Camino de Santiago en bicicleta

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    Sí, parece mentira...

    defensacamino
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    Mensaje por defensacamino Sáb 22 Mayo 2010, 12:34 pm

     
    Sí, parece mentira. Han pasado casi quince años, ¡quince años!, desde lo que sigue a continuación. Y es que buscando hoy un papel entre el bendito caos de mi biblioteca encontré lo que reproduzco abajo. Se refiere a otra guerra, la del Monte del Gozo, cuando aquello no era otra cosa más que un espacio natural, y me lo publicaron hace quince años. No se ha aprendido casi nada desde entonces, lo que me hace pensar que servimos para muy poco. Uno, repasando lo escrito y recordando aquello, aquellos momentos y aquellos maravillosos compañeros, no deja de percibir algo muy cercano a la melancolía. O tal vez a la tristeza, no lo sé. Y también pienso en mi ingenuidad, cuando resaltaba que llegaban, por aquella época, de siete a ocho mil peregrinos al año a Compostela. Tempus Fugit.
    DIARIO 16, CRÓNICA DEL 92. 31 DICIEMBRE 1992 - AÑO SANTO 1993: ¿QUEDA LA ESPERANZA?
    Por José Antonio de la Riera, Asociación Galega Amigos do Camiño de Santiago.
    Un atardecer del año 1670 el peregrino boloñés Doménico Laffi llega al Monxoi, nuestro Monte del Gozo. Le acompaña su camarada, el pintor Doménico Codedici. Laffi recoge el momento en su libro "Viaje a Poniente". Ambos, emocionados, comienzan un Tedeum pero sólo consiguen entonar los primeros versículos, las lágrimas les impiden continuar. En cada grupo de peregrinos el primero en divisar las torres de la catedral era proclamado "rey de la peregrinación". Se sospecha que el apellido francés Leroy procede de estos reyes sin corona.
    Pero no habrá más Doménicos Laffis. Se acabaron las alegres carreras hasta la cima del Monxoi. Lo que fue y es un mito para generaciones de romeros de toda Europa, será convertido en una demencial verbena por la obra y escasa gracia de la Xunta de Galicia con la complicidad (quien lo iba a imaginar) del Arzobispado. El antañón locus espiritual padecerá una urbanización salvaje donde toda aberración tendrá su asiento. Tendremos aparcamientos para miles de vehículos, auditorio, carreteras, dos "camping", centro de acogida para jóvenes (justo en la cima, no faltaba más), barracones para acoger a cientos de personas, cafeterias, restaurante, kioskos..., todo ello seguramente amenizado por los gorgoritos del cantante embajador, Julio Iglesias, encantado de cobrar trescientos millones de pesetas por una actuación en la plaza "del Obradeiro" y vender el invento en los medios.
    Esta parafernalia será la que recibirá al sufrido peregrino todavía con el polvo del Camino en sus ropas. Han sido vanos los ruegos y advertencias de la Asociación de Amigos del Camino que, insistentemente, pedía sumo cuidado y especial sensibilidad en obras que podían suponer una transformación irreversible del Camino. Se insistió en que éste no era propiedad de nadie, que era un bien común que pertenecía también a generaciones futuras. El "Xacobeo" pasará pero el Camino debe pervivir. La respuesta fue oídos sordos y entrada a saco en el llamado Itinerario Cultural Europeo. Prepotencia y folklorismo barato.
    Pero el Monte del Gozo no es sólo ejemplo de actuación despiadada, se añade además la actuación inútil. Si estas luminarias se hubieran tomado la molestia de consultar los registros de la catedral (no hace falta ir mucho más lejos) descubrirían que, en todo el año, llegan a Compostela entre siete y ocho mil peregrinos "pietatis causae", que recorren todos los Caminos de Europa "ad límina Beati Iacobi". Y que éstos, como cualquiera que se acerque a ellos sabe, no dan un paso atrás, no volverían ni de broma a desandar kilómetros. ¿Para quiénes son pues los simpáticos barracones de campo de concentración y sus centenares de plazas? Pues para alojar a determinado tipo de turistas. Pero, ¿y cuándo termine el baile "Xacobeo"? Pues tierra quemada, mustio collado y degradación supina.
    Todo el espíritu, por llamarlo de alguna manera, "Xacobeo", se basa en fomentar a uña de caballos y caiga quien caiga el turismo de masas. Nada que objetar si ese es el deseo de nuestras cabezas pensantes pero, al menos, respeten el ancestral Camino de las Estrellas. Por él viene un personaje distinto al turista que imaginan. Es imparable, inquieto, procede de la nueva Europa y, como los que le precedieron, busca en los albores de un nuevo milenio una tumba junto al Finisterrae, al final de un viejo Camino celta. Para muchos, lo que pensamos en el absurdo de intentar convertir Galicia en Alicante, él si que es el potencial turista de calidad al que, puesto así, nuestros gobernantes deberían cuidar con esmero.
    Pero queda la esperanza..., se va a producir en estos años un espléndido renacimiento de las peregrinaciones jacobeas. Es fruto del trabajo de muchas personas, todo corazón, a pie de Camino, comenzando por el llorado y entrañable Elías Valiña que desde las soledades de su Cebreiro supo convertirse en el moderno Aymeric Picaud. La atención al peregrino, sacrificada y día a día, del padre José María en San Juan de Ortega, otro "cura", José Ignacio Díaz, los admirables cofrades de Santo Domingo, Jesús Jato en su humilde refugio de Villafranca del Bierzo, para quien todo peregrino es un hermano y tanta gente buena y sencilla que, durante años oscuros, han sabido mantener viva la llama del viejo espíritu jacobeo.
    Pero queda la esperanza..., algunas medidas, aunque tardías y fruto de razones de oportunidad han permitido, ¡ya era hora!, que mitiga la cutrez absoluta que se ha padecido. Aparecen entre tanto burócrata "Xacobeo" personas como el arquitecto Jesús Arsenio Díaz que, pese a las críticas sufridas por determinadas actuaciones, algunas realizadas por nosotros mismos, ha sabido atender las inquietudes de las asociaciones jacobeas. El Apóstol quiera que cunda el ejemplo.
    Pero queda la esperanza..., tal vez nuestra autoridades, sobre todo las pertenecientes a la Consellería "Xacobea" sepan abrir, aunque les cueste, sus pesadas orejas al rumor de la juventud de Europa que, como siempre, nos llega por el Camino. No se pide un nuevo Xelmírez pero si un poco de sentido común y altura de miras. Que el grito cuyo eco se percibe aún en las antiguas y en las nuevas encrucijadas les llegue también a ellos, alto y claro:

    ¡Ultreia! ¡Ultreia e Suseia!

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