Dia 5. Monreal (Na)-Hondarribia (Gui)
Del mediterráneo al cantábrico.
Siempre me ha sorprendido, siempre me sorprenderá llegar a Pamplona y ver…
Ver esos parques infinitos, esa ciudadela de configuración italiana, esas calles en cuyo suelo se adivina la fuerza de la protección que es necesaria todos los meses de Julio de todos estos años, los pasados, los presentes, los futuros.
La mañana envuelta en niebla me ha despertado y acogido para que continuara mi camino hacia el noroeste.
Ayer quedamos y hoy lo hemos hecho realidad, se trata de una persona con la que en diversas ocasiones hemos intentado coincidir, nuestros caminos se cruzaban y hoy han marchado paralelos durante unos kilómetros.
Se llama Cariño? No, se llama Amaia, pero con ella todo ha sido cercano a ese sentimiento y sino, juzgar vosotr@s mismos.
Escondida tras una curva me esperaba justo cuando estaba a punto de perderme con tal de ir a desayunar, un abrazo, un beso y una sonrisa han precedido a lo que ha sido una delicia de paseo, de primero el paseo interrumpido por la visita a una cafetería donde ella tenía pactado que hasta en tres ocasiones una dependencia me ha llamado cariño…
Yo no se vosotros pero yo no estoy muy acostumbrado a eso…
Después, los parques que acariciaban y templaban el recorrido de forma que en nada ha importado que se pusiera a llover…
Subiendo por la nacional cuando el paseo se ha transformado en asfalto, me dejaba atrás… está fuerte esta chicarrona, Navarrica por los cuatro costados…
Y a tres Km del puerto se ha dado la vuelta porque tenía comida familiar…
Pero…
Tal vez en estos momentos podais pensar que tampoco era para tanto lo de cariño…
Seguro que cambiais de opinión cuando sepais que me ha realizado un regalo: una bolsa de bombones Torres de Pamplona… y ahora que?
Tengo o tengo razon…
Gracias Amaia!!!!
La salida de la ciudad es como todo el camino, en subida, acercarse a las montañas no tiene otra solución
Metido nuevamente en mi camino, se trataba de coronar y ha sido en esos momentos en los que he reflexionado: Durante estos días, no he hecho como el que dice otra cosa que subir, si, he culminado algunos altos, picos que demandaban bajar para volver a subir y bajar para seguir subiendo a continuación…
Cuando eso sucede día tras día, cuando el relieve que hay frente a ti es en clara ascensión, debe de haber un momento en que se acaba, máxime cuando, como es el caso unes un mar con otro.
Y hoy era ese día.
La separación de la tierra de la que procedo con la del destino de hoy no es solo física, el terreno se desploma al otro lado de la montaña por la que transitaba, allí donde susurran las olas que movidas por otro mar que es océano braman y se mueven al ritmo de las mareas que son inapreciables en el mar del que provengo.
Hoy, el desplome de tanta subida para acercarme nuevamente al mar.
Hoy con el desplome, se que comenzarán a caer muchas otras cosas, esas caerán como el sol por el horizonte, lo harán en el Camino y en el camino.
Resiguiendo el cauce de un río he ido forjando la carretera que sigue un difícil relieve, en un giro radical hacia un claro oeste aparece otro río con nombre difícil para este viajero el Batzan Ibaia, tras cruzarlo en varias ocasiones, he llegado a Doneztebe (Santiesteban) que se emplaza en el encuentro del curso anterior con el Ibaia EzKurra.
Un alto en la población me ha permitido recordar las palabras de Xabier: en Doneztebe comienza la vía verde del Bidasoa hasta Irun por un carril bici.
Poco me ha costado encontrarla para, placidamente recorrer el espacio tiempo que separa la población del que era un primer destino: Irun, inicio de mi Camino del Norte, pero el albergue cerrado me ha hecho acercarme a Hondarribia donde hay otro albergue que no he encontrado, así que de noche me he ido a buscar donde reposar mis huesos…
Tan solo me queda mañana ir a buscar un puente donde al igual que sucede con el Camino llamado Frances, en Navarra, comienza este llamado Norte: El puente de Santiago.
Quisiera- ver más allá de las palabras.
Quisiera- sentir como el café con leche matutino se posa en mi interior tras degustarlo desesperadamente.
Quisiera- encontrar la luz que se esconde en la cara oculta de la luna.
Quisiera- ser esos cristales que forma el fuselaje de los aviones cuando atraviesa el aire frío de las capas altas de la atmosfera dejando la estela que lentamente se difumina
Quisiera- entender que siente la hormiga que con su vida mantiene la vida del resto del nido.