esta etapa nos íbamos a dividir, ya que Santiago que iba un poco tocado de un gemelo decidió que en Laza nos abandonaría para ir más despacio, Antonio y yo teníamos pensado ir ese día hasta Orense, como así fue. Salimos del Albergue/estación cuando estaba amaneciendo con un frío que pelaba, otra vez a 6 graditos y después de una corta aunque durilla subida, ya todo era descenso hasta Laza, los paisajes más o menos como los del día anterior, también vimos algunos corzos.
Llegamos a Laza antes de las 8 de la mañana con más frio que vergüenza y locos por tomarnos un cafelito pero nos encontramos con todos los bares de pueblo cerrados. Decidimos irnos a la carretera general que atraviesa el pueblo para ver si allí había alguno abierto y tuvimos suerte porque, había, no solo un bar sino un horno en el que compramos unas napolitanas recién hechas que quitaban el sentido. Después de desayunar nos despedimos de Santi en el mismo bar y Antonio y yo nos pusimos en marcha para afrontar la subida del que dicen es el puerto más duro de todos los puertos que se hacen en los distintos caminos de Santiago “El puerto de la Alberguería” de 5,8 Kilómetros. A mi la verdad no me pareció tan duro, algo parecido al de O’Cebreiro pero nada más. Al final de puerto te encuentras un pequeño pueblo donde hay un bar que se llama “El Rincón del Peregrino” algo carillo pero que tiene la gracia de que todo el que para y toma algo, el dueño le da una concha para que ponga su nombre y fecha y lo pone en la pared del bar junto a miles y miles de antecesores, lo habréis visto en las fotos.
Desde el sitio donde está el Rincón del Peregrino (creo que es Vilar do Barrio) hasta Orense fuimos “chino chano” por los caminos típicos de Galicia y, lo que me sorprendió por algunos tramos que nos hicieron avanzar bastante rápido. Al filo del mediodía llegamos a Orense después de una bajada, larga, larga que nos hacía presagiar que, de alguna manera esto lo tendríamos que subir, más tarde o más temprano, como así fue, pero eso lo cuento luego. En Orense nos costó encontrar el Albergue municipal, al final resultó estar en la parte alta de la Ciudad detrás de la Catedral y pegadito al cementerio. De hecho las vistas desde el dormitorio no son otra cosa que las lápidas (lagarto, lagarto).
Cuando llegamos al albergue, el hospitalero muy simpático nos invitó amablemente a dejar las bici fuera candadas a los aparcamientos de bici hasta la tarde a la hora de cerrar pero vimos que había una bici dentro y le preguntamos ¿y esa?, bueno… es que veréis… se trata de un andaluz muy pesado… que dice que no tiene candadado… y yo le dije: no me digas más; gordito, donante de pelo (tiene la cabeza como una bombilla), que lleva mucho peso, que está haciendo una promesa, que no puede con su alma, que en realidad a él no le gusta la bici…etc. Si eso mismo, me contestó. Ya está ¡¡¡el Sevilla!!! que no veíamos desde Zamora ¿Y cómo ha llegado este jodío antes que nosotros a Orense con lo cargado que dice que vá y lo que le cuestan las cuesta ariba? seguro que sin salirse del camino y sin tomar la carretera en ningún momento, vamos seguro, seguro.
Total que después de ducharnos, lavar algo de ropa y dejar nuestras pertenencias no valiosas en el albergue custodiado por los que ya no se quejan de nada, nos fuimos a comer el menú del peregrino al restaurante que nos recomendó el hospitalero. Al llegar allí nos encontramos al Sevilla que nos contó un montón de batallitas sobre cómo había llegado hasta Orense, el día que se había perdido por las montañas antes de llegar a Laza, etc. y nosotros le escuchábamos y el hablaba y, así comimos todos juntos, el hospitalero también. Al terminar, pedimos la cuenta y a 10 euritos cada uno, el hospitalero dijo que se lo apuntaran a su cuenta, o sea que en nuestros diez euros también iba la parte alícuota de la comida del hospitalero, en todo caso, la comida estaba muy bien y aún así resultó bastante bien de precio. Luego siesta, el Sevilla se fue a disfrutar de las termas de Orense, y por la tarde visita a la ciudad y cena con pulpito que para eso estábamos en Galicia. La ciudad de Orense me pareció muy bonita, sobre todo la parte histórica y su catedral, habrá que volver para probar sus famosas termas.
Tempranito, de amanecida, salimos del albergue, en principio íbamos a ir los tres pero el Sevilla desapareció y ya no lo vimos hasta que paramos en el siguiente albergue finalizada la etapa. Yo creo que no quería que le viéramos por donde y cómo iba a subir la salida de Orense.
Lo dicho, después de encontrar un bar donde tomarnos un café, empezamos la etapa saliendo de Orense y como la ciudad está en una hondonada entre montes lo primero que nos encontramos fue una cuesta de unos tres kilómetros por unas calles enlozadas, “A costiña” la llaman ellos, que termina en unos 500 metros de cuesta igual de dura pero con terreno arenoso. Total un buen desayuno, cuando llegué arriba se me había quitado todo el frio (porque esa mañana también hacía frio), de hecho me paré un poco a ponerme crema protectora contra el sol y me di cuenta que la ropa la llevaba como si la hubiera metido en un cubo de agua. Una vez superado el primer obstáculo del día proseguimos la etapa con dirección a Cea, por parajes muy bonitos típicamente “galegos”.
Una vez llegados a Cea se nos planteaban dos variantes, la tradicional directa a Lalín u otra que pasa por el impresionante Monasterio de Oseira, no lo dudamos (más bien yo no lo dudé, porque bien que me dio la vara mi amigo Antonio con que le había preparado la encerrona) . O sea que tiramos para Oseira y por caminos más o menos empedrados alternando con tramos de carreteras secundarias llegamos al lugar donde está el Monasterio de Oseira, de origen Benedictino pero ahora afecto a la orden Cisterciense que lo ha restaurado. Tomamos unas cuantas fotos del monasterio pero no pudimos por la hora visitarlo por dentro, así que desayunamos algo en un bar del pueblo y continuamos hacia nuestro destino final de etapa que quedaba a unos 25 kilómetros. Ahí empezó nuestro segundo calvario del día, la salida era por una cuesta de platillo pequeño de algo más de un kilómetro y después por un sendero cuesta arriba que mi compañero Antonio tuvo que “escalarlo” digo escalarlo con todas las de la ley porque el pobre lo tuvo que subir con la bici a cuestas y en alguna ocasión ayudado por una peregrina argentina (bravo por la argentina).
Yo no lo subí porque al iniciar la salida de Oseira, mi GPS marcaba por un sitio y Antonio siguió por otro distinto (parece que no me vio dar el giro a la derecha) lo cierto es que después de esperarlo un rato arriba me di la vuelta al pueblo para ver que le pasaba y ahí me di cuenta de que había seguido recto, total que seguí sus pasos y cuando llegué al inicio del sendero y vi lo que había, decidí rodearlo por la carreterilla (ventajas de llevar GPS que te permite ver por donde van los caminos) para ver si lo pillaba y me lo encontré en el cruce de arriba, ¡no veas que chapa me dió! ¡¡¡Nada, nada por Oseira que es más bonito, no te jo..roba el Miguel seguro que sabía lo que había…!!! (encima la hospitalera del siguiente albergue nos dijo que ese camino no lo tomaba nadie por lo duro y que no es el oficial, yo no me arrepiento porque me pareció una pasada el camino y el monasterio). Seguimos por la carreterilla como marcaban las señales y al poco, otra vez se desvió al camino, y erre que erre, para el camino que nos metimos y también en una buena ratonera. Menos mal que era para abajo, pero cabían las burras justas y, por supuesto a patas. Cuando nos encontramos otro cruce con la carreterilla decidimos que ya estaba bien de caminos y heroicidades y seguimos por carreteritas hasta Castro-Dozón.
De Castro hasta Lalín, donde comimos estupendamente en el Bar de la Estación un menú de espatarrar a 8 euros todo incluido, ya seguimos por el camino indicado sin mayores dificultades. Desde Lalín a A Laxe que es donde estaba el Albergue sólo había 5 kilómetros por camino bastante bonito que lo hicimos chino chano eligiendo la sombra. El albergue estaba en un pueblo muy pequeño sin servicio, no estaba mal ni bien sino todo lo contrario (limpio, eso si) Allí estaba, como no, la Bici del Sevilla que había llegado, como siempre, antes que nosotros el j_dío. Cenamos los tres un bocata en el bar cercano y a la “piltra” que el día siguiente teníamos la última etapa con llegada a Santiago.
Al día siguiente nos levantamos al alba y nos fuimos a tomar un cafelito y un bollo a un bar que el Sevilla sabía que estaba abierto a esas horas. Una vez desayunados tomamos los tres rumbo a Santiago por el camino oficial, hasta que el Sevilla decidió separarse para tirar por la carretera, al principio le acompañamos un rato por carretera pero en Ponte Ulla nosotros decidimos seguir por el camino, y así hasta prácticamente Santiago. La etapa tampoco tiene nada más reseñable, fueron unos 50 kilómetros de terreno típico gallego, alternando corredoiras, caminos, carreterillas secundarias y carretera.
A eso del medio día llegamos a Santiago y después de hacernos las fotos de rigor en la Plaza del Obradorio, cada uno se fue a buscar el lugar que tenía previsto para pernoctar esa noche. Ellos al Albergue del Seminario Menor y yo a un Hostal que previamente había reservado. Por la tarde, después de una merecida siesta, hice las compras de recuerdos de rigor y quedé con los compañeros para la misa de las 7:30. Después dimos un paseo por la ciudad nos fuimos a cenar pulpito y otras cositas ricas y cada mochuelo a su olivo. Allí me despedí de mis compañeros de viaje y nuevos amigos.
Al día siguiente tomé el vuelo de vuelta a Barcelona y colorín colorado.
Epílogo:
Después de hacer este, para mi, maravilloso viaje (o mini locura como pueden pensar algunos), no se me ocurre otra cosa que decir a modo de epílogo que sigo pensando, ahora más que nunca, que tenemos un país y una gente dentro de él que no nos merecemos. Creo que tenemos que conocerlo y reconocerlo y conocernos más y mejor entre nosotros (no somos tan diferentes) y una buena manera de hacerlo es recorrerlo pausadamente en bici o andando y hablando con su gente, riéndonos con ellos y comiendo sus comidas y durmiendo en sus pueblos y compartiendo los frutos (como las cerezas del árbol de no sé qué pueblo que nos ofreció esa señora anónima). Qué más da que seas de San Sebastián, de Córdoba, de Las Palmas o de Zaragoza, lo que es bueno para unos es bueno para todos.
De Sevilla a Santiago, junio de 2011
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